ARENA POLÍTICA

Por Alfredo Bielma Villanueva



De pronto, la “enterada” clase política mexicana reaccionó con supuesto asombro al darse a conocer los pactos sobre las no alianzas partidistas-electorales que el PRI y el PAN celebraron en lo oscurito con el aval del gobierno mexiquense y la sanción del secretario de gobernación. La pretendida molestia y el desgarramiento de las vestiduras que han provocado su desvelamiento no dejan de ser, por supuesto, una mascarada más de los actores políticos del momento. ¿Porqué la extrañeza de acuerdos subrepticios entre ambos partidos, no acaso sabemos de mucho tiempo atrás los arreglos que entrambos se tejen? ¿Tan flaca es nuestra memoria histórica que ya no recordamos que aún seguimos pagando los estropicios del Fobaproa porque así lo decidieron las bancadas del PRI y del PAN?


Con la carga de protestar por el incremento sostenido de las gasolinas y lanzar pestes contra el gobierno federal, todavía tenemos que recetarnos los estribillos de los gobernadores priístas criticando a Calderón, cuando fueron ellos quienes acordaron de consenso ese aumento a través de sus diputaciones, la de Veracruz incluida, Ahued en la excepción. Es de suyo cierto que ha sido rebasada la capacidad de asombro acerca de lo que es capaz la clase política mexicana.


Que renuncie Nava, que se vaya Beatriz, es la actual exigencia de quienes solo aprovechan la oportunidad para atacar al adversario. Si bien es muy propio de una democracia el debate abierto entre los protagonistas de la arena política y en ella las discrepancias se deben resolver a través de acuerdos, de ninguna manera es permisible la hipocresía con la que tratan de explicar esos pactos de “civilidad electoral”. La ciudadanía debe tomar con toda reserva todo lo que provenga de ése ámbito, que paradójicamente debiera estar a su disposición.


Al margen de cualquier consideración social, se trata de una lucha por el poder entre fracciones de diferente corte ideológico, que tendrán que resolver salvando las previsibles pugnas a su interior. En el PAN, doctrinarios contra el “Yunque”; en el PRI Peña Nieto, el aparente avanzado del salinato, los poderes fácticos y la nomenklatura priísta contra quien se le oponga, aunque Beltrones, está de posible relevo si aquel se “gasta”. En el PRD-PT-Convergencia: López Obrador, Ebrard y De la Fuente encabezan precandidaturas viables. El Verde y el Panal, ya sabemos, son partidos bisagras que juegan a las circunstancias, aunque el primero ya casi ha hecho jurisprudencia electoral con sus añejas e iterativas alianzas con el PRI.


En nuestro entorno más inmediato no deja de preocupar el clima de enfrentamiento político que vivimos en Veracruz, que, sin duda alguna, irá incrementándose porque aquí lo que está en juego no es el futuro de los veracruzanos, sino la lucha por la sobrevivencia política de unos y la actitud retadora de otros. Está más que demostrado que esta clase política, los grupos que la componen, no representan los intereses de la sociedad, salvo opinión en contrario y usted pertenezca o se sienta auténticamente representado por alguno de estos grupos.


Permean el ambiente las interrogantes por saber hasta que punto se llegará, y si será posible que la pugna por el poder se mantenga dentro de los límites que las instituciones y las leyes señalan. Esto ha degenerado a tal grado porque parece que lo que está en disputa no es el gobierno de los veracruzanos sino algo parecido a un botín.


Desafortunadamente, en medio de este clima de enfrentamiento está la sociedad veracruzana que, teóricamente, es la que debiera definir el camino a seguir. Solo que está secuestrada por la maraña de grupos políticos, uno de los cuales está enquistado en el presupuesto y reparte canonjías como si estas pertenecieran a un patrimonio particular y no de los veracruzanos. A pesar de la indeseable posibilidad de un posible desbordamiento de las pasiones, lo que se aprecia no permite el optimismo para prefigurar un proceso normal, que camine en armonía sobre los rieles de la normatividad electoral vigente.


La anterior reflexión nace porque, a pesar de que en la forma republicana, representativa y democrática de gobierno el relevo de los mandos debe hacerse por la vía electoral, lamentablemente observamos a partidos y políticos enfrascados en una contienda huérfana de propósitos sociales; en los que destacan los intereses de grupo y las pasiones personales.


En esa tesitura, se advierte que al PAN le ha surgido una variable nueva, personificada en Gerardo Buganza, quien pareciera que está dispuesto a hacerle la vida de cuadritos a su ex partido. ¿Cómo va a superar el PAN el azuzamiento de la radical mudanza de camiseta del ex precandidato cordobés y que explicación argumentará Buganza para no caer en apostasía hacia su ex partido? ¿Adoptará Miguel Ángel Yunes una actitud de prudencia ante los retos y las provocaciones que menudearán para sacarlo de sus casillas? Está más que visto que, por ejemplo, acciones como la creación de la “Comisión de la Verdad” y el elenco de los “400 pueblos” se encaminan a dificultarle su campaña de proselitismo.


En el PRI ya supimos que la actitud heterodoxa de Héctor Yunes Landa lo orilló a buscar justicia partidista en el Tribunal de lo Electoral y que de ninguna manera le permitirán participar en igualdad de condiciones pues es obvia la bola de dificultades que se le opusieron a su aspiración por conseguir la candidatura. Además, se observa en Javier Duarte a un precandidato que va arropado por un inocultable caudal de recursos financieros y humanos. La profusión de espectaculares, anuncios fijos y móviles en su promoción, es acompañada de los incontables espacios de una prensa que lo privilegia. En esas condiciones sería difícil dar marcha atrás.


Dante Delgado, por estrategia y por necesidad está más abierto a la ciudadanía; así lo obliga la carencia de organización partidista visible a todas luces en el PRD, en el PT y en Convergencia. Ninguno de estos partidos tiene base popular, salvo la convocada por López Obrador que mantiene a un perredismo “duro” a su lado. Su buena administración la registran generaciones ya maduras, pero los jóvenes no encuentran muchas referencias. De cualquier manera, la votación que viene no se inclinará por el mejor, porque quien resulte ganador será el producto de una inversión multimillonaria y basada en una campaña de Estado. Dante lo sabe, su problema, si lo tuviera, es que el corto tiempo de campaña no alcanza para concientizar a la ciudadanía de que en sus manos está la decisión, una acción que debió emprenderse algunos años atrás, lo contrario peca de electorero.


En fin, el diagnóstico puede lucir pesimista, pero la polarización de las acciones y las estrategias que se advierten en el ambiente no permite un pronóstico mejor, y creerle a Carmen Salinas o al “brujo mayor” sería caer en la chabacanería.


alfredobielmav@hotmail.com

Marzo 2010