BICENTENARIO-CENTENARIO

Por Alfredo Bielma Villanueva



La siguiente, muy apretada reseña, lleva el propósito de entender lo que celebramos con el publicitado Bicentenario; con el entendido implícito de que los eventos que integran un contexto histórico deben ser enfocados no simplemente como historia conmemorativa, sino con crítica y hermenéutica pues su conocimiento no es para mejorar el futuro sino para no cometer los mismos errores que en el pasado, y vale para entender porqué estamos como estamos en el presente.


A partir de que México surgió a la vida independiente (de España) difícilmente encontramos en nuestros anales un remanso de paz en el que la armonía hubiera permitido la construcción de un país verdaderamente libre e independiente. No fue así, según lo revelan nuestras efemérides ricas en episodios que demuestran la reciedumbre de un pueblo y su estoica lucha por conseguir identidad y destino como nación.


Hemos sido un país asediado por la codicia de potencias coloniales e imperialistas. Después de España, de cuyo yugo nos liberamos, se nos vino encima el vecino del norte, empeñado en una política de expansión que nos costó la mitad de nuestro territorio. No sanaban esas cicatrices cuando Inglaterra y Francia, un poco también España, armaron una incursión punitiva que nos invadió en los sesenta del siglo XIX. Inglaterra sacó de aquella excursión un jugoso pago de “deuda” y Francia, siguiendo su guerra de expansión allende el atlántico, impuso un príncipe extranjero que resultó ser más liberal que los mexicanos, pero que para su mala fortuna equivocó el rumbo y estuvo en el lugar no indicado, por lo que en 1867 fue fusilado en el cerro de las campanas. La gran lucha de Juárez enalteció la dignidad de nuestra estirpe.


Hidalgo y Juárez, las referencias históricas de México. La república restaurada no contó con mucho tiempo para instalarse porque la ambición de poder de Porfirio Díaz sumió al país por más de treinta años en una oprobiosa dictadura que significó esclavitud, sangre, lágrimas, y una permanente desintegración familiar, lo que desvirtúa el argumento de quienes, desconocedores de las horrorosas condiciones en que vivían los cientos de miles de desamparados, pretenden que esa fue una etapa incruentamente constructiva de nuestra historia.


No hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo resista. El siglo XX inició con las lógicas inconformidades derivadas de la atroz dictadura. En 1901 los liberales fundaron, a partir de su asamblea en San Luís Potosí, innumerables clubes en todo el país, Camilo Arriaga, entre otros, los impulsaba y allí llegó Ricardo Flores. La huelga de Cananea en 1906 y la de Río Blanco un año después marcaron el comienzo del derrumbe de la tiranía. Los precursores: Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón, con Juan y Manuel Sarabia, Librado Rivera, Antonio I Villareal, etc. anunciaron el Plan de San Luís Missouri en 1905. Madero continuó ese impulso y Díaz se fue al exilio y al basurero de la historia. Pero la decena trágica de febrero de 1913 con la usurpación inició una etapa más de derrame de sangre mexicana, cromada con las muertes de Madero y Pino Suárez, el 22 de ese mes y año. Siguió la etapa del constitucionalismo con Carranza al frente.


Entonces surgieron Obregón, Villa, Zapata, Carranza, Calles, De la Huerta, Pablo González, Antonio Villareal; se sumaron Soto y Gama, Manríquez, Vasconcelos, Luís Cabrera, etc. La ambición y la lucha por el poder sin tope alguno defenestraron a Lucio Blanco y Rafael Buelna, entre otros; les siguió Zapata en 1919 y un año después las luchas intestinas entre los constitucionalistas terminaron con el magnicidio de Carranza en mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, cerrando eventualmente una etapa de trágicos acontecimientos.


Fue solo un ligero respiro, siguió Benjamín Hill y en 1923 le tocó su turno a Francisco Villa allá en Parral. En 1926 inició la rebelión cristera, que ensangrentó suelos de Jalisco, Nayarit, Colima, Aguascalientes, principalmente. La guerra por la sucesión para suceder a Calles y la intentona reeleccionista de Obregón produjeron la masacre de Huitzilac en 1927, allí, Francisco Serrano y trece de sus acompañantes fueron ejecutados por orden del gobierno federal. Un mes después acá cerca, en Teocelo, alcanzaron al general Arnulfo Gómez a quien para no ir más lejos fusilaron en el panteón del lugar. Así terminó Obregón con la oposición a su voluntad reeleccionista.


El destino permitió a Obregón saborear las mieles del triunfo electoral en julio de 1928, pero solo por unos días porque el 17 de ese mes fue asesinado por Toral en “La Bombilla”, un restaurante campestre situado al sur de la capital mexicana.


Crisis militares y políticas que no dejaron ni por un momento descansar al país. En 1929 fue la elección para elegir a quien terminaría el periodo de seis años que debió iniciar Obregón en 1928; Ortiz Rubio abanderó al recién creado Partido Nacional Revolucionario y José Vasconcelos en la oposición. Comicios marcados por la violencia que auspicio, según Vasconcelos, un doloroso fraude para llevar a Pascual Ortiz Rubio a la presidencia de México. Precisamente al momento de nacer el PNR, en marzo de 1929, se produjo la última rebelión militar, con el Plan de Hermosillo, encabezada por Gonzalo Escobar en el norte de la República, que pronto fue sofocada.


Cárdenas se guió por el Plan sexenal elaborado en el seno del PNR. Vivió su gobierno la crisis contra el callismo, la gran gesta de la expropiación petrolera y al finalizar enfrentó el grave riesgo por la candidatura oposicionista de Juan Andrew Almazán que despertó una extraordinaria convocatoria, pero no pudo con la aceitada maquinaria del Partido de la Revolución Mexicana que estrenaba el corporativismo en el que se embutió a obreros, campesinos, clases medias y militares.


En 1942, declaramos la guerra al EJE formado por Alemania, Italia y Japón; paradójicamente, la segunda guerra mundial trajo progreso y trabajo para México, esto permitió a Ávila Camacho dejar como su sucesor a Miguel Alemán en la presidencia, porque el oponente de este, Ezequiel Padilla, no representaba gran oposición. Alemán tuvo que emplearse a fondo para sacar con éxito la candidatura de Ruiz Cortines frente a la arrolladora campaña de Miguel Henríquez, acuerpado por militares y una buena fracción del cardenismo. Ruiz Cortines se dio el lujo de pedir tregua para elaborar el programa de gobierno de quien sería su sucesor y pudo sacar, a través del flamante tapadismo, la candidatura de Adolfo López Mateos. Sin embargo, a cambio enfrentó huelgas ferrocarrileras y otros movimientos obreros que reclamaban al gobierno las mejoras que la revolución les había prometido.


Gustavo Díaz Ordaz, buen presidente, sufrió su debacle histórica en el movimiento de 1968, el modelo de desarrollo estabilizador se estaba agotando. Echeverría inauguró la era de las devaluaciones monetarias y puso a la inflación en el diccionario popular pues fue fiel compañera de las crisis económicas de México. José López Portillo también devaluó la moneda ¡y de qué manera! Pero anunció la era del petróleo que nos daría ¡ahora sí! la ansiada independencia. No resultó y con De la Madrid prosiguió la manía devaluatoria con su correspondiente y lucha contra la inflación, aunque inició el viraje de la ruta del Estado interventor Keynesiano para adelgazarlo y convertirlo en solo rector de la economía. Tiempos en los que la pobreza hizo iguales a más mexicanos. Tal situación se reflejó en los comicios de 1988, porque la crisis económica visitó las urnas para expresar el manifiesto repudio de una clase media mayormente empobrecida.


La muerte de Colosio y el levantamiento de Marcos en Chiapas fueron la cereza del pastel en la cúspide de las crisis políticas. “Los errores de diciembre” en 1994 coronaban con ribetes de oro un siglo de persistentes problemas políticos y económicos. Sin duda, obligado por la presión de los Estados Unidos, Zedillo implementó “la sana distancia” con su partido e hizo realidad la alternancia partidista en el gobierno federal. Como remate, nos acabamos el petróleo y parece que ahora sí, para progresar, tendremos que ponernos a trabajar en serio y con disciplina. No hay de otra.


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Mayo 2010