“YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Yo soy yo y mis circunstancias y si no la salvo a ella no me salvo yo” dice un aforismo de Ortega y Gasset que alcanzó resonado éxito entre los filósofos españoles invitados a México por el gobierno cardenista. Por su sustancioso realismo, no tardó en trasladarse al ámbito de la política, aunque recortado a “el hombre y sus circunstancias”. La sentencia viene a cuento en nuestro Estado, ahora que tres candidatos buscan afanosamente el apoyo del electorado para obtener la oportunidad de gobernarlo. Los tiempos de campaña son los tiempos del ciudadano, cada elector representa un pasaporte al futuro; aunque no siempre, la madurez ciudadana se traduce en el tipo de gobierno que se da, no por nada guarda sabiduría el axioma cuya sentencia afirma que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, y en ese sentido en Veracruz el adagio se cumple como una auténtica máxima, visto a través del cristal que cada óptica utilice para observarlo.

Tres temperamentos diferentes entre sí requieren de nuestro voto para legitimarse, es la hora de escucharlos, también de adelantar perfiles y enmarcarlos en sus respectivas circunstancias:

MIGUEL ÁNGEL YUNES LINARES: El lunes 17 del presente mes el candidato de la Coalición Viva Veracruz rindió homenaje a la memoria de quien le abrió las puertas de la política, y a partir de entonces desarrollar su ya larga trayectoria en los menesteres de la cosa pública. Al rendir homenaje a quien lo cobijó apenas egresado de la universidad demuestra un elevado sentido de la gratitud y, por otro lado, sensibilidad al arrancar simbólicamente desde el pueblo de su nacencia su actual campaña. Don Rafael Hernández Ochoa, gobernador de Veracruz durante el sexenio 1974-1980, nombró a Miguel Ángel en la subdirección de Patrimonio.

Ya corrió mucha agua desde aquel entonces; bronco, echado para adelante, pero según sus cercanos “muy derecho”, confiable y cumplidor de sus ofrecimientos, Yunes Linares tiene fama de “mecha corta”.

Dirigente CENOPpista y diputado local en el gobierno de Don Rafael trascendió a ese sexenio como diputado local, y no paso mucho tiempo para que tuviera enfrentamientos con el gobernador Agustín Acosta Lagunes. Sin ánimo de fútil ensalzamiento habrá que reconocer que no cualquiera asume una actitud como la que adoptó Yunes Linares ante una medida de autoridad intolerante y francamente injusta. Enfrentar en la cámara de diputados la consigna de un gobernador, en tiempos del más recalcitrante de los autoritarismos se dice pronto, pero requiere de decisión y carácter. Todavía más, estuvo a punto de voltearle una elección a la mayoría priísta de la que formaba parte en la cámara local para favorecer la moción que tendía a revocar una injusta medida de gobierno que lastimaba la honra de un amigo suyo.

En otro episodio, también como diputado local, se puso al lado del alcalde xalapeño a quien la espada de Damocles amenazaba con cortarle la cabeza. La reata se rompió por lo más delgado pero el incidente dejó constancia histórica de un disparejo desencuentro entre dos ordenes de gobierno; un evento que sin duda es rescatable entre tanta inmundicia que suele darse en la conducta de clase política. Su exitosa trayectoria incluye altibajos, relatarla ocuparía mayor espacio del que se dispone en un artículo diseñado para tres, además, si así se enfocara, correría el riesgo de ser calificado como apologético. Si su esfuerzo alcanza o no el triunfo, pronto lo sabremos.

DANTE ALFONSO DELGADO RANNAURO: Desde sus tiempos de estudiante mostró carácter emprendedor, impulsivo, hiperactivo; hace ya 18 años que entregó el gobierno del estado después del fructífero cuatrienio que le tocó desempeñar en carácter de gobernador interino, sustituyendo a Don Fernando Gutiérrez Barrios a quien había servido lealmente y con eficacia desde la Secretaría de Gobierno. Por carácter, por inexperiencia, o acaso por la combinación de ambos elementos, en 1979 enfrentó la voluntad del gobernador Hernández Ochoa oponiéndole su decisión personal de ganar la candidatura a la alcaldía cordobesa. No obtuvo su deseo porque el autoritarismo se le vino encima, a cambio ganó merecidos reconocimientos por su inusitado arrojo. A pesar de su juventud ya no era un novicio, tampoco se aventó como “el borras” a buscar la alcaldía pues ya había transitado por oficinas públicas del gobierno federal.

Los resultados que entregó a los veracruzanos durante los cuatro años que le tocó gobernar fueron positivos, pues aprovechó con eficiencia el Programa de Solidaridad que el presidente Salinas implementó para acrecer la infraestructura urbana y rural del país. Fue un cuatrienio productivo, banquetas, calles pavimentadas, introducción de drenajes, dotación de agua entubada, alumbrado público y prosiguió con éxito la transformación de Veracruz- Boca del Río iniciada por Acosta Lagunes; una positiva euforia en la que también innumerables alcaldes encontraron la oportunidad para dejar huella de su paso en el servicio público.

Dante fue buen gobernante, no es mal candidato, pero no cuenta con infraestructura partidista que lo acompañe en su intento de volver a gobernar. Los tiempos de hoy, de democracia secuestrada, requieren de una auténtica sacudida ciudadana que no es posible realizar en programas de campaña de solo unos días.

JAVIER DUARTE DE OCHOA: En su caso encaja el aforismo orteguiano: “…yo y mis circunstancias…”. Un análisis como el que aquí se pretende pecaría de torcido si lo enrumbáramos solo hacia la descripción de trayectorias políticas personales, un ramo en el que el perfil de Duarte de Ochoa no encaja, en ángulo comparativo respecto de sus actuales adversarios. Su oportunidad de competir y de ganar proviene de otras circunstancias. Cuenta con el respaldo de un gobernador que aprovechó el corrimiento del autoritarismo presidencial hacia los Estados para convertirlo en candidato. A Duarte lo favorecen, entre otras circunstancias, el que el panismo está entrampado en la suerte que corre el gobierno federal en su solitaria lucha contra el crimen organizado. Cuenta además con todo el respaldo del aparato del gobierno local, con la añeja pero aceitada estructura partidista, con el caudal de experiencia política de sus viejos cuadros, y por añadidura con el voto duro priísta, ese que vota PRI indistintamente de quién sea el candidato. He aquí el capital político de Javier Duarte de Ochoa, no es poco.

Sin embargo, no la tiene fácil. Al salir a campo abierto, por lo menos tendrá que reconocer-como ya lo ha hecho- lo mucho que falta por hacer en el Estado. Quizás ya pulsó la gran diferencia que existe entre el discurso oficial que todo lo pinta en color rosa subido, con una realidad en la que no se encuentra con facilidad la supuesta “gran obra” del gobierno. Por lo pronto, ya en tierras del norte tuvo que reconocer lo más obvio: el lamentable estado de las carreteras y la cada vez mas radicalizada carencia de agua, hecho que deja sin sustento el reiterado anuncio de que había llegado la hora del norte. La esperan aún, son expectativas no cumplidas.

A cambio de cierta holgura que representa la candidatura priísta, Duarte de Ochoa de alguna manera debe cargar con el peso del rumor de la presunta diarquía que, en caso de ganar, presumiblemente envolvería a su gobierno. Cuestión que por ahora no se determinará, pero ya falta menos para saber si de entre estos tres candidatos hay un ganador o si la fuerza de las circunstancias obliga a anular todo lo que de democrático pudiera esconder este proceso.

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010