CORPORATIVISMO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Si bien el corporativismo fue el signo sobre el cual el priísmo afianzó su cilentelismo político, los tiempos de la globalización económica han propiciado su extinción; de aquel arquetipo vertical por el que se transmitían y acataban las consignas a individuos cautivos en una red de intereses laborales ya poco queda; en la realidad las organizaciones obreras, campesinas y “populares” que aportaban un voto casi monolítico al PRI ahora son meras entelequias. En estos tiempos de vertiginosos cambios ¿Qué convocatoria pudieran tener los vetustos dirigentes obreros oficialistas de la CTM y de la CROC entre una masa obrera cada vez más depauperada, a la que no han resuelto sus problemas? ¿Conocen los campesinos que aún quedan en México a “sus lideres” sectoriales priístas? ¿Son estos los paradigmas a seguir por los agremiados a los que dicen representar y de los que se valen para obtener jugosas canonjías o cargos públicos? Nada de eso, porque ocurre que ahora buena parte de la ciudadanía está más enterada y mejor informada sobre el acontecer político de su entorno y clama por un cambio en los métodos de conducta política y de la política misma.

La crisis del corporativismo se vive también intensamente en el magisterio mexicano, pero en las añoranzas de esa rancia práctica en pleno siglo XXI no falta quien se atreva a especular sobre la capacidad del profesorado para discernir por quien votar, sin la correspondiente consigna sindical. Si bien las dirigencias sindicales de este gremio mantienen todavía a una clientela cautiva debido a las prebendas y beneficios que procuran a sus cercanos afiliados, hay en el seno de este importante sector laboral una diversa pluralidad de opiniones y pensamientos que para nada tienen que ver con consignas partidistas. Resultados electorales demuestran que el profesorado vota plural, ya por el PRI, ya por el PAN, y en algunas entidades-Michoacán, Guerrero y Oaxaca, por ejemplo- se inclinan por el PRD o sus equivalentes. Y está por demás recordar la gran capacidad operativa y la extensa red por la que transitan sus acciones.

Poco queda de aquellos tiempos en los que sólo tronaban los chicharrones del PRI, ahora ni aún el vulnerado sector de jubilados, que por efectos de su temporalidad en su vida activa necesariamente fueron priistas e indudablemente formaron un inequívoco voto duro, se duda que en la actualidad persistan en esa condición; son un grupo económicamente quebrado y decepcionado por no haber obtenido los beneficios a los que se sienten acreedores. Así se observa entre los retirados de las distintas ramas de la producción, los jubilados azucareros, por ejemplo, a los que los propietarios de ingenios pagan sus jubilaciones a cuentagotas, y qué decir de los pensionados cañeros que sobreviven con pensiones menores a los mil pesos. En esas circunstancias bien podemos imaginar la cosecha que les representa la temporada electoral, pues su fragilidad económica los convierte en presa fácil del mejor postor, sin importar color ni siglas.

Así las cosas, poco pudieran significar las adhesiones multitudinarias que en los “mítines” se patentan para determinado candidato. Hacen recordar la magnífica concentración humana en el malecón del puerto de Veracruz en uno de los pre-cierres de la campaña de Salinas de Gortari, en junio de 1988. De aquella magna “demostración de fuerza” el candidato presidencial priísta salió más que convencido de su futuro triunfo, no cabía lugar a dudas que Veracruz le confirmaba su estatus de “reserva electoral del PRI”. Un mes después Salinas lamentaba su confianza, porque comprobó que el PRD había minado los cimientos priístas en Coatzacoalcos, Los Tuxtlas, Xalapa, Papantla, etc.

Lo cierto es que en el centro, norte y sur de la república el PRI había salido a jirones, muy raspado y con deficientes números electorales. De la promesa de arrimarle 20 millones de votos que el presidente del CEN priísta Jorge de la Vega Domínguez le hiciera al candidato Salinas, apenas le pudo juntar nueve. El “voto duro” había fallado; la convocatoria priísta no alcanzó para más.

En 1987 se había producido la gran ruptura al interior de las filas priístas. Un evento no bien dimensionado por el gobierno ni por la dirigencia partidista, porque, según se dijo, se reducía a la salida de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y algunos más. Pasaban por alto que en la realidad el desgajamiento hacía referencia al ala izquierda en un régimen de partido casi único.

La preocupación del gobierno y del PRI en 1988 se centraba en la competencia con la derecha, que venía demostrando una creciente beligerancia en el norte de la república e incluso en Chihuahua había brotado ya sin reservas la abierta participación del clero católico a favor de la causa panista. Pero la depauperada clase media y la enorme masa de proletarios obreros y campesinos voltearon hacia la convocatoria de Cárdenas, en memoria de Cárdenas, el Grande. La votación a favor para Cuauhtémoc Cárdenas y para Clouthier demostró un alejamiento del votante respecto del PRI; evidenció que una alianza entre partidos de oposición hubieran sumado más votos que el invencible mecanismo electoral del PRI; era un rechazo a la política económica del gobierno que había iniciado la globalización generalizada, demostrando que el Partido en el poder era vulnerable a las alianzas opositoras. Por lo que se advierte lo sigue siendo; por lo que se observa le tiene pavor.

Si bien los fenómenos sociales a pesar de su semejanza son irrepetibles, la actual situación político- electoral veracruzana evoca la experiencia narrada, aunque con sus características propias. Aquí, aún ahora escuchamos diagnósticos optimistas sobre “el voto duro” priísta; la base de esas apreciaciones se sustenta en los resultados electorales últimos, sobre todo de 2004 a la fecha, sin duda exitosos para el PRI. Cabría preguntar si en el PRI olvidan que más allá de la frialdad de los números las circunstancias cuentan. Que la dinámica de los acontecimientos influirá determinantemente en el resultado electoral, lo irá manifestando el avance de las campañas, durante las cuales seguramente llegarán a los ávidos oídos de la opinión pública buen número de expediente referidos a los actores políticos.

Más apegado a la realidad por ser candidato de partidos con estructura bastante precaria en Veracruz, Dante Delgado confía en la reacción ciudadana porque la sabe cansada de la partidocracia y sin duda pesará la función de “gozne” electoral que las circunstancias le otorgan. En ésa condición seguramente en junio ya sabremos hasta qué grado pudiera absorber el voto del ciudadano indeciso para aspirar a ganar la elección. Los resultados están a la vuelta de la esquina, poco vivirá quien no los alcance a conocer.

alfredobielmav@hotmail.com
Marzo 2010