EL ESTADO Y LA TELECRACIA
Alfredo Bielma Villanueva
Fue una muy especial comparecencia la que tocó protagonizar a los encargados de dar las noticias por radio y televisión en sus diferentes facetas ante la Comisión Legislativa que lleva la agenda de la reforma electoral. La intención fue hacer escuchar la voz de los propietarios de las concesiones; hubo quien de entre ellos expresó algún exabrupto, evidenciando su conocida prepotencia y olvidando, no por rendirles pleitesía sino porque es posible exigir respetando posiciones, que los interlocutores son por dictado constitucional los representantes de un poder investido por el voto ciudadano. El desplante obligó al legislador Pablo Gómez a hacer el recordatorio que las empresas a las que sirven los que allí estaban explotan por concesión un bien nacional. Muñoz Ledo describe mejor la escena: “Los comunicadores, fuera de su trono mediático, se convirtieron en vulnerables corderitos. Impotentes, incompetentes y vapuleados por los mismos a quienes desprecian.”(El Universal, 14-IX)


En gestos y expresiones presenciamos, sin duda, una muy clara y contundente muestra de la forma en cómo estamos cambiando en diversos ámbitos, particularmente el político. No hace mucho tiempo, al finalizar el sexenio de Vicente Fox, el entonces Secretario de Gobernación era señalado como el principal impulsor de la “Ley Televisa”, en la que se favorecía tan ostensiblemente a las televisoras que algunos legisladores, no muchos por cierto, encabezados por Manuel Bartlett y Javier Corral Jurado, interpusieron amparo contra el sumiso mayoriteo que aprobó sin leer aquella Ley.


Meses después la Suprema Corte de Justicia dio marcha atrás a la norma en comento, lo que fue otra irrefutable señal del cambio porque ¿quién hubiera imaginado en el viejo régimen una actitud de tal naturaleza en la que un Poder oponía la razón del derecho contra la desenfrenada obsecuencia de otro Poder en un asunto promovido por el interés del Ejecutivo?


Para nadie es un secreto la enorme jerarquía política que, como poder fáctico, tienen en nuestro país los medios de comunicación, especialmente las televisoras. Hacen y deshacen imágenes de cuanto actor político o artístico se opone a sus designios o simplemente osa cruzarse en su camino. Su influencia es tal que convierten cualquier asunto en noticia principal con fines de distracción o simplemente para demeritar o enaltecer a cualquier persona o acontecimiento. Hay un sinfín de ejemplos:

Por efectos de la frágil memoria del pueblo, masa informe-¿la tendrá?-, a nadie extrañaría que del tenebroso caso de “El Chupa Cabras” ya no tenga recuerdo alguno, a pesar de la intensidad noticiosa con la que día a día de manera periódica insistían los medios sobre ése asunto que a muchos aterrorizaba y del que nadie podía dar constancia pero que todo el mundo aseguraba ser testigo. Era un magnífico señuelo lanzado a un pueblo en desgracia económica con el propósito de distraer su atención y mantenerla alejada de su diario padecer; el retiro y vuelta de la noticia se movía al ritmo de la crisis. Aunque esta no ha desaparecido, habrá que coincidir en que los números de la inflación ya no son de dos o tres dígitos.


En cambio de tema, los fogonazos del Popocatepetl fueron nota cotidiana, de improviso esta desapareció, no así las exhalaciones del volcán. ¿Se habrá olvidado aquel episodio de la ayuda humanitaria mexicana a los damnificados del Tsunami filipino, cuando la televisión reseñaba el avance del pequeño buque en su travesía diaria? o aquella noticia que se mantuvo una semana en la cartelera noticiosa sobre los náufragos que por nueve meses bogaron sin destino en el proceloso mar del pacífico (¿alguien recuerda que hasta una película dijeron que iban a filmar?), estos y otros distractores más son ejemplos paradigmáticos de la forma en cómo se las gasta “nuestra” televisión para, cuando así conviene, distraer la atención del pueblo.


Para abundar en el caso, recordemos la profusa y cotidiana información televisiva acerca de Oaxaca que hacía sentir que en ése Estado todo se convulsionaba. Ahora, ¿Habrá quien crea que el problema social y político que vive Oaxaca concluyó con los apabullantes resultados electorales de carro completo para el PRI en su reciente proceso electoral? O, en sentido contrario, cabe otra pregunta ¿porqué después de aquella elección de pronto desapareció Oaxaca de los noticiarios televisivos? ¿Acaso sólo fue un conflicto artificial al que los medios dieron extraordinaria difusión por razones que quienes lo indujeron conocen muy bien? Sería simplista atribuirlo al hecho de que por llevarse el carro completo el gobernador priísta convenció a su pueblo de las bondades de su gobierno. El caso es que, de pronto, como por encanto, Ulises Ruiz dejó de ser la noticia principal en los medios. Quizá la empezaremos a escuchar de nuevo en cuanto se acerque el tiempo de los comicios para elegir a las autoridades municipales del Estado vecino.


Al inicio de la semana que concluye el tema televisivo principal fue la “heroica” defensa que el duopolio hizo para “salvar” a la democracia al salir en defensa del Consejero Presidente del IFE a quien convirtieron en víctima propiciatoria del “ataque de los legisladores”. El trasfondo era evitar que la reforma electoral tocara sus intereses, cifrados en miles de millones de pesos, porque la reforma electoral incluye los tiempos oficiales para difundir en períodos comiciales la propaganda política de los partidos. Cuando el Senado, dando oídos sordos a la exigencia de los dueños de las concesionarias televisivas, no dio reversa a su proyecto de Decreto, aprobando la reforma a los artículos 6°, 41, 85, 99, 108, 116 y 122, y adicionando un párrafo al artículo 97 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, entonces se olvidaron de Ugalde porque ya es historia y ahora luchan por salvaguardar, según ellos, “la libertad de expresión”.


“No se equivoquen. Podrán doblar a mas de un político, pero nunca quebrar al Estado”, les dijo Beltrones. “Apenas empiezan los cambios profundos. Hay muchos grupos de interés que reordenar. La finalidad de la reforma es que pensemos mas en la Constitución y menos en la televisión”, dijo Santiago Creel, acaso como mea culpa de su protagónico papel al impulsar la ley Televisa en 2005. Cambios de rumbo en nuestro país que refrescan el ambiente, aunque lo coetáneo del evento nos impide dimensionarlo en todo lo que vale porque son parte de la transición y confirman el avance hacia un nuevo régimen. La perspectiva de los tiempos nos dará más luz sobre este particular.
La colegisladora votó en el mismo sentido pero, siempre el pero del pesimista, este pleito lo protagonizan la oligocracia y la partidocracia contra el duopolio televisivo.

¿Quien de entrambos interpretará el sentir y los intereses del ciudadano? Al teleadicto ni preguntar, porque, dicho esto con todo respeto, semejante al cordero sólo atinará a repetir lo que ve y escucha; si responde su respuesta será mecánica, inducida en una mente nada reflexiva, éste es el capital de las televisoras y a él éstas se atienen.


alfredobielma@hotmail.com


Septiembre 2007