MUCHA POLÍTICA Y POCA ADMINISTRACIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Poca política y mucha administración”, presumía de su gobierno Porfirio Díaz. Con la frase hacía alusión a la estabilidad alcanzada durante su mandato, en contraste con los aciagos años en los que México se debatía entre asonadas, invasiones extranjeras e indefiniciones ideológicas. Como bien se sabe, Díaz accedió al poder en 1876 tomando como herramienta el Plan de Tuxtepec esgrimido en contra del intento de reelección de Sebastian Lerdo de Tejada, quien no resistió el embate del ejército y optó por exiliarse en los Estados Unidos, dejándole el paso franco al militar oaxaqueño.

Con un interregno, de 1880 a 1884 en el que Manuel, “El Manco” González, ocupó la presidencia de la república, el país se enrumbó hacia la dictadura de Díaz con su segundo periodo iniciado en1884. Así empezó la era de “la paz de los sepulcros”, el “mátalos en caliente” de 1879 con el que Díaz había perfilado lo que sería su atroz autoridad.

Pero no todos estaban de acuerdo con la veracidad de aquello de “poca política y mucha administración”, diferían los hermanos Flores Magón (Ricardo, Jesús y Enrique) porque “el gobierno del general Díaz se ha distinguido por su mucha política y poca administración… la frase del general Díaz, recogida con fruición y con aplausos por la prensa asalariada no es exacta”, refutaban. Antagónicamente expresaban: “Habrá poca política y mucha administración, cuando los elementos disidentes vayan desapareciendo del escenario de la vida. Mientras esto no acontezca, la vitalidad de esos elementos tendrá que sacrificarse con pródigas concesiones, que serán otras tantas manifestaciones de política…” (Regeneración 17-I-1900).

Un año después insistían: “Esa falta de valor para arrojar al empleado inepto nos conduce a un mal fin…Lo que urge es despedir y no compensar la pérdida de una canonjía con la adquisición de otra…no sucederá en virtud de mucha política y poca administración que anima a nuestro actual gobierno” (Regeneración 15-I-1901).
Ese pasaje histórico de nuestra vida como nación viene a cuento porque lo que hoy acontece en nuestro estado de alguna manera evoca la caracterización de un gobierno que privilegia la política sobre la administración; es decir que rompe el idóneo equilibrio entre funciones cuya armonía define en esencia a un buen gobierno.

Está por demás recordar que no hay escuela para gobernadores ni para presidentes de la república, que el aprendizaje se adquiere en la práctica y que a Fidel Herrera le llevó por lo menos el primer año de su mandato para asimilarlo. Recuérdense los abrumados días de los inicios. Como un reflejo de nerviosismo, cerca de dos años pasó Herrera Beltrán regañando y amenazando a sus colaboradores con despedirlos; exhibiéndolos públicamente e insistiendo en una “ingeniería administrativa” para “hacer más eficiente el aparato de gobierno”. Poco falta para la evaluación y conocer sus alcances, vale entonces un breve recuento para fundamentar criterios.

Una de las primeras declaraciones de Fidel Herrera como gobernador electo fue el anuncio de que deseaba hacer una reforma administrativa profunda. Que enviaría a los diputados locales un decreto de austeridad, disciplina y transparencia en el gasto público, acompañado de una reestructuración administrativa que implicaba la creación de la Secretaría de Turismo. Pero una vez en el cargo el gobernador “fue otorgando nombramientos, algunos sin el perfil requerido, por lo que parecía que importaba más mantener el control de los mismos y así evitar que se filtraran elementos “indeseables”; entre estos, aquellos que no hubieran apoyado a Fidel o, peor, que hubieran jugado la contraria a su proyecto. El resultado fue que, con tantos compromisos que cumplir, se echo mano de lo más cercano o lo “de más confianza”, la mayoría individuos jóvenes que, por su inmadurez, consideraron que su único jefe era la fuente del poder que los ubicaba en el puesto, no el superior jerárquico más inmediato. La consecuencia lógica es la de que hay Secretarios con Sub-secretarios o Directores con mayor peso específico que ellos y que, por lo consiguiente, no les atienden sus instrucciones o, peor, se les enfrentan. Luego entonces, sin unidad de mando, y duplicidad de funciones se produce -a parte de las riñas- la atonía administrativa que dificulta el avance en la implementación de los programas”. (Así está escrito en Recuento de un Estilo, 2005)

En 2005 el gobernador declaró: “Hay partes de la ingeniería administrativa que tienen que ver, como lo que vamos a proponer al Congreso, como son ajustes, evitar duplicidades. Hacer compactaciones y plantear las políticas públicas.” (DX. 21-X-05). En Recuento de un Estilo se escribe: “En la cabeza del ejecutivo indudablemente que sí hay unidad de mando, tan excedida que difícilmente se considera una expresión de sus colaboradores que sea ajena a la voluntad del jefe. Cuando la ha habido, la rectificación ha sido inmediata”.

En realidad, en estos seis años se ha utilizado a la administración pública como un receptáculo de negociaciones políticas. Así lo ejemplifica el caso del señor Jerónimo Francisco Folgueras Gordillo, a quien se le hizo Secretario de Turismo (el tercero en la corta vida de esa dependencia) para que no diera problemas políticos en Tuxpan; aunque poco tiempo después se le asignó otra ubicación con el propósito de dar cabida a un nuevo compromiso político. En el movimiento, a Folgueras se le ubicó como Director del Instituto Veracruzano de Desarrollo Municipal, donde se le condenó a vegetar y a esperar a los obituarios del instituto ya venido a menos.

Aún más, en mengua de la importancia del sector turismo, se nombró al licenciado José Ignacio Trujillo como Subsecretario de Turismo para que no presentara resistencia a la reincorporación de la alcaldesa de Minatitlán al cargo del que había solicitado licencia. A otro se le hace subsecretario de medio ambiente y cambio climático para sacarlo de la jugada en Orizaba; a uno más subsecretario de desarrollo Social para ventilar Perote. etc.

Uno de los más recientes casos es apodíctico: para resolver un problema político en Cosamaloapan se crea una subsecretaría, precisamente en una dependencia como la de Salud en la que si alguna complicación padecen es la escasez de recursos financieros para el cumplimiento de sus importantes funciones.

Un hecho que puede enfatizar la falta de cuidado en el manejo eficiente de los recursos fiscales se transparentó en 2005, cuando la entonces Secretaria de Desarrollo Regional, Leonor de la Miyar expuso a los reporteros que en la Comisión de Agua del Estado había duplicidad de funciones y un gasto adicional no autorizado para sueldos. “Hay doble organigrama, el normal y arriba otro, esto ya lo denuncié a la Contraloría hace tiempo, entonces qué pasa, está carísimo, sólo hay 46 mil pesos mensuales en cuenta, no sabemos cómo vamos a pagar esos empleados, estamos agarrando el dinero de enero, febrero o marzo, lo que pedimos es que se trabaje con administración, ya no voy a decir honestidad.” Expresó que se daban viáticos a quienes no figuraban en la estructura administrativa: “necesitamos servidores que sirvan, no que se vengan a servir, lo que quiere el gobernador es honestidad:” Al exigir respeto a su cargo se refirió que debe ser que el uno esté por encima del dos o del tres y no que el cuatro desobedezca. (21-X-05)
La respuesta fue: “siempre he dicho que en mi administración, ni peleoneros y ahora tendré que decir ni peleoneras, ni descoordinación, estoy haciendo un gran ejercicio de reorganización, de coherencia, unitariedad en mi gobierno”.

Es larga la casuística de este jaez, pero bastan los aquí anotados para normar criterio acerca de la pronunciada inclinación a desestimar el buen uso de los recursos públicos y el cumplimiento de las políticas públicas tan solo para satisfacer dudosas soluciones con cargo al dinero de todos. Mucha política, poca y deficiente administración.

alfredobielmav@hotmail.com
Abril 2010