PASANDO EL RUBICÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva




El día de hoy el Partido Revolucionario Institucional formaliza la candidatura de Javier Duarte de Ochoa al gobierno de Veracruz. El ungido emerge de un proceso no exento de resquemores, que lastimó a importantes cuadros políticos de la entidad y deja un indiscutible sentimiento a sucesión antidemocrática, a herencia anacrónica, a imposición, a capricho, a continuismo en el que, encerrado en esa circunstancia, Javier Duarte es el menos culpable.


El síndrome de la herencia y del continuismo trae aparejado un cúmulo extraordinario de rumores, comentarios, suposiciones, especulaciones, chismes, etc., etc. Entre ellos el de si Duarte, en caso de que el voto de los veracruzanos lo favorezca, acatará los designios de Fidel Herrera; de si una vez tomado el mando actuará con independencia de criterio respecto de su antecesor. Se habla ya desde ahora de la conformación de gabinetes prefigurados en base a compromisos políticos adelantados, equipos de gobierno integrados bajo promesas a cambio de adhesión. Paralelamente se dice que hay otro, aunque paradójicamente es más hipotético, que sería el que integrará, en la hipótesis de su victoria, el ahora candidato.


La experiencia histórica demuestra que el poder no se comparte; que, aunque delegable, quien lo detenta no permite dudas sobre su preeminencia volitiva. Existen en las crónicas nacionales episodios como el del famoso “Nopalito”, Pascual Ortiz Rubio, quien no resistió la pesada carga indignante que lo obligó a renunciar al puesto de presidente de la república. A contrario sensu está el de Lázaro Cárdenas, a quien su amigo Rodolfo Calles, uno de los hijos de don Plutarco, destapó para la presidencia con cierta antelación a que lo hiciera el Partido Nacional Revolucionario. Apenas transcurrido el año del gobierno cardenista sobrevino la escisión y el enfrentamiento con el llamado Jefe Máximo, con la consiguiente purga de los callistas del gabinete de Tata Lázaro. Libro pródigo de sabiduría es la historia.


Las especiales circunstancias que rodean a Javier Duarte de Ochoa han encubierto su verdadera personalidad, hasta ahora desconocida para los no cercanos. Sin embargo, como ocurre con las zambullidas en los ríos, una vez en la turbulencia no hay más que nadar hasta la otra orilla, sin flotadores, atenido solo a la destreza personal. Quizá pronto conoceremos al verdadero Duarte; mientras tanto, su calidad de novicio lo supedita a la relación con la vieja clase política veracruzana; veteranos los más, son quienes forman el equipo integrado por su ex jefe para acuerparlo y llevarlo a buen fin; gente con vasta experiencia en lides electorales. De entre ellos, algunos, no muchos, están manejando las candidaturas en cuanto a composición de ayuntamientos y fórmulas para representantes populares. Otros preparan lo conducente para avituallarlo en mítines y prepararle la parafernalia correspondiente; algunos más están en el conocido “anonimato” preparando la guerra sucia y diseñando estrategias para desmantelar a las contrarias. Los maletines con abultados sobres no esperarán mucho para aflorar.


La tarea de Duarte en este proceso es conducirse con prudencia para no resbalar, cuidando el discurso. En este renglón se marca una desigualdad respecto de sus oponentes electorales, porque a diferencia de ellos no ha tenido que lidiar en las negociaciones con sectores, cuadros políticos, líderes regionales, caciques financieros etc., para conformar las candidaturas de su partido a legisladores, a alcaldes, síndicos y regidores. Se ha arrogado esa tarea quien lo ha impulsado auxiliado por quien pronto accederá a la presidencia del PRI estatal. En cambio, obligadamente Dante y Yunes distraen esfuerzos y se desgastan para acomodar sus piezas tratando de evitarse el menor daño colateral posible.


Si el debate es ineludible habrá que escoger qué opción daña menos: omitir la asistencia, generando con ello la idea de no estar a la altura del reto, o asistir enfrentando un riesgo calculado. Lo anterior, porque un debate en las circunstancias actuales no sería solo para contrastar programas, sino también para escudriñar personalidades. La dicción, la figura, la trayectoria personal, el conocimiento de la agenda pública, forman parte importante de la confrontación electoral. Obviamente, enfrentar a Dante y a Miguel Ángel Yunes sin la debida preparación sería prácticamente un suicidio.


No escapa a cualquier análisis la ventaja con la que arranca el candidato priísta, se debe más que nada al previo posicionamiento del Partido Revolucionario Institucional, respaldado en los recientes resultados electorales y en una intensa campaña previamente establecida y divulgada profusamente en medios predispuestos para el caso. El asunto resulta de doble filo porque el visible acercamiento de los porcentajes que revelan las consultas de opinión puede generar la impresión de perder terreno, a pesar de todo lo que ya se ha hecho. Débese tomar en cuenta que los contrincantes electorales de Duarte acaban de empezar la tarea, habrá que observarlos una vez que tomen velocidad.


Recientemente agregadas al gasto político-electoral no pocas firmas encuestadoras han perdido crédito, esto es debido a que sus personeros dan la impresión de tomar partido y someter el resultado al gusto de quien paga el trabajo, en demérito de la verdad escrutada, sin apego ético al procedimiento con el que debieran conducir sus investigaciones; empero, son herramientas útiles para orientar estrategias y hasta para engañar a la ciudadanía y al cliente mismo.


El espacio escogido para el acto multitudinario reviste especial importancia; con todo, no es la primera ocasión que se le destina para tales efectos. En 1998 lo hizo Miguel Alemán. Más lejano aún, en 1974 el insigne gobernador Rafael Murillo Vidal acondicionó el lugar, una vez tragados los sapos del “Carbonelazo”, para recibir allí al presidente Echeverría y propiciar el escenario que prepararía la candidatura de don Rafael Hernández Ochoa al gobierno de Veracruz. El lugar tiene historia política, supera en ello a los logros deportivos que en él se han alcanzado.


Llenarlo no reviste dificultad alguna, bastaría con que cada planilla municipal, de las 212, acarree cien “compañeros de partido”, sería suficiente para repletarlo. O bien, 150 que alcanzarían hasta para colmar las vallas. Pero la opción más confiable es traer gente de Veracruz- Boca del Río, Córdoba-Orizaba, de poblaciones aledañas a la capital y de las colonias de Xalapa. Será un evento cuya parafernalia, su orden del día y hasta el contenido de los discursos puede ser adivinado por cualquiera que haya asistido a por lo menos dos eventos de similar naturaleza.


Faltaba más, y no es para menos, en el acto de asunción estarán presente buena parte de la dirigencia priísta y de su nomenklatura. Se requiere reflejar la impresión de unidad y potencia política, ya lo han hecho en Tamaulipas y en Oaxaca. Algunos permanecerán en el Estado, Gamboa, Yackson, entre ellos, conocen lo que enfrentan y están conscientes de que Veracruz representa una gran tajada electoral para el 2012 como para ponerlo en riesgo, adicionalmente el grupo político en el poder veracruzano se juega su permanencia en la jugada, sin menoscabo del gran problema que representaría para más de uno un resultado adverso.


alfredobielmav@hotmail.com


Abril 2010