RAFAEL MURILLO VIDAL
(21 AÑOS DE SU PARTIDA)

Por Alfredo Bielma Villanueva



Rafael Murillo Vidal gobernó al Estado de Veracruz de 1968 a 1974, sucedió en el cargo a su amigo de toda la vida Fernando López Arias, en su juventud ambos formaron parte del grupo cercano a Manlio Fabio Altamirano cuya muerte por asesinato en 1936 ocasionó que dieran el gran viraje político cuando eligieron acercar sus proyectos personales al de Miguel Alemán Valdés, en demérito de las aspiraciones de quien era considerado el heredero del altamiranismo veracruzano, don Manuel Zorrilla Rivera.


Como en política-aunque no siempre- se recompensan las adhesiones oportunas, el licenciado Miguel Alemán Valdés, de bien ganada fama de ser “amigo de sus amigos”, recompensó a Rafael Murillo Vidal haciéndolo diputado local y depositándole la confianza y distinción de ser precisamente quien le tomara la protesta de ley como gobernador del Estado de Veracruz. A partir de aquella astuta visión que los identificó con Alemán muchos de los cargos públicos de Fernando López Arias y de Rafael Murillo Vidal tuvieron sello alemanista.


En política, tiempo y circunstancias se conjugan a la perfección, es una relación de causalidad que explica parte de esta actividad del hombre. Lo ejemplifica, en el caso concreto de Murillo Vidal, la coincidencia en la oportunidad de varios actores de la arena política en México, cuando fueron senadores Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Fernando López Arias, Alfonso Corona del Rosal, Ernesto Uruchurtu, Donato Miranda Fonseca, etc. y el Oficial Mayor de aquella legislatura fue el Lic. Rafael Murillo Vidal. El presidente de la República era Miguel Alemán Valdés, el periodo: 1946-1952.


De esta Legislatura, pocos años después (6 y 12), llegaron sucesivamente a la presidencia de la república López Mateos y Díaz Ordaz, quienes hicieron gobernadores de Veracruz sucesiva y respectivamente a Fernando López Arias y a Rafael Murillo, previa consulta de opinión-no permiso-con el ex presidente Miguel Alemán Valdés.


Diputado local, diputado federal, presidente del Consejo Municipal de Orzaba, Director de Gobierno en la Secretaría de Gobernación con Miguel Alemán Valdez, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, Oficial Mayor de la Cámara de Senadores, Juez, Agente del Ministerio Público, Director General de Correos de México; dirigente de la CNOP en el Distrito Federal. Secretario de Acción Popular del CEN del PRI, a Murillo Vidal le correspondió el privilegio de firmar el Acta que dio nacimiento al Partido Revolucionario Institucional en representación del Estado de Veracruz. Como Senador de la República aspiró a Gobernar Veracruz y su amigo, el presidente Díaz Ordaz, le cumplió su deseo. Ciertamente una gran carrera de éxitos políticos de Rafael Murillo Vidal.


Es uno de los gobernadores veracruzanos que, por su altísima calidad humana demostrada durante el desempeño del cargo, sin duda alguna recuerda un gran número de jóvenes, hoy profesionistas exitosos, que estaban a punto de dejar las aulas universitarias.


Muchos de estos jóvenes fueron recurrentes visitantes del gobernador Murillo Vidal, pocos de ellos podrán decir que sus peticiones no fueron atendidas y sus planteamientos pacientemente escuchados. Recapacitarán, a estas alturas de su vida, acerca del cuento aquel irreflexivamente aceptado que los malquerientes de siempre hacían circular, de que “al gobernador lo engañan sus colaboradores”, adelantando como explicación la “avanzada edad” del gobernante. Por supuesto que esa percepción era favorecida por la inmadurez, la falta de experiencia y de información de quienes la daban como cierta, porque cabria preguntar ahora a quienes rebasan la media centuria de años si a estas alturas podría alguien de 30 a cuarenta años, sorprenderlos con una mentira habida cuenta de la experiencia acumulada, sobretodo en los términos de Murillo Vidal. En ese contexto es difícil suponer que se pueda engañar al depositario del poder.


“Ya está viejo por eso se duerme mientras atiende a la audiencia” decía otro cuento. La jornada diaria del gobernador iniciaba en sus oficinas del Palacio de Gobierno a las 11horas hasta las 18 horas; se reiniciaba a las 21 horas para finalizar a las 2 horas del día siguiente. Durante ese lapso el gobernador atendía en audiencia a no menos de 15 personas, sin contar los acuerdos con sus colaboradores, ¿podría un hombre con esa rutina de trabajo “dormirse” durante una ininterrumpida audiencia? El ejercicio del Poder permite a quien lo detenta imprimirle su muy personal estilo, Murillo Vidal gozó a su modo de ese privilegio utilizado como estrategia la candidez del novato y la maledicencia pública para crearse la imagen del hombre bueno-que en realidad lo era- mientras los otros eran los villanos. Así podía recorrer las calles xalapeñas, del Puerto de Veracruz, Tuxpan, Córdoba, Orizaba, etc. rodeado de ciudadanos y jóvenes a los que paternalmente saludaba.


La formación del carácter de un gobernante es producto de un largo añejamiento en el camino de la vida. Para Murillo Vidal fue una gran ventaja poseer una formación cuya madurez fue tan sólida que le permitió enfrentar con estoicismo los problemas más severos, en situaciones políticas verdaderamente criticas. Fue su recia formación, aunada al profundo conocimiento de la condición humana la que le permitió afrontar con éxito los problemas de su encargo y sobrellevar las veleidades de sus colaboradores.


Es verdaderamente difícil que en un equipo de gobierno se establezca la indeseable unanimidad, lo impide la diversidad de caracteres, los intereses personales y el origen de cada quien. En el equipo de colaboradores de Murillo Vidal se formaron grupos de disenso ocasionados por las diferencias personales. Pero la referencia unánime era Don Rafael Murillo Vidal, aquellos jóvenes bien sabían que no escapaban al escrutinio del gobernante, por tal razón ellos se cuidaban de informarle los detalles de sus acciones.


Por su profundo conocimiento del ser político, sin aceptarla, nunca prohibió la intriga, sería pretender evitar el trueno durante la tormenta; jamás reconvino con palabras al intrigante, era suficiente una mirada severa para acallarlo. Dentro del deber ser de la política demostró Murillo Vidal que un equipo de colaboradores no se integra ni por capricho ni al azahar, sobre todo cuando está en juego el destino social y económico de los conciudadanos. El servicio público-decía - conlleva responsabilidades que incluyen el hacer compatible el sentido de la amistad con el del deber; saber distinguir los límites entre ambos es tarea tan difícil que con bastante frecuencia el gobernante se equivoca.


La capacidad, la eficiencia, la vocación de servicio y la lealtad del colaborador se conocerán en el transcurso del desempeño, la gratitud una vez concluida la relación de trabajo. No ignoraba Murillo Vidal la bipolaridad del hombre ante el poder, conocía a la perfección el antes y el después de su ejercicio.


En la soledad que la practica del poder impone se mide el temple del gobernante. Rodeado por muchos, acechado continuamente por casi todos, no le queda sino resistir el embate del chisme, de la intriga y del halago insulso. A esta plaga Murillo Vidal opuso la enorme barrera de su carácter, sabio como fue no vivió la pena de la ingratitud y de la deslealtad, al concederles carta de naturalización como entidades consustanciales a la condición humana, las superó cual águila que vuela en el nítido firmamento en aires hasta donde no llegan aquellas ortigas de espinosa textura.


Desde sus orígenes, la cultura occidental se orientó a reconocer sus a paradigmas perpetuándolos para la posteridad al rendirles homenaje a su memoria, erigiéndoles estatuas, representándolos en bustos, reseñando sus hazañas, repitiendo sus expresiones y hasta magnificando sus acciones, es la excelsa expresión de gratitud, no por cierto una de las más comunes de la condición humana.


En la capital del Estado una importante avenida lleva el nombre de este ilustre veracruzano, allí también se ubica la estatua que recuerda su imagen, gracias a la voluntad desinteresada de otro buen gobernante, Agustín Acosta Lagunes, quien supo reconocer los lauros de uno de sus antecesores, a quien de alguna manera las nuevas generaciones deben conocer del por qué se le honra. De todo esto, la generación de salida, la que ya entrega al nuevo relevo, es depositaria de invaluables testimonios que hacen la historia.


Y es que la idea que se percibe de un buen gobernante conjuga el binomio de la huella material que se hereda y el sello personal que se imprime, cuyas características sobresalientes son la hombría de bien, la dignidad en la conducta y la honestidad en la actitud, el irrestricto respeto hacia quienes disienten y la sabia virtud de observar en el oponente el complemento perfecto para gobernar para todos. Tal fue Rafael Murillo Vidal.

alfredobielma@hotmail.com
Noviembre 2007