SERENEMOS LA CONTIENDA

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Serenemos la contienda”, recomendó en un apasionado discurso Diódoro Batalla en 1909 porque advertía cómo subía el tono de las intrigas y las confrontaciones suscitadas por el ya inminente relevo de Porfirio Díaz en la presidencia de la república, que finalmente terminó en conflicto armado y en el adiós a Díaz en el Ypiranga. Ahora que estamos en pleno proceso electoral para el relevo de mandos en el gobierno estatal en Veracruz parece que estamos viviendo la equivalencia de aquel enardecido episodio, reflejado en la peligrosa escalada de la guerra sucia entre quienes contienden; bien haría que el árbitro electoral interviniera cuanto antes, después será muy tarde.

Para nadie es un secreto, porque se advierte de manera cotidiana, que los ánimos están caldeados, inútil sería intentar la negativa porque a todas luces no es este un proceso electoral que se mueva por los cauces de una confrontación política ordinaria. No parece esta una disputa cívica entre ciudadanos que buscan por la vía del derecho la oportunidad de servir a la comunidad. Más que a una confrontación política para ganar la oportunidad de sacar adelante la problemática social, se asemeja a una reyerta entre enemigos que buscan a toda costa liquidar a su contrario. Es difícil pero, en vez de hacer a un lado las cuestiones personales atendiendo a una contienda civilizada para la que existe un marco normativo previamente diseñado, se exhiben molestos asuntos de barandilla con el propósito de descontar al adversario. ¿Por qué no se utiliza en todo caso la vía judicial que esclarezca el contenido de las graves imputaciones periodísticas? Mientras así no suceda sólo será una vil calumnia….que algo queda.

El diseño de una disputa electoral debidamente calendarizada se trastorna cuando en ella irrumpen elementos de discordia personal; no debería ser, pero más que confrontación de ideas y programas prevalece la inquina entre quienes contienden. Por esta razón, no está por demás recordar que cuando la animosidad entre los adversarios es irreconciliable, se debe evitar llegar a límites peligrosos, tal cual parece ser la tendencia en Veracruz.

Para evitar la injerencia de los gobiernos en este tipo de procesos, desde la década de los 90 del siglo pasado, los mexicanos nos dimos los órganos necesarios para otorgarles confiabilidad y credibilidad a los resultados electorales. Ya no más juez y parte, como ocurría con el desempeño de la antigua Comisión Federal Electoral, y sus equivalentes estatales, presididas por el Secretario de Gobernación y Secretarios de Gobierno, respectivamente, a cuyo cargo corría la organización de los comicios, redondeando la faena con un Colegio Electoral legislativo integrado con absoluta mayoría priísta que se encargaba de calificar los resultados.

Por esta nada democrática condición la ciudadanía presionó para crear los órganos de carácter público que sustituyeran la intervención gubernamental en la organización de los comicios populares, tomando como primera premisa que el gobierno ya no participara en su organización. Así nació el Instituto Federal Electoral en lugar de la Comisión Federal Electoral para organizar todo lo relativo en materia electoral federal, dejando a los Institutos electorales estatales hacer lo propio con los comicios de ese orden. Con este bagaje institucional los procesos electorales y sus resultados han obtenido credibilidad y confianza, constancia histórica de ello lo testimonia la alternancia partidista en la presidencia de la república y en los gobiernos de los Estados de la federación.

Ahora se cuenta con una normatividad electoral producto de la exigencia ciudadana, no dádiva gubernamental. El gobierno ya no controla los procesos electorales y los órganos que los regulan se integran conforme a una legislación que refleja la reivindicación ciudadana. Sin embargo, en política para uno que madruga otro que no duerme. De alguna manera el poder político ha buscado la manera de penetrar esos órganos ubicando gente de su confianza a partir del proceso de su integración.

Nadie pudiera poner en tela de duda el desempeño de quienes componen el IEV, sí en cambio sobre su capacidad de resistencia para mantenerse al margen de simpatías o aversiones políticas en el ejercicio de su responsabilidad, y en esa condición la confiabilidad bordea la desconfianza. Bien pudiera aplicarse aquí la manida frase que refiere la condición moral de la mujer del Cesar, de allí que miles de ojos estén puestos en su actuación y comportamiento.

Desde los prolegómenos del actual proceso electoral veracruzano se advertía la animosidad entre algunas de sus partes; es fácilmente observable el azuzamiento y de donde provienen las insidias. Finalmente nada que espante, porque peores enfrentamientos los ha habido según registra nuestra historia. Pero corresponde al órgano instituido para arbitrar estos cotejos vigilar que el encono no rebase los límites de la prudencia y que haya orden y respeto entre los contendientes; actuar a tiempo vale más que la negligente omisión. A leguas se ve que el horno no está para bollos y que de seguir como va, la virulencia acrecentará hasta el grado de ebullición sino se pone tope a las tendenciosas estratagemas.

Aunque conciliar los intereses diametralmente encontrados es ciertamente difícil, no está por demás atemperar los ánimos, ahora que todavía es tiempo pues el tramo hacia la meta, según se ve, aún es bastante largo.

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010