BALANCE Y CALIFICACIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva




En 2005, en la instalación del Consejo Editorial de la Crónica de Gobierno 2004-2010, el gobernador dio punto de partida para que en ese documento relator de su gobierno se registraran “las razones y las bases de cada acción y obra con una visión para la calificación futura”. Como no hay plazo que no se cumpla el momento para la calificación se acerca, la ocasión es propicia para exponer la versión ciudadana de dicha crónica, guardando prudente distancia del exorbitado género adulatorio de cuyo abuso hay permanente constancia en los medios.

Origen es destino. Quien esto suscribe, espoleado por una curiosidad científica, en la que mucho tiene que ver el llamativo estilo personal de Fidel Herrera, desde el inicio de este gobierno se dio a la tarea de analizar discurso y acciones; a cotejar la congruencia entre el decir y el hacer del gobernante. Como premisa metodológica se condensó la información del primer año de labores en el libro intitulado “Recuento de un Estilo” presentado en 2006; allí se inscribe el proceso de selección de candidatos de los diferentes partidos al gobierno del Estado, los resultados del proceso electoral de 2004 y la forma en cómo se resolvió por parte del Tribunal el litigio electoral.

De inicio, comentamos la información proveniente de la titular de la Unidad de Vinculación para la Transparencia, dependiente de la Secretaría de la Función Pública, en el sentido de que, en el Estado de Veracruz, más del 40% de los recursos aplicados a la infraestructura pública durante los últimos 30 años, no existía (2004). Adelantamos el juicio de que “esta deprimente situación nos remite, una vez más, a la corrupción y a la impunidad con la que se han manejado los recursos públicos, a pesar de los controles que el propio sistema político ha creado para evitarlos”.

Adelantamos la esperanza: “Es de desear que las nuevas generaciones tengan la oportunidad y la responsabilidad histórica de sumarse al esfuerzo para generar una nueva cultura política, que suprima y reemplace la que heredaron y no pudieron o no quisieron desechar las generaciones ya de salida y que, en el mejor de los casos, la supere en todos sus términos para concluir con la aciaga etapa de autoritarismo, corrupción e impunidad que han sido su sello característico.

Apuntamos: “Es insoslayable reconocer que, por razones de ciclos generacionales, con Fidel se cierra el periodo de quienes iniciaron su trayectoria política hace 30 años. Comienza una generación de jóvenes en el quehacer político de nuestro Estado, algunos ya han sido incorporados al servicio público; se desea para ellos un pronto aprendizaje de la cosa pública en términos de honestidad y autenticidad; apartados de la mentira, el engaño y de la simulación que tanto daño han causado a México. Por la plasticidad de los fenómenos sociales no hay paradigmas absolutos ni mucho menos eternos, pero no será difícil encontrarlos en nuestras efemérides históricas y acomodarlos a sus circunstancias”.

Del primer año de gobierno escribimos en el referido libro: “No se duda de la buena disposición del gobernador para resolver los problemas de los veracruzanos, y en este primer tramo Fidel Herrera ha hablado de miles de obras que su gobierno está haciendo, la verdad es que por su número debieran ser perceptibles pero, a excepción de algunas, las demás no se notan. Sea por el noviciado, o por los problemas financieros, se estará de acuerdo en que ha habido dificultad para iniciar las obras que Veracruz requiere para su desarrollo pero es evidente la desproporción entre lo que se afirma y los hechos.”

Pero advertíamos: “sin embargo, es verdad que conviene una previa visita al escenario, para conocer el elenco, curiosear tras la tramoya y observar los ensayos de una obra que es a seis episodios, el primero de los cuales se encarga de introducir hacia el público a los actores, que presta atención a los personajes y sirve para medir la capacidad histriónica de los figurantes, algunos de ellos con mucho renombre; también para conocer el papel que a cada uno le corresponde y observar el desempeño del protagonista principal, sobre cuya caracterización pesa toda la responsabilidad. Este panorama suministrará los elementos para avizorar como será la representación”.

Abundamos: “Pero esta comedia tiene la muy particular cualidad de ser interactiva; es decir, el resultado no depende tan sólo de la actuación lineal del actor principal, pues en ella participan otros personajes que en la trama piensan y opinan de manera diferente que aquel, de tal suerte que defienden o se oponen a sus deseos y acciones. También está el gran público espectador, interesado en que todo salga bien para salir satisfecho de la representación, no sin antes aplaudir o, en su defecto, rechiflar a los actores”.

Ya es cuarto para las doce, lo que se hizo en el orden del gobierno estatal es todo lo que podrá inventariarse en su haber. Ha llegado el momento de apagar las luces y doblar las butacas porque la función está por terminar. Se sabrá bien a bien si el elenco que ya se va se ha hecho merecedor de aplausos o de abucheos.


Ya estamos por llegar a la otra orilla y nos encontramos insertos en el proceso electoral para relevar mandos en dos órdenes de gobierno y en la integración del Poder Legislativo estatal. Si bien en política todo es permisible, hasta lo éticamente incorrecto, un hecho que la ciudadanía veracruzana ha venido observando en el desarrollo del actual proceso electoral es su preocupante sintomatología que presagia una muy segura judicialización de los resultados. No se requiere demasiada sensibilidad o dominio de la perspectiva para llegar a tal conclusión, un simple ejercicio deductivo fundado en los datos que la realidad arroja sería suficiente.

Es iterativo afirmar que en este proceso se encuentra una elevadísima dosis de intervencionismo oficialista, ya del gobierno estatal, ya del gobierno federal, condimentada por la ausencia de química y el choque entre visiones antípodas de la conducta política, y de antagónicas actitudes frente a la cosa pública. La controversia electoral aquí pinta a reyerta; es ganar o perder, difícilmente habrá espacio para la conciliación, cuando más, para la negociación.

Aunque no hay mucho “pueblo político” que tome conciencia acerca de lo que es un buen o mal gobierno, y atinar si el que termina merece aplausos o abucheos, las campañas de proselitismo servirán para ubicar al ciudadano sobre la realidad que lo circunda para entonces votar en consecuencia. ¿Aplausos o chiflidos?

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo- 2010