GUERRA SUCIA



Por Alfredo Bielma Villanueva




Cada vez son más acentuados los síntomas que demuestran el deterioro que va sufriendo el proceso electoral veracruzano, aún cuando éste no haya iniciado su etapa proselitista. Está tomando un cariz más que preocupante, a juzgar por acontecimientos que reflejan, entre otras particularidades, ciertas actitudes de intolerancia por las que se pretende privarle al ciudadano su elemental derecho a disentir, una característica de toda democracia que se respete como tal. Cualquier tentativa por restringir el derecho a proponer un destino colectivo es, por donde se le quiera ver, un signo de impotencia, de intolerancia y de represión.


Está fuera de toda discusión si los veracruzanos merecemos un proceso electoral democrático y de altura, porque para ello nos hemos blindado con un cordón de leyes e instituciones que rigen ese ramo de la institucionalidad republicana. Pero:


Por ser entidades de carácter público- por lo mismo están en la mira del interés ciudadano- importa lo que ocurre al interior de los partidos políticos; como lo que acontece en el Partido Revolucionario Institucional, por cuanto a que sus procedimientos traslucen que no ha superado sus viciados usos y sus añejas costumbres. Se dice lo anterior porque los códigos de la consigna y del dedazo siguen en la médula de su agenda electoral, la genética impone condiciones. Por si quedara duda sobre el particular, bastaría con asomarse a la señalada parcialidad con la que conduce en Veracruz la elección de su candidato a gobernador; esto se acredita en hechos, como lo sucedido, uno de muchos, en la Ciudad de Córdoba el sábado pasado.


Lo explica Héctor Yunes Landa en misiva al subsecretario de gobierno, Francisco Portilla: “Precisamente este último sábado, 67 policías municipales con armas largas, cascos antimotines y pasamontañas, a bordo de 17 motocicletas y 10 patrullas municipales, así como policías ministeriales que llegaron en una camioneta de la Procuraduría de Justicia del Estado, desalojaron a señoras y jóvenes del municipio del que fuiste un extraordinario Alcalde, de un local rentado y pagado en su totalidad por el solo hecho de que al evento que estaban preparando había sido yo invitado (…) Espero mi querido Francisco que los tomadores de decisiones recuperen entereza y para bien de las familias se logre la tranquilidad deseada en Veracruz”.


Lo peor acontece cuando la cerrazón y el nerviosismo trascienden de la arena política hacia el cuerpo social, en donde asoman preocupantes señales de intolerancia, como se puede observar en la queja de los propietarios del sitio noticioso cronicadelpoder.com., recientemente hakeado y periódicamente bloqueado. De igual manera, en tanto no se resuelva el robo que sufrió un negocio propiedad de la periodista Claudia Guerrero, directora del sitio web periodicoveraz.com, irán en aumento las especulaciones acerca de un posible brote de intransigencia. Esto último, porque en su diaria labor ambos sitios de la web traducen en sus notas informativas una versión no siempre coincidente con la unanimidad y porque, además, sus propietarios pertenecen a la Asociación Veracruzana de Periodistas Democráticos, cuyos integrantes con harta frecuencia no comulgan con lo que se dice y se hace en las esferas del poder.


Paranoia, psicosis o nada parecido, pero estos antecedentes poco contribuyen a la serenidad que debiera predominar en tiempos previos a “una fiesta cívica”, como románticamente se calificaba a los eventos comiciales de antaño. Por inferencia, aumentan las dudas acerca de si desde el poder existe la voluntad y la madurez suficientes para garantizar la seguridad personal y patrimonial de aquellos ciudadanos que no obedezcan a consignas oficialistas.


En México y en cualquiera otra parte del mundo, con sus circunstanciales matices, se producen casos de esta naturaleza; nada para asombrar, pero intimidan al ciudadano, cuyo derecho a manifestarse libremente se ve coartado. Se llega a ese extremo cuando abandonamos el argumento de las ideas para blandir el de la represión. Entonces todo se reduce al callejón de la pendencia y es cuando surge la llamada “guerra sucia”. Ésta última habrá que diferenciarla de “sacar los trapitos al sol”, pues mientras la primera consiste en lanzar improperios sin sustento, lo otro, muy distinto, se encarga de hacer del conocimiento público antecedentes aparentemente testimoniados sobre quienes gobiernan o de quienes contienden por el voto ciudadano para gobernar.


Durante el transcurso de los debates que dieron lugar a las últimas reformas electorales se discutió si era válido ventilar en campañas políticas asuntos relativos a la conducta de la persona que aspira a un cargo de elección popular. Hubo quienes se desgarraron las vestiduras “defendiendo” el argumento que “protege” la integridad moral del candidato y que por esa razón no se debieran exhibir asuntos meramente personales. El argumento contrario se sostuvo en la tesis de que era conveniente airear públicamente la personalidad y la trayectoria del aspirante, para que de esta manera el votante conociera el perfil de quien solicita su confianza. Esto último, sin duda, debiera ser la pauta a seguir, pues así el ciudadano sabrá a que atenerse en el depósito de su voto.


En fin, la guerra sucia que se pronosticaba, al igual que sus equivalentes trapitos al sol, ya están aquí, en buena parte son producto de la injerencia oficial en asuntos que debieran ser exclusivos de la ciudadanía y de los costosos y poco eficientes (acaso tampoco confiables) organismos creados para organizar, regular, vigilar y calificar los procesos electorales. Todo porque la experiencia enseña que existe incompatibilidad entre el protagonismo oficialista en materia electoral y el libre sufragio.


Por otro lado, la única manera para evitar que la sociedad y los ciudadanos quedemos en medio de la refriega es despojándonos de nuestra arraigada actitud contemplativa respecto de los asuntos públicos; que pasemos de ser simples espectadores a activos participantes en la contienda electoral, ya opinando, ya formando parte de la promoción de algún candidato o hasta de un partido. No olvidemos que una democracia se construye desde abajo, con ciudadanos que saben por quien y por qué votan.


La de Julio próximo será una oportunidad más para no dejar que la clase política, la partidocracia y el gobierno se despachen solos. Ya demasiados estropicios han causado para que permanezcamos en la inercia de permitir que unos cuantos decidan por todos.


alfredobielmav@hotmail.com

Febrero 2010