Adentrarse en la investigación de una etapa histórica de la política de veracruz, cualquiera que esta sea, no es para nada sencillo. Alfredo Bielma Villanueva lo intenta y consigue en esta obra de titulo sugerente, realizar un trabajo verdaderamente valioso por su aportación para el conocimiento de una determinada época del acontecer político del Estado, con las naturales implicaciones con otras entidades, sobre todo con el centro político del país.
La obra de Bielma analiza con profundidad bien documentada no solo el relato ameno de acontecimientos y hechos sucedidos en el periodo que aborda, sino que trasciende con rigor académico a temas tan importantes, desde el punto de vista axiológico, como la naturaleza del poder y la reacción humana ante el mismo capaz de transformar la actitud, cuando no la esencia misma de los individuos. No puede dejar de observarse la manera tan exhaustiva y fina con que el autor examina, en el capitulo correspondiente, la función tan determinante que tienen los medios de comunicación en la vida pública y su innegable influencia en el quehacer político cotidiano, así como la rumorología que se produce en los cafés, donde se arregla y compone toda suerte de acciones de quienes tienen algo que ver con el ejercicio del poder, sean estas ciertas o no.
La motivación del autor la encontramos en su formación profesional como Licenciado en Ciencias Políticas por la UNAM, lo que le permite disponer de los elementos e instrumentos para lograr un trabajo que llena un vacío en el estudio del proceso histórico de veracruz y que consecuentemente servirá como texto de consulta para estudiosos de la materia.
La crónica puntual de sucesos entre personajes de la vida pública veracruzana, va discurriendo de modo claro y objetivo en un ámbito donde estos cobran vida en la recreación de escenarios y acciones que van dando creciente interés al relato, matizado de un anecdotario histórico que entretiene e ilustra, sobre como se desarrolló la vida política de los veracruzanos en los años que abarca el periodo examinado.
Veracruzano de hondas raíces en el sur del Estado, Alfredo Bielma ha sido no solamente testigo del acontecer político de veracruz, sino actor involucrado en el devenir de la función pública, tanto partidista como dentro de la administración y en altas responsabilidades legislativas como diputado al Congreso del Estado. Por ello su testimonio tiene carácter de gran valor histórico.
Es procedente para el mejor entendimiento de lo prolijo y peculiar de toda esta actividad, condensada en apretada síntesis de acontecimientos expuestos por el autor, ubicar el lapso histórico en que esto acaece, cuando las condiciones político sociales del país eran diferentes a las actuales y se correspondía a un patrón univalente que prevalecía como parte de una natural evolución del pueblo mexicano, sistema que agotado por causas de orden sociológico, transitó en afán democrático hacia donde el país se encuentra actualmente.
La obra se va tejiendo con todos los actores políticos, constituyendo una verdadera novela, no de ficción sino de la mas autentica vida real. Protagonistas cuya conducta individual es producto de la interacción de otras conductas típicas de la época, resultantes de la práctica política de esos días, al tamiz de los tiempos actuales pudieran parecer injustificables, sin embargo ubicadas en su contexto temporal se consideraban como algo normal, donde se confirma que cada etapa tiene su propia peculiaridad y sus razones. Sin contrapunto de lo anterior en su trabajo bielma desprende, en una argumentación filosófica de gran mérito, que la naturaleza humana referida a la actividad política es universal y eterna y que por lo mismo se repite fatalmente en todas las etapas del género humano.
La acuciosa tarea de acopiar numerosos testimonios de incontables personajes, junto con la consulta y compilación de documentos y publicaciones de la época, que forman la trama del libro, representa un esfuerzo de proporciones mayúsculas, labor extendida durante aproximadamente dos años de investigación sistemática cuyo merito mayor, entre otros muchos, es la gran capacidad de síntesis que, sin perder la esencia, da sustancia y convierte a esta obra en una excelente contribución para la historia política de veracruz, que habrá que reconocerle superlativamente al autor.
Rubén pabello rojas
Indice
Página
Prologo
Introducción 1
El Papel Generacional En La Política 8
Legislatura Federal Xl-XLI
Camara de Senadores 1946-1952 13
Veracruz: una Historia de su Permeabilidad
POLÍTICA 15
Veracruz en Las Sucesiones de Gobierno 22
A.-LIC. RAFAEL MURILLO VIDAL 1968-1974 41
EL CARBONELAZO 93
B.-LIC RAFAEL HERNÁNDEZ OCHOA 1974-1980 108
C.-LIC. AGUSTÍN ACOSTA LAGUNES 1980-1986 142
D.-DON FERNANDO GUTIÉRREZ BARRIOS 1986-1988 214
LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN COMO INSTRU-
MENTOS ¿DEL PODER? O ¿DE LA SOCIEDAD? 234
E.- LIC. DANTE ALFONSO DELGADO RANNAURO
1988-1992 250
LA CAFETOMANÍA 268
F.-LIC. PATRICIO CHIRINOS CALERO 270
EL QUE VENDRÍA 319
EPÍLOGO 325
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El ocaso del camaleón
“casi todos podemos soportar la adversidad,
Pero si quieres probar el caràcter de un hombre, dadle poder.”
Abraham lincoln
Introducción
La presente investigación es un estudio descriptivo acerca de la permeabilidad política ocurrida en el Estado de Veracruz a partir de 1968, año en que asumió el cargo de gobernador el lic. Rafael Murillo Vidal (1968-1974), hasta el gobierno del lic. Patricio Chirinos Calero (1992-1998).se trata de un ensayo que aspira a proporcionar a las nuevas generaciones, aquellas interesadas en el acontecer político de la entidad, la información correspondiente a la actividad política de la entidad durante los últimos treinta años del siglo XX y los que corren de la presente centuria, porque parece oportuno dar a conocer la trayectoria de los actores cuya huella ha quedado impresa en ese tramo de la historia veracruzana. Vale la advertencia que no es este un tratado de ciencia política y, por supuesto, tampoco un pormenorizado recuento de obras y acciones llevadas a cabo por los períodos de gobierno aquí estudiados; en cambio, se relatan y comentan algunos de los acontecimientos relevantes que marcaron a cada uno de esos periodos de gobierno y, lo mas importante, se registran las circunstancias y los factores que han favorecido el arribo de los protagonistas a la arena política veracruzana, que son, en primera y última instancia, quienes substancian la praxis política.
Es fascinante conocer el desempeño de los actores, observar su paulatina, súbita o insólita ascensión al poder, y observar cómo los vaivenes, que por cierto en esta azarosa actividad son frecuentes, reflejan los continuos claroscuros a que la práctica política somete a quienes la ejercitan. También es interesante prestar atención a la manera en cómo coinciden en el servicio público, y de manera alternativa, los diversos actores, a veces como aliados, otras como adversarios. Y no escapará a la atención de un diligente observador, cómo el individuo dedicado a la práctica de la política se ve asimilado inmediatamente por las entretelas del poder, al tiempo que su personalidad sufre una profunda metamorfosis; mudándolo en otro irreconocible. El impacto del poder sobre la personalidad del individuo es tan contundente que con frecuencia le provoca serios disturbios, inclusive al interior de las relaciones familiares.
La actitud del individuo ante el poder es tan categóricamente humana, que en el transcurso de los siglos encontramos cristalinas constancias de este fenómeno, registradas en la literatura y en la filosofía. Sobre todo en lo que se refiere al modo en cómo impacta el poder a la vanidad del hombre, esa vigorosa fuerza que transforma, deforma y pervierte a la conducta humana. La historia es rica en ejemplos y podemos destacar el caso de Luis XIV, a quien sus contemporáneos llamaban “el rey sol,” famoso por su evidente fruición de poder y por el deleite que le producía ser considerado como el” representante de dios en la tierra”, título que aceptaba sin asomo de rubor. De él se decía que, cuando alguno de sus múltiples cortesanos empalagaba sus oídos, naturalmente comentaba: “me halaga, pero me gusta”, suponiéndose merecedor de eso y mas, tan superior a todo, como el se creía.
En este tenor, es irresistible la tentación de citar a Marco Tulio Cicerón cuando dice que “no sólo es ciega la misma fortuna, sino que también la mayoría de las veces hace ciegos a los que les ha abierto los brazos, y así se ponen fuera de sí de desdeñosos y contumaces, ni nada puede ser más intolerable que un necio afortunado. Y ciertamente puede verse que aquellos que antes eran de costumbres agradables y afables se cambian con el mando, con el poder, con la prosperidad, y desprecian las antiguas amistades y se proporcionan otras nuevas.”
Ha sido tan inalterable ante el poder esta faceta de la condición humana que en el gran compendio de sabiduría que es la Biblia, se registra un profundo llamado a la reflexión cuando en la frase “memento homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris” le dice al hombre: “acuérdate hombre que eres polvo y en polvo te convertirás.” Expresión indiscutiblemente formulada para recordarle al hombre de poder o del dinero su incuestionable transitoriedad.
Partiendo de la base de que política y poder mantienen lazos indisolubles, debemos convenir en que la primera es el proceso mediante cuyas acciones conseguimos llegar, aunque no siempre, al segundo. Pero el poder es una energía con diversos grados de intensidad pues, una vez adquirido, se convierte en medio para acceder a estadios superiores del propio poder; es una escala que tiene como único límite la ambición del hombre que, cual victima de un extraño brebaje, busca con denuedo la última estrella en el delimitado universo de la cosa pública, alcanzando el extremo de considerarse asimismo como una estrella.
Llama la atención la determinante influencia que ejerce el poder sobre el hombre que lo ejerce y la manera en cómo lo adquiere, y no son raras las veces que lo logra sacrificando la dignidad personal, lo que es un lugar común en esta actividad, y es curioso observar que el mismo hombre que se inclina ante el poderoso para adquirir una fracción de ese poder, allá afuera, en el medio social, es otro, como si los tirantes del poder le permitieran caminar mas erguido y porque, además, la sociedad se rige por una tabla de valores convencionales y a comodidad de los poderosos. Basta con conseguir dinero, de cualquier manera, para escalar, ya que para la sociedad actual no hay más valor que el del dinero. Quien lo obtiene, no importa cómo, es un triunfador, al grado de instalarnos, como decía Balzac, en un estadio social en el que “el poder del dinero nos lleva a la más triste de las aristocracias: la de la caja fuerte.” Destino muy disímil a lo que Voltaire, en su rebeldía contra la mediocridad y los convencionalismos proclamaba: “la única aristocracia que reconozco, es la del pensamiento.” Lo que de otra manera es expresada por la sabiduría popular mexicana en el refrán que dice: “sólo dios es caporal, los demás son puros peones”.
En el universo del escenario político, como contraparte del individuo del poder, está la masa amorfa que juega un papel muy importante, y en el que participa su carácter veleidoso, maleable y contradictorio, características que originan que la actitud que hoy asume puede ser diametralmente contraria a la de ayer y muy distinta a la de mañana, lo que hoy desprecia mañana adula, lo que hoy dulcifica, mañana amarga.
En la política se expresan cabalmente la ambición, la envidia, los celos, el egoísmo, la ingratitud, el servilismo y la traición que, aceptémoslo o no, forman parte de la patología humana, y son contrarias a la lealtad y a la gratitud que, quizás por no ser muy comunes, son consideradas como virtudes. Las primeras proporcionan con frecuencia el éxito político, social y económico al individuo que las ejercita, las dos últimas son características de algunos “desadaptados” que participan ya con desventaja en un ambiente en el que la coexistencia no siempre es pacifica.
Fue Protágoras quien afirmó que el hombre es la medida de todas las cosas, considerando no al ser humano en general, en abstracto, sino al individuo en lo particular, a la manera de Unamuno, o, como bien lo definió Ortega y Gasset: “yo soy yo y mis circunstancias”. Si esto es cierto y lo aplicamos a la actividad política, sabremos el porqué se tiene considerada a esta como la mas desaseada de las actividades del hombre, al menos esto es lo que comúnmente se entiende. Por otro lado, si consideramos que el hombre y su condición se expresan con un alto contenido de traiciones, engaños, mentiras, intrigas, ingratitudes etc. Vale preguntarse ¿no hay razón para estar de acuerdo con aquello del desaseo? ¿No es cierto que campeen en la política con toda libertad todas estas “gloriosas” prendas humanas? ¿No es verdad lo que dice Maquiavelo refiriéndose a la política: “quien no sabe disimular no sabe reinar”? O bien el “homo homini lupus”: el hombre es un lobo para el hombre como lo dijera plauto y que popularizara Hobbes, en el “Leviatán”.
Lo anterior sirve para enfatizar lo que Maquiavelo afirma: “los hombres, hay que decirlo, son por regla general ingratos, cambiantes, taimados, tímidos y ávidos de ganancia. Mientras les haces el bien son enteramente vuestros, os ofrecen sus bienes, su sangre, su vida, y hasta sus propios hijos, como ya he dicho, cuando la ocasión es lejana; pero si se presenta, se sublevan contra vosotros.”
Pareciera que los políticos viven una realidad aparte, diferente y ajena a la estructura social, aunque todas sus acciones repercuten directamente sobre ella; sin embargo, debemos subrayar que el individuo dedicado a estos menesteres es un producto cultural de la sociedad en la que se desempeña y, por lo tanto, desarrolla su papel conforme a reglas, creencias, costumbres y valores que la propia sociedad genera; creencias y valores que son asimilados y compartidos por todo el ente social.
Luego entonces, la sociedad debe recordar que los políticos son producto de su entorno, y que forman parte del mismo tejido social que los forja. Pero sucede que la sociedad, como un todo, no tiene conciencia ni aprecia el hecho de que ella en su conjunto genera un poder, al que se enajena y somete irreflexivamente. Que mientras sus individuos como tales se ocupan en atender a la problemática familiar, laboral, cultural, económica y social, según el papel que les corresponde desempeñar en el universo colectivo, ante ellos se erige un poder emergido de la propia comunidad que se avocará a la solución de los problemas generales, que por su dimensión no pueden ser resueltos por el individuo y para ello, por consiguiente, se requiere de la existencia de un cuerpo colectivo, al que denominamos “Estado” que es el que ejerce, finalmente, un poder hegemónico sobre las partes individuales, lo que, en términos de Aristóteles, es la supremacía de la comunidad, la subordinación del individuo a los intereses de la comunidad, el todo sobre las partes: el Estado; y al Estado lo conducen los hombres.
Ahora bien ¿qué impulsa al individuo a participar en el rejuego político para conquistar el poder? ¿Será el poder por el poder mismo el que lo incita a buscarlo con tal arrojo que en no pocas ocasiones lo lleva a adoptar actitudes que lesionan seriamente su dignidad, sometiéndose a obligadas genuflexiones que la lastiman, como si fuera un ropaje al cual basta con lavarlo para volverlo a usar sin deterioro alguno?. Además, en esa lucha por alcanzar el poder privilegia el usufructo del mismo sobre la búsqueda del bien común y obliga a preguntar: ¿qué mecanismo del alma lo impulsa a participar en una contienda en la cual la intriga, el rumor, el chisme, la vanidad son herramientas de uso cotidiano? y que, curiosamente, casi automáticamente después de obtener el poder, se sitúa casi enfrente, no al lado como debiera ser, de la sociedad global, constituyendo una élite, la leite del poder.
Pareciera que en las anteriores reflexiones denostamos a la política caracterizándola como una actividad sucia e insana. Nada mas lejos de nuestro propósito ya que consideramos que toda actividad humana converge y se resuelve en y por la política; estamos firmemente convencidos que nada serìa posible para el cuerpo social sin esta actividad que es la que cohesiona al ente colectivo. Es a través de la política como se resuelven los conflictos generados por la convivencia humana, sin ella la humanidad permanecería en un estado de guerra y conflictos interminables. Sin la política no hay paz ni solidaridad social, es a ella a la que debemos el progreso y el desarrollo de los pueblos y su identidad como naciones, solo que la política la desarrollan, aplican, ejercen, usufructúan los hombres y, como ya dijimos, este es la medida de todas las cosas y de la política misma.
El poder está tan íntimamente ligado a la condición humana que la historia del poder es la historia del hombre en la que también participa el crimen, pues siendo este el resultado de una desviación de la conducta humana hay grandes crímenes ligados a él registrados por la Historia Universal y de México; ahí están las muertes de Cesar, Lincoln, Nehru, los Kennedy, Troski, Carranza, Francisco Serrano (huitzilac 3 de octubre de 1927), Obregòn, Colosio, etc.; y todos tienen como denominador comùn la conquista del poder sin importar los medios para conseguirlo. El vìnculo entre poder y polìtica es inalterable, no se concibe a la segunda sin ese ingrediente todo podersoso que impulsa al hombre a conquistarlo: el poder. La ambiciòn, la envidia, la vanidad, la sed de riqueza son consustanciales al hombre, pero son matizadas, como ya anotamos, por la cultura, por cuya influencia el deseo de poder y la concepciòn de la polìtica varìa, en esa escala, en ocaciones la pràctica de la polìtica se acerca a una actividad del hombre que busca servir a los demàs, es el individuo al servicio de la comunidad.
Asì, es un hecho la estrecha relaciòn que existe entre el modo de hacer polìtica y la cultura, pues esta es determinante de aquella; y en este contexto, es vàlido afirmar que la busqueda del poder a travès de la polìtica adquiere matices diferentes. Lo que no varía y aquí estaremos de acuerdo es que los fines por los que se busca el poder llevan una muy buena dòsis de condiciòn humana. Por otro lado está el ejercicio del poder, que tiene tambien variados angulos pues tiene que ver con el grado de desarrollo econòmico, social y polìtico y se traduce en el respeto al estado de derecho, vigencia y respeto a las leyes de las que no se apartan. Todo ello tiene que ver con la aplicaciòn de las normas jurìdicas que adquieren vigencia plena en los paìses desarrollados.
En el desarrollo de este trabajo, debo enfatizar, nada de lo que a continuación se narra es ajeno a la realidad histórica pues, afortunadamente, gran número de quienes han sido actores y testigos en el juego del poder aún viven y permanecen activos, y han sido una inapreciable fuente de información; buena parte de ella proviene de notas periodísticas que refrescan la memoria y confirman los hechos. Cuando aparece mayor información respecto de alguno de los protagonistas es debido a que su desempeño marcó su tiempo y de ninguna manera es guiada por la preferencia personal, en este sentido nos apegamos a lo que Cervantes dice en “El Quijote”: “el poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, si no como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna.”
El papel generacional en la polìtica
Como tesis central, este trabajo aspira a demostrar, a través de la información que aquí se vierte, que la actividad política la practican individuos que pertenecen a diversas generaciones que en el discurrir del tiempo se van entreverando y que por 20 0 30 años, integrando grupos, permanecen en el servicio público, ya sea dentro de la administración pública federal, estatal o municipal; en un cargo de partido, en la función legislativa o en la judicatura. Muy a propósito, sobre este particular, recordamos lo que Ortega y Gasset escribìa en “El Tema de Nuestro Tiempo” cuando concebía a la generación como un “compromiso dinámico entre la masa y el individuo, es el concepto más importante de la historia y, por decirlo así, el gozne sobre el que ejecuta sus movimientos. Una generación es una variedad humana, en el sentido riguroso que dan a este término los naturalistas. Los miembros de ella vienen al mundo dotados de ciertas características típicas, que les presentan una fisonomía común, diferenciándolas de la generación anterior.” (El Tema de Nuestro Tiempo).
En este contexto nuestro paìs es muy rico en ejemplos: el siglo XIX, enmarca una interminable serie de luchas intestinas que no impidió, y acaso hasta proipició, que se generara la extraordinaria pléyade de políticos mexicanos que integraron la muy reconocida “Generación de la Reforma” que, con don Benito Juárez como centro, marcó el derrotero histórico de nuestra nación, y sin cuya referencia no podrían entenderse el espíritu que anima a la constitución política de 1917, y la separación de las esferas de poder entre el Estado y la Iglesia en México.
Qué decir del grupo que en su lucha contra el positivismo integró en el Ateneo de la Juventud, a los poetas: Rafael López, Manuel de la Parra, Eduardo Colín, los prosistas: Ricardo Gómez Róbelo y Jesús T. Acevedo, los filósofos: Antonio Caso y José Vasconcelos, y los ensayistas: Alfonso Reyes y Pedro Henríquez etc. Que figuran en las páginas más brillantes del México en los inicios de la primera mitad del siglo xx.
Se recuerda también al grupo de jovenes conocidos como “ los Siete Sabios” integrado por Alfonso Caso, Antonio Castro Leal, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Alberto Vázquez del Mercado, Teófilo Olea y Jesús Moreno Vaca, que tuvieron brillante participación en la cultura y en la política en las etapas pre y post-revolucionaria del siglo xx, ya que Gómez Morín fue rector de la UNAM y fundó el Partido de Acción Nacional en 1939, al que presidió por diez años; Vicente Lombardo Toledano fundó el Partido Popular ( mas tarde, con motivo de la escisión de algunos de sus fundadores se le agregó el término “Socialista”, como fue conocido hasta su desaparición) y destacó como uno de sus mejores ideólogos, dueño de una extraordinaria capacidad para la oratoria; o don Alfonso Caso quien, dedicado a la antropología, cosechó para Mèxico extraordinarios logros en ese ramo.
También recordamos a “la Generación del 29”, como se le denominó a aquel grupo de estudiantes y a sus lideres que lograron la Autonomía Universitaria, y despues encabezaron una campaña para la Presidencia de la República, con José Vasconcelos como su candidato.
Como se vé, tanto en el mundo de las letras, de la filosofía y de la acción, se integran grupos cuyo desarrollo marca de manera indeleble su época, en universos grandes o pequeños, algunos de ellos logran expandirse para trascender tiempo y lugar.
En la polìtica ese fenòmeno no es la excepción, por lo que, en este orden de ideas, para este trabajo, atendiendo a la tésis generacional, tomamos como eje de referencia el arribo a la Presidencia de la República de un representante de la clase política mexicana, no emanado de las filas castrenses sino de las aulas universitarias, lo que enmarca un parteaguas en la historia del Mèxico moderno. Este movimiento fue auspiciado por la visión histórica, patriota y de estadistas, de los generales Lázaro Cárdenas y Manuel Avila Camacho. El primero, en su calidad de poderoso factor de decisión en las fuerzas armadas y el segundo en su carácter de Presidente de la República, en cuyo gabinete figurò como secretario de gobernación el lic. Miguel Alemán Valdez.
Las corrientes políticas mas significativas del México en los inicios del siglo XX, estuvieron representadas por los seguidores de don Venustiano Carranza primero, y del general Alvaro Obregón, después de cuya muerte surge poderoso el Callismo, al que puso término de manera abrupta el Presidente Lázaro Cardenas cuando decide expulsar del país a Plutarco Elías Calles, amo y señor de la vida política del país. Este hecho, que representó un cataclismo político en su momento, confirió un enorme poder al Cardenismo y le permitió operar la transformación política que representó el advenimiento de un civil a la presidencia de la república; acontecimiento que se constituye como un auténtico parte aguas en la historia política del país. Fue, nada menos, que el ascenso al poder político de una generación formada en las aulas universitarias, preparada para el desempeño de la cosa pública y que en el proceso histórico del país se fue incorporando paulatinamente a la administración pública y en puestos de elección popular, con su carga de conocimientos científicos adquiridos por el estudio de las ciencias sociales.
A algunos representantes de esta nueva generación los encontramos integrando la cámara de senadores que funcionó entre los años 1946-1952, en las legislaturas LX y LXI, durante el periodo presidencial del lic. Miguel Alemán Valdés, a quien previamente por su desempeño como Secretario de Gobernación en el periodo del Presidente Ávila Camacho le había proporcionado la oportunidad para establecer relaciones políticas y de amistad con buena parte de la clase política nacional. Así, varios de los que ahora integraban su Cámara de Senadores ya habían sido diputados federales y escalaron un peldaño más elevado en el escalafón político. La movilidad política empezaba a dinamizarse, la emigración de políticos de los Estados hacia el centro del país era más fluida y llegaban a los puestos públicos de orden nacional, asimilándose a las corrientes dominantes del momento. Sin duda, era la expresión de un México nuevo, que empujaba su destino hacia la modernidad; que iniciaba su despegue económico, dejando atrás el feudalismo y pavimentándole el camino a una nueva burguesía, integrada en buena medida por individuos provenientes de las entrañas del poder.
Por ello la significación histórica del Alemanismo en nuestro país es irrefutable; su profunda huella se hizo notar en el ámbito de la política y de la obra pública en todo México y consta en registros periodísticos y análisis políticos que forman una extensa bibliografía; pero, independientemente de la importancia del papel que el Alemanismo desempeñó como fenómeno político nacional, aquí sólo nos vamos a referir a su participación en el acontecer político del Estado de Veracruz.

Generacionalmente Lázaro Cárdenas se convierte en el
Eje de donde parten las corrientes políticas surgidas del
Civilismo mexicano, a partir de Miguel Alemán Valdez.
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Legislatura federal XL- XLI Cámara de Senadores 1946-1952
De acuerdo con nuestra hipótesis, las generaciones son el gozne sobre el que giran el acontecer humano y la historia de la sociedad, y es en este sentido que registramos la integración de la Cámara de Senadores de las legislaturas XL y XLI, pues a partir de ella se incubaron los grupos de la clase política que gobernó a México en los siguientes 30 años, por lo menos. Es tal su importancia histórica que dos de aquellos senadores alcanzaron la Presidencia de la República y la mayor parte de los integrantes de esa cámara se convirtieron en gobernadores de sus Estados o consiguieron ser Secretarios de Despacho en los subsiguientes Gobiernos Federales, o bien formaron parte de las dirigencias sindicales, camerales y sectoriales del partido en el poder.
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Integraron aquella cámara de senadores, entre otros: Edmundo Gamez Orozco, de Aguascalientes, quien de 1950 a 1953 sería gobernador de este Estado; Manuel López Dávila, quien fue suplente de Antonio J. Bermúdez y mas tarde sería gobernador de su Estado, Chihuahua; don Teófilo Borunda, suplente de Alfredo Chávez también se convertiría en gobernador de Chihuahua, en el sexenio 1956-1962. Por Chiapas, uno de los senadores fue Efraín Aranda Osorio, que inmediatamente después se convirtió en gobernador en el sexenio 1952-1958. Raúl López Sánchez, senador por Coahuila, dejaría su escaño para ser gobernador de 1948 a 1951. Por el distrito federal figuraron don Fidel Velásquez, quien se convertiría en sempiterno líder sindical, en la poderosa central obrera, la C.T.M. y además, factotum de poder en el ámbito nacional, sin cuya presencia no se explican incontables procesos políticos de la segunda mitad del siglo XX mexicano, y el coronel Carlos I. Serrano, líder de esa cámara, y al correr de los años permanecería como uno de los más cercanos y leales amigos del lic. Alemán Valdez en su etapa de Ex_presidente de la República. El senador Alfonso Corona del rosal también sería gobernador de Hidalgo, Secretario de Bienes Nacionales y años más tarde jefe del gobierno del D.D.F. con el Presidente Díaz Ordaz a quien aspiró a suceder. Por Guerrero figuraban don Rufo Figueroa Figueroa, patriarca de la familia de los mismos apellidos y quien fuera gobernador del otrora territorio de Quintana Roo, formaba parte de la fórmula el lic. Donato Miranda Fonseca, quien tiempo después se desempeñaría como Secretario de la Presidencia en el gobierno del lic. López Mateos y fue precandidato para sucederlo, compitiendo para ello con su compañero de escaño en el senado, el lic. Díaz Ordaz, su compañero de gabinete como Secretario de Gobernación; por el Estado de México estaban Gabriel Ramos Millán más conocido como el “apóstol del maíz” y el lic. Adolfo López Mateos quien después asumiría la presidencia de la república con el apoyo de don Adolfo Ruiz Cortínez, en cuyo gabinete se desempeñó como Secretario del Trabajo. Por Puebla el lic. Gustavo Díaz Ordaz a quien López Mateos dejó como su sucesor en la presidencia de la república. Por Sonora Ernesto a. Uruchurtu, a quien posteriormente el presidente Ruiz Cortìnez nombró como regente de la Ciudad de México, ratificado por López Mateos permaneciò allí en los primeros años de la presidencia de Diaz Ordaz, hasta que este, muy a su estilo, propiciò su salida de manera abrupta. Por Querétaro y Tamaulipas, respectivamente, el lic. Eduardo “el zorro” Luque Loyola y Magdaleno Aguilar, quienes coincidirían nuevamente como senadores en la legislatura del presidente Díaz Ordaz, su ex_compañero senador y, finalmente, por el Estado de Veracruz figuraron el lic. Fernando Casas Alemán, (quien ya se había desempeñado como gobernador interino de su Estado, a partir del 6 del abril de 1939 al 30 de noviembre de 1940, en sustitución precisamente del lic. Aleman Valdez, cuando este tuvo la encomienda de coordinar la campaña del general Ávila Camacho a la presidencia de la republica) y ahora, al ser invitado por el presidente Alemán Valdez para formar parte de su gabinete como Jefe del Departamento del D.F.- desde donde aspiró a sucederlo- fue suplido por Alfonso Palacios; el otro senador fue el lic. Fernando López arias quien llegaría, no sin esfuerzos, a la gubernatura de su Estado. Como Oficial Mayor de esta legislatura fue nombrado el veracruzano, Rafael Murillo Vidal.
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Quienes formamos parte de las generaciones surgidas en la segunda mitad del siglo XX, hemos sido testigos de cómo estas se han venido entreverando, actuando en la actividad política y cultural de la nación y, por lo mismo, estamos familiarizados con los nombres de quienes han participado con notable protagonismo en el acontecer político de nuestro país. Los más de ellos arropados en las diversas corrientes políticas que se fueron desprendiendo de las originales: el Cardenismo y el Alemanismo; de esta última surgió el Ruizcortinismo, pero aquellos han sido los sólidos orígenes de los grupos políticos que sexenalmente se integran. Ahora, al situarnos imaginariamente en el escenario político del Estado de Veracruz, en el año de 1967, a 21 años de aquel 1946 en que se integró la legislatura en comento, nos encontramos con el siguiente panorama:
Veracruz, una historia de su permeabilidad política
Corría el año de 1967, era presidente de la república el lic. Gustavo Díaz Ordaz y el quinto año del gobierno del estado de Veracruz que presidía el lic. Fernando López arias, ambos políticos antiguos compañeros en aquella cámara de senadores del sexenio Alemanista.
El lic. López arias, un renombrado político veracruzano, expresidente del partido nacional revolucionario en Veracruz, en 1936, ex_lider nacional de la c.n.o.p. Fue en este período como senador y dirigente nacional del sector popular que había buscado afanosamente la gubernatura de su estado en 195º, su proalemanismo le permitía estar confiado en que lograría la postulación del pri para ese cargo. No obstante, el presidente alemán inclinó su decisión por la candidatura del lic. Marco a. Muñoz T., su joven colaborador desde la secretaría de gobernación y muy cercano a sus afectos, aunque de ninguna manera con la experiencia de López Arias. Don Marco Antonio Muñoz había trabajado como secretario auxiliar del candidato Alemán Valdés en la campaña para la presidencia de la república, al término de la cual fue nombrado oficial mayor de la secretaría de economía, y como tal se desempeñaba cuando fue postulado para la gubernatura de Veracruz. Durante su ejercicio fue un gobernador que se identificó plenamente con el Alemanismo, aún al grado de enfrentarse temerariamente al sucesor del lic. Miguel Alemán en la presidencia, don Adolfo Ruiz Cortinez.
Al término del periodo de gobierno de don Marco Antonio, como afectuosamente se le conocía, en 1956, de nueva cuenta, López Arias pretendió ser candidato al gobierno de Veracruz, pero fue superado por don Antonio M. Quirasco, un abogado cordobés que ya se había desempeñado como subsecretario de gobierno y secretario del pri en su estado natal y al momento como secretario de gobierno en el departamento del distrito federal gozaba de la cercanía del presidente Ruiz Cortínez. La constancia de su aspiración no cejó a pesar de las repetidas frustraciones y López Arias al fin logrò que su intento de lograr la gubernatura de veracruz tuviera exito en 1962, año del relevo gubernamental en veracruz.
En 1958, el presidente López Mateos invitó a su amigo Fernando López Arias a su equipo de trabajo designándolo procurador general de la república. Este cargo, la cercanía con el presidente de la república y su ya larga espera en la antesala de las aspiraciones propició al lic. Fernando López Arias la oportunidad para, al fin, obtener la tan anhelada candidatura del p.r.i. a la gubernatura del estado de Veracruz.
Don Fernando López arias, hombre de decisiones y compromisos, voluntarioso, experimentado como el que más en la función pública, no pudo superar, sin embargo, las frustraciones que le provocaron los intentos fallidos por alcanzar la gubernatura de su Estado, pues al arribar a ella llevaba consigo una extraordinaria carga de rencores, muchos decían que llegaba amargado debido a la larga espera y a las previas aspiraciones frustradas. Lo cierto es que, inmediatamente después de asumir el cargo, desató una tremenda persecución contra alcaldes del régimen de Quirasco y nadie que estuviera ligado a este tenía futuro político en su gobierno. Por eso, al integrar su equipo de colaboradores, privilegió a sus amigos y seleccionó a jóvenes que había conocido durante la campaña y en los tiempos previos a su candidatura. Buena parte de sus colaboradores eran personas maduras, entre ellos, el lic, Héctor Cequera Rivera, quien fue subsecretario de gobierno, el lic. Campillo Reinaud, secretario de gobierno, un prestigiado abogado que fue seleccionado para ese cargo precisamente porque su perfil vestía al gobierno y que por su trabajo y responsabilidad se ganó el afecto del gobernante; el coronel Manuel Suárez Domínguez, uno de los más cercanos amigos, fue designado director de seguridad pública quien tenía junto a él, como jefe de los servicios de seguridad pública, a marco López Mora. También nombro al ing. Francisco ríos cano como director de obras públicas, a don taurino Caamaño, presidente del comité directivo estatal del p.r.i., y presidente de la comisión permanente de la cámara local de diputados, entre otros.
De los jóvenes que iniciaron su carrera política con don Fernando López arias, destacamos al ing. Abel Ruiz Lopart, quien había conocido a López arias en la procuraduría general de la república cuando lideraba a los estudiantes del instituto politécnico nacional, él fue designado jefe de bienes del estado ( ahora patrimonio del estado ) y poco después ascendido a delegado agrario, puesto en donde permaneció hasta los primeros dos años del gobierno del lic. Murillo Vidal. Otro joven, Manuel Carbonell de la Hoz, quien se había iniciado como dirigente juvenil del p.r.i. estatal en el gobierno de Quirasco y por esa razón no contaba con la confianza de López arias, pero con trabajo y el apoyo de Abel Ruiz Lopart logró hacer carrera partidista y consiguió llegar a la secretaría general del p.r.i. encargado de la presidencia. Sobresaliente como orador, dueño de una extraordinaria capacidad de trabajo y para hacer política, Mario Vargas Saldaña, quien en la campaña de López arias sirvió de orador fue nombrado jefe de acción social y desde allí fue propulsado para la presidencia municipal de la ciudad y puerto de Veracruz; Manuel del Río González, muy joven aún, fue designado como secretario particular del gobernador y promovido después a la subsecretaria de gobierno, sustituyendo a Cequera Rivera cuando este fue electo diputado federal; Pastor Murguía González, jefe del departamento de acción social, diputado federal y local; Antonio Vázquez Figueroa, director del d.i.f. y diputado local; Manuel Ramos Gurrión, apadrinado por don taurino Caamaño, fue dirigente juvenil y dirigente sectorial de la c.n.o.p. en el Estado; Francisco Sánchez Contreras, cercano a Manuel del Rìo González, fue promovido a subsecretario de gobierno (por seis meses) cuando aquel buscó la diputación local; melitos morales y Roberto palacios, iniciaron como dirigentes juveniles del p.r.i. etc.
A propósito de los jóvenes, en este gobierno fue diputado Raymundo flores Bernal, hijo de Raymundo Flores Fuentes, dirigente nacional de la c.n.c. y sobrino de Wuilebaldo Flores Fuentes, dirigente nacional de los ganaderos, que eran factores de decisión política y económica en el norte del estado, no formaban parte del grupo político del gobernador del estado y por lo consiguiente escapaban del férreo control de López Arias. Por lo obvio, no hace falta decir que el joven diputado local Flores Bernal no era de la línea del ejecutivo local, y ello tal vez contribuyó a que flores Bernal produjera en la cámara de diputados un discurso, que previamente había sido aprobado por la censura, en la sesión solemne para honrar a Belisario Domínguez, en la cual hizo a un lado el discurso revisado y pronunció otro totalmente distinto, en términos que nada gustaron al ejecutivo estatal., lo que fue todo un acontecimiento político y dada las circunstancias, habría que situarse en el momento histórico en que sucedió el evento para entender con exactitud la dimensión del suceso.
Las organizaciones estudiantiles en Xalapa mostraban una intensa beligerancia, signo de los tiempos. Tanto la federación estudiantil veracruzana de donde habían surgido Manuel Carbonell, Pastor Murguía González, Manuel del Rìo González, Antonio Vázquez Figueroa, Raymundo Flores Bernal y después Rafael Arias, Juan José Rodríguez Prats, Joel Hurtado Ramón , Angel Hernández y mas tarde se iniciaban en la dirigencia Ranulfo Márquez quien entregó a Morgado Huesca la presidencia de la fev y tenía como uno de sus subalternos a quien recientemente iniciaba sus estudios en la facultad de derecho Miguel Angel Yunes Linares. Después presidiría esa organización estudiantil Hiram Gamboa.
Sin duda que las universidades son el fiel reflejo de lo que ocurre en el universo social y por supuesto que es impactada por lo que en su ámbito acontece. Asì se demostró en el año de 1967 cuando la geometría política estudiantil de derechas e izquierdas estaba en su apogeo, y siendo rector de la universidad veracruzana don Fernando García Barna y director de estudios superiores de esa casa estudios el lic. Dionisio Pérez Jácome, fueron hostigados por los estudiantes debido a que Raúl Olivares Vionet (maestro universitario que mantenía cierto control sobre parte del estudiantado), quería ser diputado federal, al igual que el rector de la universidad. Se fraguó entonces un movimiento exigiendo, entre otros puntos, disminuir la edad de jubilación de los trabajadores del gobierno del estado de 35 a 30 años y de paso incluían entre esos puntos la salida de Pérez Jácome de su puesto con el pretexto de que representaba a la derecha. Lo cierto es que era una manera de presionar para que el rector García Barna no se postulara como candidato a diputado federal y a la vez impedir que Pérez Jácome se convirtiera en rector puesto que, pese a su juventud, ya descollaba como un profesionista inteligente y capaz para ese cargo. De los 20 puntos de que constaba aquél pliego petitorio de los estudiantes muchos se cumplieron al disminuirse la edad para la jubilación y la salida de Pérez Jácome de la dirección que ocupaba y emigró a la ciudad de México. Paradójicamente, eso le permitió al lic. Pérez Jácome desarrollar una destacada carrera política en el gobierno federal en el que, entre otros importantes cargos, llegó a desempeñarse como subsecretario de gobernación y en las cámaras legislativas varias diputaciones federales y la senaduría por Veracruz.
en el año de 1964 se inició el proceso de selección del que sería el candidato del p.r.i. a la presidencia de la república, en relevo del lic. Adolfo López Mateos. Se mencionaban varios miembros del gabinete ya que era regla no escrita que de allí saliera el candidato a presidente. Dos eran los mas probables: Gustavo Díaz Ordaz, secretario de gobernación y Donato Miranda Fonseca, secretario de la presidencia, ambos amigos del presidente López Mateos; los tres formaron parte de la cámara de senadores de nuestra reseña.
Acá en la entidad era muy recurrente el comentario en el sentido de que el gobernador López Arias mantenía diferencias de orden político con el secretario de gobernación y que, por lo tanto, jugaba a favor de Donato Miranda Fonseca, quien resultó el precandidato perdedor. Gustavo Díaz Ordaz asumió la presidencia precedido por una fama de “duro” que merecidamente se había ganado por la represión al movimiento ferrocarrilero que encabezó, entre otros, don Demetrio Vallejo y por la muerte del dirigente campesino del estado de Morelos Rubén Jaramillo y de su esposa, atribuida al gobierno federal. (Este acontecimiento marcó negativamente al gobierno de López Mateos, porque Jaramillo era un líder campesino Zapatista que había abandonado la lucha armada en el periodo de Ávila Camacho, quien le ofreció garantías de seguridad y en 1958, López Mateos había hecho lo mismo; pero en 1962 la policía judicial de Morelos y el ejercito lo hicieron prisionero y fue encontrado sin vida en Xochicalco). A toro pasado, ahora sabemos que, en su carácter de secretario de gobernación, Días Ordaz llevó todo el peso de la operación política del país, pues el presidente López Mateos depositó en él confianza y gobierno debido a la penosa enfermedad que lo afectó desde los primeros años de su mandato.
Una de las características más sobresalientes del régimen político del país en la última década de la primera mitad del siglo XX mexicano, y que se prolongó durante la segunda, fue el predominio de la decisión centralista en la designación de candidatos del p.r.i. al gobierno de los estados; era la voluntad del presidente de la república, orientada por la amistad o por el interés de grupo, sin descuidar, por supuesto, la opinión de los centros de poder regionales, del gobernador y del propio partido y hacia donde se inclinara, su decisión era inapelable, que se tenía que cumplir a través de los canales partidistas y por el propio gobernador, aunque la designación resultara en sentido contrario a sus simpatías personales.
La política es una actividad muy lógica, siempre y cuando se cuente con la información fehaciente que permita formular premisas verdaderas que nos induzcan a la conclusión correcta. En esta idea, si bien muchos de los procesos políticos parecen complicados desde el punto de vista de ignorar previamente su desenlace, no lo serían si contáramos con la información que nos explicara el porqué de su resolución de una manera y no de otra. Por ello es que, en la perspectiva histórica, parecería muy claro que toda sucesión de gobierno-federal o estatal- es predecible, y en realidad no es tan simple, sobre todo cuando se carece de la información que permita un análisis sustentable, ya que, además de que en este fenómeno intervienen los deseos y conveniencias de las personas y los grupos involucrados, durante el proceso muestran conductas veleidosas, y no debe olvidarse que en política no todo lo que parece es. Y para comprobarlo basta un análisis casuístico.
Veracruz en las sucesiones de gobierno
En la democracia, sobre todo en la nuestra, los procesos de selección no siempre tienen el final deseado por la mayoría, ni es esta precisamente la que decide el resultado. Sobre todo cuando la decisión proviene de la voluntad de un solo hombre que, en la materia que nos ocupa, es el presidente de la república. Lo que a continuación se describe es un meridiano ejemplo de cómo funcionó, hasta el año dos mil, el sistema político mexicano en lo que se refiere al relevo de los gobernadores de los estados. Sucedía en todas las entidades, con ligeras variantes según sus circunstancias, aunque todas tenían, como ya se dijo, un denominador común: su dependencia del centro de las decisiones políticas, la capital de la república, sede de los poderes de la federación.
Cercano al término del gobierno del gobernador López Arias, para sucederlo se mencionaban los nombres de varios políticos veracruzanos : Roberto Amorós guiot, quien trabajaba en la presidencia de la república y contaba con una buena carrera política; Fluvio Vista Altamirano, oficial mayor del c.e.n. del p.r.i., cercano a don Alfonso Martínez Domínguez, su presidente; Tristan Canales, secretario del trabajo; Guzmán Willis, subsecretario de agricultura; Rafael Hernández Ochoa, subsecretario de gobernación; Arturo Llorente González y Rafael Murillo Vidal, senadores de la república, y por cierto los aspirantes más fuertes a la gubernatura del estado de Veracruz.
En lo que corresponde a la opinión pública, se apuntaba más que el de ningún otro precandidato, por su carisma y juventud, el nombre de Llorente González, como el más factible sucesor de López Arias. Llorente González, en tiempos de don marco Antonio Muñoz, su primer promotor, fue rector de la universidad veracruzana y alcalde del municipio de Veracruz, y coincidió en esta función con el periodo del presidente Ruiz Cortínez, originario del puerto, lo que le dio la oportunidad de mantener un relativo contacto con el ejecutivo federal y, por lo tanto, ahora se le identificaba con la corriente Ruizcortinista. Después de la alcaldía fue diputado federal en el periodo del gobernador Quirasco. Muy cuidadoso en su atuendo y en el decir, es un elegante orador que bien impresionaba a la gente. Su actuación como legislador federal fue sobresaliente y ahora como senador también descollaba, pues el líder de esa cámara, Manuel Moreno Moreno, que había sido su compañero diputado, le confiaba comisiones importantes para propiciarle la oportunidad de figurar; Llorente mismo procuraba cuanta ocasión se le presentaba para pronunciar discursos y muestrearse lo más que le fuera posible.
La estrategia le produjo buenos efectos en la opinión siempre atenta de los veracruzanos. Sin embargo, lo que el común de los ciudadanos ignoraba, como frecuentemente ocurre en estos casos, era que mientras el lic. Llorente González se atenía a su popularidad y a su relación con Luis Echeverría, secretario de gobernación, el otro senador y también aspirante, Rafael Murillo Vidal mantenía una relación añeja y afectuosa con el presidente Díaz Ordaz, lo que le proporcionaba una ventaja considerable. Debido a esa feliz coincidencia, en diciembre de 1967, el senador Murillo Vidal fue electo presidente de la comisión permanente del congreso de la unión, circunstancia que le daba la oportunidad de compartir con el presidente de la república cercanos espacios en el presidium de los actos republicanos a donde aquél tenía que asistir.
Este hecho, muy significativo para un acucioso observador, pasó inadvertido para buena parte de los simpatizantes de los precandidatos. Tómese en cuenta que si bien esa fue una reveladora señal, no fue captada por la mayoría de los contemporáneos, y no fue considerada como determinante de la sucesión en las vivencias del momento, ya sea por la pasión del partidario o bien por la ceguera que los propios intereses ocasionan. Además, la política no es ciencia exacta, su desempeño depende de circunstancias que cambian recurrentemente, y lo que ahora es, mañana ya no. Este dinamismo es producto de la interacción de los múltiples factores que intervienen, entre ellos, la historia del cuerpo social y la propia de los protagonistas.
con reiterada insistencia se comentaba que el gobernador López Arias se había manifestado a favor de la candidatura del lic. Murillo Vidal, pero que, si por alguna razón las circunstancias no fueran favorables para este, é l apoyaría a cualquiera otro, menos a Llorente González. Y, por otro lado, entre la clase política veracruzana se especulaba, con la abundancia de detalles que provoca un acontecimiento como el que comentamos, que la amistad del gobernador López Arias con el senador Murillo Vidal podría ser contraproducente para este, debido a la animadversión que había entre el gobernador y el presidente de la república. Sobre este particular, se hacían comentarios chuscos acerca de que, en alguna visita oficial que el presidente de la república realizó al estado de Veracruz, el gobernador López Arias le comentó al presidente: “qué feo están los días”, (refiriéndose obviamente al tiempo), a lo que el presidente contestó: “mas feos están los López”. Verdad o mentira, ese era el reflejo de las relaciones entre el presidente y el gobernador, según vox populi.
Para comprender mejor el escenario del poder en Veracruz en aquellos tiempos-1967-, es conveniente ampliar la información relativa a los centros de poder. En la arena política de Veracruz, como en el resto de la república, se reconocía la existencia de dos corrientes políticas: el Alemanismo y el Ruizcortinismo; grupos de políticos se aglutinaban en uno y otro lado. Debe consignarse que de ninguna manera había un ríspido antagonismo entre ambas corrientes, ni se aplicaba la geometría política-ideológica de derecha o izquierda para determinarlas, pues una fue la consecuencia de la otra, y su formación ocurrió en base a los grupos que se integraron en cada uno de los periodos presidenciables. Sin embargo, habrá que señalar que la corriente más fuerte era el Alemanismo, cuyo grupo se nutría de empresarios y de políticos retirados y en activo de renombre nacional, y de jóvenes de toda la república con inquietudes políticas, que reconocían en el expresidente alemán a un líder paradigmático, con visión de futuro, de pensar en grande, porque desde su ascenso al poder como gobernador del estado de Veracruz se fueron agrupando en torno suyo simpatizantes, amigos y compañeros de trabajo a los que fue colocando en posiciones políticas claves, como sucedió con el propio don Adolfo Ruiz Cortínez, a quien conocía desde sus años mozos, y reconocía su experiencia, pues ya había sido, en 1935, oficial mayor del ddf, diputado federal por Tuxpan en 1937, tesorero en la campaña del general Ávila Camacho; secretario de gobierno en Veracruz, en el interinato de casas Alemán, oficial mayor en gobernación con miguel Alemán y gobernador de Veracruz en 1944, para de allí, en 1948 ascender a la secretaria de gobernación, a la muerte del extitular de esa dependencia, el dr. Héctor Pérez Martínez. Con estos antecedentes se podrá comprender con más precisión las causas por las que la fuerza política del Alemanismo rebasaba al Ruizcortinismo.
Aunque no hubo en realidad una rivalidad personal entre estos ex_presidentes de la república, independientemente del respeto y consideración que siempre guardó para con el lic. Alemán Valdez, su amigo, su exjefe y hacedor político, don Adolfo no pudo evitar que algunos de los que formaron parte del gabinete Alemanista fuesen severamente golpeados durante su gobierno y la intriga alcanzó tal grado que se hablaba de una ruptura política. Varios gobernadores Alemanistas padecieron también duros embates; uno de ellos, Alejandro Gómez Maganda de guerrero, fue destituido de su cargo por un movimiento que siempre se mantuvo bajo el manto de la sospecha de que había sido manipulado desde el centro del poder.
En aquellos tiempos, cinco expresidentes con vida constituían un gran peso político, por lo que el presidente Adolfo López Mateos, en una jugada política de primer nivel, los invitó a colaborar con su gobierno en tareas específicas. De esta manera, ratificó en la comisión del río Tepalcatepec y después en la Comisión del Balsas al General Lázaro cárdenas y los expresidentes Emilio Portes Gil, Abelardo l. Rodríguez, Miguel Alemán Valdez y Adolfo Ruiz Cortínez se reincorporaron al servicio público por una medida sin precedente en la historia de México. Era obvio que la intención presidencial tenía como propósito mantener a los expresidentes de alguna manera ocupados en su nueva responsabilidad para evitar su excesivo protagonismo en la política nacional. (sobre todo de los expresidentes Lázaro Cárdenas y Miguel Aleman Valdez quienes habían promovido respectivamente la creación del movimiento de liberación nacional y el frente cívico de afirmación revolucionaria, ideológicamente calificados como de izquierda, el primero y de derecha, el segundo para participar en la contienda por la presidencia de la república). De inmediato los expresidentes se dedicaron a su tarea con excepcional ritmo, sobresaliendo la actividad del General Cárdenas en la Comisión del Balsas y del lic. Alemán en el Consejo Nacional de Turismo, ambos quedan en la historia política del país como símbolos de toda una época, el primero por la gesta histórica de la expropiación petrolera y su recia resistencia a la intervención extranjera y Miguel Alemán Valdez por su esfuerzo de llevar a México hacia la modernidad, creando una cultura que sentó las bases para hacer del turismo una inagotable fuente de divisas.
Por lo anterior, no obstante el fuerte golpeteo al que fue sometido durante los seis años de la presidencia de don Adolfo Ruiz Cortinez, el Alemanismo salió fortalecido. Sobretodo debido a la sólida estructura que como corriente política había formado, y que después se consolidó por la extraordinaria labor de promoción y fomento del turismo nacional a través del consejo nacional de turismo, del que era titular a partir del régimen de López Mateos, por la recia personalidad del lic. Alemán Valdez y de su actitud para con sus amigos que le había generado una enorme corriente de simpatía y lo menos que se decía de él es que era “amigo de sus amigos”. Basta con recordar el día 29 de septiembre de cada año, en la casa marcada con el número 145 de la calle de fundición, después Rubén Darío, el interminable número de personas de diversa condición política, social y económica que formaban fila para saludar y felicitar al lic. Alemán Valdez por su día onomástico. Diputados locales y federales, así como gobernadores de los estados de la república, empresarios y secretarios de despacho, los más de ellos gente agradecida con la mano amiga que se mantuvo siempre extendida, sin más interés que el de responder a la solicitud planteada.
por otro lado, estaba claro que don Adolfo Ruiz Cortinez había desistido de competir con el lic. Aleman Valdez en todo lo que se refiriera a la sucesión gubernamental del estado de Veracruz.
este era el marco de referencia de la sucesión que nos ocupa y de otras en las que era un paso casi obligado solicitar la opinión de los expresidentes Alemán y Ruiz Cortínez, lo que implicaba una deferencia de los presidentes en turno hacia ellos.
Fernando López arias representaba, en este contexto, la expresión política del Alemanismo, como el gustaba en decir, de allí su postura antillorentista, pues a don Arturo Llorente González se le consideraba, como ya se dijo, una expresión de la corriente ruizcortinista. De ahí la actitud de López Arias hacia la precandidatura de Llorente Gonzáles cuando expresaba:”cualquiera, menos Llorente.”
por el contrario, la amistad entre López Arias y Murillo Vidal se remontaba a sus años de juventud, cuando ambos formaban parte del grupo que integró el lic. Manlio Fabio Altamirano, fogoso orador y político que fuera asesinado el 25 de junio de 1936 en el café Tacuba de la ciudad de México, siendo candidato a la gubernatura del estado, por sicarios de los terratenientes a quienes Manlio Fabio había amenazado con quitarles sus tierras. Como ocurre en acontecimientos de esta naturaleza, a la desaparición súbita de un candidato a un cargo público tan importante se suceden períodos de intensa incertidumbre, y se originan acelerados cabildeos para sustituir al candidato fallecido. En este caso, surgió de inmediato el nombre de uno de los más sobresalientes y cercanos colaboradores de Manlio Fabio: don Manuel Zorrilla Rivera, autodidacta, de fuerte personalidad y de una dignidad a toda prueba, quien no vaciló en entrevistarse con el presidente Cárdenas para solicitarle apoyo para su candidatura, la que se consideraba “lógica”. Por cierto que a esa entrevista acompañó a don Manuel Zorrilla el joven Altamiranista Fernando López Arías. (cuenta don Froilán Flores cancela, que don Manuel Zorrilla le confió las dos peticiones que la viuda de Manlio Fabio hiciera al presidente cárdenas cuando este le dio sus condolencias por la muerte de su esposo, la primera, que se esclareciera el asesinato y la segunda, que el proyecto político de Manlio Fabio Altamirano se depositara en el hombre de mayor confianza de este, o sea Manuel Zorrilla Rivera). Sin embargo, en la ciudad de México ya se movían los hilos del poder para postular al flamante senador miguel aleman valdez, con el apoyo del propio general Lázaro cárdenas. Para calmar los ánimos de los altamiranistas locales, a solicitud de Zorrilla Rivera, previamente se realizó una consulta plebiscitaria en el estado de Veracruz para decidir, quién de entre Alemán Valdez y Zorrilla rivera sería el candidato a la gubernatura. El resultado fue favorable para Aleman Valdez, quien empezó su campaña de solo dos meses en la ciudad de Minatitlan, muy cerca de Coatzacoalcos en donde años antes buscó infructuosamente la candidatura a diputado federal.
El triunfo fue para el lic. Aleman y para propiciar un clima de armonía política y cicatrizar las heridas que la contienda había producido, don Manuel Zorrilla y varios de sus seguidores fueron invitados por el lic. Alemán Valdez a integrarse en un solo grupo. Don Manuel Zorrilla rivera declinó la invitación pero algunos de sus compañeros sí aceptaron, entre ellos los jóvenes licenciados Fernando López Arias y Rafael Murillo Vidal; ambos, por cierto, a partir de allí, iniciaron una exitosa carrera política que implicó para Murillo Vidal ser magistrado del tribunal superior de justicia, secretario de la suprema corte de justicia de la nación, alcanzar tres veces la diputación federal, la presidencia del consejo municipal de Orizaba, director de gobierno en gobernación, secretario de la cnop en el d.f., secretario de acción popular en el cen del pri, partido cuya acta constitutiva él firmó representando a Veracruz, director de correos y culminó con la gubernatura de su Estado. Además, en el relevo de los miembros del poder legislativo sería electo diputado local por Tuxpan (1936-1938) y como tal le correspondería tomar la protesta de ley al gobernador electo del estado de Veracruz Miguel Alemán Valdez, por cierto, uno de los tres gobernadores más jóvenes que el estado de Veracruz ha tenido, los otros dos son el general Heriberto Jara (1924) y el Coronel Adalberto Tejeda.
Vale aquí una breve reflexión acerca de la manera en cómo se transformó el destino político de los licenciados López Arias y Murillo Vidal con su decisión de cambiar de bando, al pasarse a las filas del naciente Alemanismo, provenientes del Altamiranismo. La incógnita clave aquí es acerca de qué hubiera sido de las carreras políticas de ambos exgobernadores veracruzanos si en sus inicios hubieran permanecido al lado de Manuel Zorrilla Rivera, enfrentándose a la precandidatura de Miguel Aleman Valdez. ¿qué los orientó a dar el salto político hacia la otra orilla? ¿identificación profesional y de proyecto político?, ¿talento para avizorar las circunstancias favorables? O ¿simple trapecismo político?. Ambos ya fallecieron, pero para aquellos que los conocieron indiscutiblemente que no cabrá duda alguna que fue su talento natural para los menesteres de la política lo que les permitió otear el panorama que se avecinaba para el estado de Veracruz y ello les impulsó a ejecutar el cambio de rumbo.
En política las alianzas que se entretejen perduran el tiempo que las circunstancias lo permiten; algunas son efímeras, permanentes otras, y en ocasiones convierten lo que fue amistad o alianza en feroz rivalidad. De esta manera las carreras políticas se construyen en base a las circunstancias de cada hombre y se van afianzando con el acontecer político. En el caso de López Arias y Murillo Vidal, ( y aquí habría que agregar a don Silvestre Aguilar Moras ) conservaron una estrecha amistad que los hizo coincidir, como agente de ministerio público uno, y cómo juez el otro, en varios municipios de la entidad y su talento y las circunstancias llevaron a aquellos jóvenes Altamiranistas primero, Alemanistas después, al Senado de la República, en 1946 a López Arias, y en 1964 a murillo Vidal, y a gobernar su estado de 1962 a 1968 el lic. Fernando López Arias, a quien inmediatamente sucedió en la gubernatura durante los años 1968 a 1974 el lic. Rafael Murillo Vidal.
Retomando la sucesión de López Arias, encontramos que la baraja tenía muchas cartas pero sólo dos ases estaban realmente en el juego: el lic. Arturo Llorente González, como ya se dijo, exrector de la u.v., exalcalde de Veracruz, oficial mayor del d.d.f., diputado federal y senador, excelente y fino orador, condiscípulo y amigo del entonces secretario de gobernación, Luis Echeverría Álvarez; por otro lado, el lic. Rafael Murillo Vidal, de quien ya hemos pormenorizado su carrera, había sido agente del ministerio público y juez en varios distritos del estado, diputado local, diputado federal, presidente del consejo municipal de Orizaba, director de gobierno de la secretaría de gobernación, con el lic. Miguel Alemán Valdez, oficial mayor de la cámara de senadores, dirigente de la c.n.o.p. en el distrito federal, director de correos, senador y, por cierto, amigo del lic. Gustavo Díaz Ordaz, presidente de la república.
Por parte del aparato del estado se disponían las estrategias para enfrentar el proceso sucesorio; el poder monolítico del p.r.i. le permitía diseñar estrategias políticas para vencer y vencerse así mismo y hasta ganarle las elecciones al pueblo. En 1968 era presidente de su c.e.n. don Alfonso Martínez Domínguez, un añejo prototipo de la clase política mexicana cuya carrera se había iniciado en los elevadores del edificio en que se encuentran las oficinas del gobierno del distrito federal. Mañoso, negociador, miembro del selecto triunvirato en el que figuraban también Rómulo Sánchez Mireles (a) “el colorado”, dirigente de la federación de trabajadores del estado (fetse) y líder de la cámara de diputados y el ing. Jesús Robles Martínez, exdirigente del s.n.t.e. y líder moral de ese sindicato, quien también había estado al frente de la fetse y con ellos el dr. Reinaldo Guzmán Orozco, secretario del sindicato del seguro social, de donde saltó para sustituir a Alfonso Martínez Domínguez en la c.n.o.p. sobre don Alfonso, el 17 de junio de 1971,Jack B. Kubisch, de la embajada de los estados unidos, escribió un informe a sus superiores en donde dice que “Martínez Domínguez es el político mexicano por excelencia, un maestro del compromiso, los acuerdos políticos y el subterfugio. Él es, probablemente, más corrupto que la mayoría. Tiene reputación de ser un político sucio...”( 1 ) tomado del diario az de 8 de junio de 2003, p. 10
Pues bien, al frente del pri, Martínez Domínguez inventó una “campaña democratizadora” al interior del partido a la que denominó “consulta de la periferia al centro”, que consistía en auscultar entre la militancia sus preferencias políticas para los relevos gubernamentales, para lo cual recorrió el interior de la república dialogando “con las bases”. Se trataba de ponerle vestido nuevo al procedimiento de destapar a los candidatos a gobernadores por parte del p.r.i..
Ahora, después de los acontecimientos, podemos observar que, en política, sobre todo aquella que se establece en torno a una decisión central no hay cabos sueltos, como se puede observar en el último tramo de esta sucesión que nos ocupa, en la que los acontecimientos se fueron produciendo con una extraordinaria lógica. Veamos: (la primera parte de este proceso, como ya lo vimos, se dio con la elección del senador Murillo Vidal como Vicepresidente de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión). El 27 de abril de 1968, con motivo de los festejos conmemorativos del 350 aniversario de la fundación de la ciudad de córdoba, se vio al Senador Rafael Murillo Vidal acompañando al gobernador López Arias en dicho evento, ningún otro precandidato estuvo presente y para no enrarecer el ambiente de la sucesión se argumentó que la presencia del lic. Murillo Vidal en Córdoba se explicaba por el hecho de ser originario de esa ciudad.
Cinco días después de aquel suceso, el comité ejecutivo nacional del p.r.i. acordó el nombramiento del senador y lic. Manuel Sánchez Vite como su delegado general, quien tenía la encomienda de preparar todo lo relativo al proceso electoral que se avecinaba en el Estado de Veracruz. El senador Sánchez Vite, de amplia experiencia política, había sido diputado federal, procurador de justicia en hidalgo, su estado natal, y dirigente nacional del magisterio, era pues una garantía para preparar la sucesión. Su condición de Senador de la República, y por lo mismo compañero de cámara de los mas fuertes precandidatos hacía mas confusa la situación para los agoreros. Ya en la ciudad de Xalapa, el cuatro de mayo, Sánchez Vite se entrevista con el gobernador López Arias en su despacho de palacio de gobierno y al día siguiente anuncia, para los días 15 y 16, la visita a la entidad del dirigente nacional de su partido, con el propósito, dijo, de conocer de manera directa la opinión de los veracruzanos respecto de los precandidatos al gobierno del estado. El programa de la visita incluía concentración de militantes en las ciudades de poza rica, Tuxpan, Xalapa, Veracruz, Acayucan, Minatitlan y Coatzacoalcos.
Con este motivo, Martínez Domínguez recorrió esas ciudades acompañado, por supuesto, por el gobernador López Arias quien, si bien no pudo evitar que se multiplicaran las expresiones de apoyo a favor del lic. Llorente González, sí propició que en el acto de consulta celebrado en Xalapa, el dirigente estatal de la c.n.o.p., Manuel Ramos Gurrión, expresara ante el presidente nacional de su partido que, tanto el sector popular como el obrero y el campesino, coincidían en expresar su apoyo a la candidatura del lic. Rafael Murillo Vidal. La nota apareció al día siguiente en la primera plana de “El Excelsior” con la leyenda de “lanzan en Veracruz a Murillo Vidal”. Este hecho despertó tal expectación que, al día siguiente, en el acto que para los mismos efectos se celebró en el cine variedades del puerto de Veracruz, Martínez Domínguez tuvo que aclarar que la gira era de consulta, y de ninguna manera para destapar al candidato. La gira prosiguió y las manifestaciones de apoyo a Llorente se repitieron, excepto en Acayucan en donde un bien nutrido grupo con Ramiro Leal Domínguez a la cabeza se pronunció por el lic. Rafael Murillo Vidal.
La pregunta del porqué la disparidad en las manifestaciones de apoyos a uno y otro precandidato se responde por el simple hecho de que, mientras el lic. Murillo Vidal había permanecido disciplinado, pasivo y confiado antes y durante la consulta, el grupo de Llorente González desarrolló un extraordinario trabajo de proselitismo para efectos de orientar a su favor la candidatura. De allí que haya formado sus grupos afines en varias partes de la entidad. Así, por ejemplo, para el proselitismo en la zona de Córdoba-Orizaba se había desplazado el lic. Esteban Ruiz Ponce. En la zona norte, concretamente en Tuxpan, un inquieto joven, Demetrio Ruiz Malerva promovía la candidatura de Llorente, aunque fue desactivado a tiempo por Ramos Gurrión, debido a que Demetrio formaba parte del comité cenopista estatal. En los Tuxtlas, los hermanos Luis y Octavio Pérez Turrent contaban con el prestigio de ser personas honradas y trabajadoras, por lo que tenían poder de convocatoria y en Xalapa, entre otros, se desplazaba de uno a otro lado Alberto Sandoval Vela para integrar los grupos de apoyo Llorentistas.
Ante la acentuada presencia de Llorente González en la opinión pública, al término de su consulta a las bases priistas veracruzanas, Alfonso Martínez Domínguez se vio en la necesidad de declarar que el candidato del p.r.i. a la gubernatura de Veracruz,“no sólo debe ser popular sino, además, ser apto para desempeñar el cargo de gobernador del estado”. Como lo dice la Biblia: “el que tenga oídos para oír que oiga.”
La consulta avivó las inquietudes de los otros precandidatos que observaban de cerca y con sumo interés el desarrollo de la sucesión. En la prensa del distrito federal se comentaba que por el encono que aparentemente había surgido entre los dos senadores, quizá el c.e.n. del p.r.i. adoptaría la sabia decisión de postular a un tercero en discordia que armonizara a todas las corrientes. Se esgrimía que el destape del lic. Murillo Vidal en Xalapa había sido un alevoso albazo del gobernador López Arias, y que el presidente Díaz Ordaz no lo pasaría por alto. En este contexto, tanto Guzmán Willis, en la subsecretaría de agricultura, al igual que Roberto Amorós Guiot en la secretaría auxiliar de la presidencia, Tristan Canales, en la secretaría del trabajo, Rafael Hernández Ochoa en la subsecretaría de gobernación y Fluvio Vista Altamirano en la oficialía mayor del c.e.n. del p.r.i. aguardaban esperanzados la decisión que pudiera favorecerlos.
Durante ese intervalo se observó al senador Llorente González ciertamente expectante, mientras el senador Rafael Murillo Vidal transitaba por los pasillos de la vieja casona de primo verdad, sede de la cámara de senadores, con una notable tranquilidad.
La situación se tornaba verdaderamente crítica para los mandos priístas pues les estaba resultando difícil contener a los aspirantes y a sus seguidores. Por ejemplo, el 15 de mayo, en Tuxpan, un amigo del lic. Murillo Vidal, amistad añeja de cuando este fue agente del ministerio público en esa ciudad, José Fernández Gómez ( a )“el sapo”, dirigente regional de la c.t.m., hombre de extraordinaria influencia en la zona norte, se pronunció públicamente por la candidatura de Murillo Vidal. Allí mismo, en Tuxpan, otro ciudadano, Rogelio, “el charro del valle” en pleno centro desplegó una bambalina en la que hacía público su respaldo a la candidatura de Murillo Vidal. Otro caso que nos demuestra el nerviosismo de los diferentes grupos lo encontramos el 29 de mayo de 1968, cuando en el diario de Xalapa de esa fecha se publicó un desplegado del “grupo de confraternidad progresista universitaria del estado”, suscrito, entre otros, por Guillermo Barradas Villalba, Agustín Tirado Hernández y Alejandro Medina, en donde hacían un panegírico de los méritos de Roberto Amorós Guiot, por los que consideraban este debía ser el abanderado del pri para la gubernatura.
Como quedó establecido más arriba, la política no es de ninguna manera ilógica, mucho menos es una ciencia oculta imposible de descifrar, es sí una actividad en la que quienes la desempeñan pueden desentrañar sus secretos si poseen la información veraz y oportuna que les permita escrutar el diario acontecer y sus consecuencias. Por esta razón, si durante el proceso previo al lanzamiento del candidato se hubiera conocido lo que a continuación se apunta, seguramente que la apreciación de los partidarios y de los pretendientes a la gubernatura, así como la percepción de la opinión pública hubiera sido diferente. Por ejemplo, cuenta el político Tuxpeño Alberto Arango, que en 1968 siendo él presidente de la cámara de comercio de Tuxpan, que en una visita del presidente Díaz Ordaz a la zona norte de la entidad, él pudo observar cómo en el aeropuerto de Poza Rica, de regreso hacia la ciudad de México, el presidente tomó con deferencia el brazo del senador Murillo Vidal y le pidió lo acompañara en ese viaje, un gesto muy significativo si se considera de quien provenía y el momento político del que se habla.
Por otro lado, comentaba el propio lic. Rafael Murillo Vidal que el mantenía una relación afectuosa con el entonces presidente de la república, Díaz Ordaz, ya que se conocían desde la época en que se desempeñaron, uno como senador y el otro como oficial mayor de la cámara de senadores, en 1946; y que, en 1964, cuando acudió al palacio federal ( pues en ese entonces los presidentes de la república allí despachaban ), a expresarle a Díaz Ordaz su agradecimiento por la candidatura al senado de la república, el presidente le comentó que le había puesto como compañero de fórmula a un licenciado...y simuló no recordar el nombre, (se refería a Llorente González) “pero no te dará ningún problema”, ( ¿ ) le dijo. Esto ocurrió en los primeros meses de 1964, ya que el lic. Murillo Vidal fue también a presentarle al presidente su renuncia a la dirección general de correos. Y abundaba que, a fines de 1967, cuando en su carácter de presidente de la comisión permanente visitó al presidente Díaz Ordaz, este le dijo “oye Rafaelito fíjate que yo no estaba enterado de que Manuel Guzmán Willis (su subsecretario de ganadería) fuera veracruzano y siempre pensé que Tristan Canales,( secretario del trabajo ),era de San Luis Potosí. Con estas muy significativas referencias ahora si podemos deducir el porqué de la firme confianza de don Rafael Murillo en su posterior postulación, independientemente de que en el contexto político la idea que predominaba era de que la popularidad de don Arturo Llorente González le llevaría a culminar su aspiración por alcanzar la candidatura.
El desenlace de este episodio se produjo cuando el p.r.i. postuló como su candidato a la gubernatura de Veracruz al lic. Rafael Murillo Vidal, poniendo fin a las especulaciones respecto de una sucesión cuyo desenlace, ahora vemos, siempre estuvo claro, pero que la espesura de los acontecimientos ocultó a los contemporáneos. En esos días, cuando un grupo de simpatizantes visitó al lic. Llorente González en su domicilio, uno de ellos le preguntó:“maestro Llorente, durante el proceso de selección, ¿usted habló de sus aspiraciones con el presidente de la república?” La respuesta casi inmediata, fue “ no “, mi relación para estos efectos fue con mi amigo el secretario de gobernación, el lic. Luís Echeverría Álvarez.” Conclusión: en ese tiempo, un precandidato a la gubernatura de un estado que no contara con el beneplácito del presidente de la república, directamente o a través de un muy influyente amigo, simplemente no llegaba. En este caso, Echeverría no estaba habilitado para apoyar a Llorente pues él mismo buscaba ser, a su tiempo, el candidato a la presidencia de la república y, por las características del presidente Díaz Ordaz, hubiera sido suicida para el secretario de gobernación sugerir siquiera un nombre para la sucesión de Veracruz.
De esta manera, aquél diputado local, que el primero de diciembre de 1936 tomara la protesta al lic. Miguel Alemán Valdéz para gobernador del estado, iniciaba ahora su propia campaña para la gubernatura con el sugestivo lema “Veracruz por los caminos de la revolución” que ahí queda como una de las últimas referencias al movimiento armado de 1910. Don Rafael Murillo Vidal recorrió el Estado de Veracruz en una campaña coordinada por el lic. Manuel Carbonell de la Hoz, secretario general y encargado de la presidencia del comité directivo estatal del p.r.i. y por el delegado del comité ejecutivo nacional, el senador Manuel Sánchez Vite. La estructura del partido estaba integrada por el sector obrero que era liderado por don manuel “el gordo” Meza, el campesino por Helio García Alfaro y el popular por Manuel Ramos Gurrión.
En aquellos tiempos las campañas eran de mero trámite, para cubrir el requisito constitucional de la elección y con el fin práctico de dar a conocer los lineamientos del programa de gobierno y, a su vez, compenetrarse de la problemática social y económica de la entidad. Servían también para que los nuevos valores de la política se incorporaran a ella a través de la talacha, pegando propaganda u organizando mítines, o bien en la oratoria, tal y como fue el caso de Fidel Herrera Beltrán, Guillermo Zúñiga Martínez, Ignacio Altamirano Marín, Leobardo Sartorius, Roberto Palacios, Joel Hurtado, etc. Por cierto que a Guillermo Zúñiga lo había recomendado como orador Genaro Vázquez Colmenares a quien don Rafael Murillo Vidal solicitó le formara un buen cuadro de oradores para su campaña. Y fue el propio Zúñiga Martínez quien sugirió el nombre de Ignacio Altamirano Marín para que se incorporara al grupo. Paradójicamente, mientras nacho Altamirano prosiguió en la campaña, Zúñiga no alcanzó a terminarla pues, en el transcurso de la misma fue señalado como el que apodaba al profesor Arriola Molina como “don ferruco de la alameda” y, por si fuera poco, fue también señalado como el bromista que, junto con Joel Hurtado, habían escondido el sombrero del profesor Arriola; resultado de esto fue la instrucción para Carbonell de no volver a invitar a las subsecuentes etapas de la gira ni a Zúñiga ni a Joel Hurtado. Así terminaba su participación en la campaña un orador enjundioso como Zúñiga quien ya había dejado para la anécdota su participación en Tantoyuca cuando durante su discurso un ebrio lo interrumpía con frecuencia y le soltó: “silencio, a la revolución no se le interrumpe”.
Desde las campañas se iniciaba el rito de cubrir los compromisos políticos, que consistían en incorporar en la cámara de diputados o en el equipo de trabajo, a quienes el gobernador saliente deseaba fueran apoyados para que continuaran sus carreras políticas. Así sucedió con los lic. Manuel Carbonel, Pastor Murguía González, Manuel del Río González y Manuel Ramos Gurrión, jóvenes que habían surgido a la política en el sexenio de López Arias y a los que éste deseaba impulsar.
Para su fortuna, sucedía a López Arias en el gobierno de Veracruz un hombre sin rencores ni amarguras, dispuesto a hacer un gobierno que tendiera un puente de amistad para contribuir a desaparecer del ambiente estatal las tensiones que el duro gobierno de López Arias había generado. Además, no olvidemos que el movimiento de 1968 había trascendido a la provincia mexicana y Xalapa, centro estudiantil por excelencia, no escapó a las manifestaciones de protesta estudiantiles. Maestros y estudiantes universitarios habían tomado las calles xalapeñas, primero por un movimiento de protesta encabezado por Ignacio González Rebolledo pidiendo aumento de sueldo a los maestros universitarios y después en protesta por la represión del gobierno federal a los estudiantes en el d.f. ya que, sin la brutalidad de la represión en la capital, pero con dureza, aquí en Xalapa los dirigentes estudiantiles fueron también perseguidos y encarcelados: entre ellos, Juan Rodríguez Prats, dirigente de la facultad de derecho, Rafael Arias Hernández, dirigente estudiantil en la escuela de economía, y maestros universitarios como Roberto Bravo Garzón, director de la escuela de economía, el “chivo” Vargas y el dr. Héctor Castañeda Bringas, etc. Que estuvieron encarcelados del 27 de septiembre al 2 de octubre en que salieron bajo fianza. A todos ellos, a su arribo al gobierno de Veracruz, Murillo Vidal les tendió su mano amiga, con un irrefutable gesto de buena voluntad, desistiéndose el ministerio público de la acción que había emprendido contra ellos; una tarde de diciembre de 1968 en que los llamó don Aureliano Hernández Palacios, Presidente del Tribunal de Justicia del Estado, para hacerles entrega de sus respectivas “fichas”. Después, a nacho González Rebolledo lo apoyó para la diputación federal y a Roberto Bravo Garzón lo impulsó a la rectoría de la universidad veracruzana.
Como en todas las campañas políticas para gobernador, en la de Murillo Vidal se entremezclaron las personas que el candidato traía del distrito federal, como Wilfrido Pérez Bautista, Francisco Berlín Valenzuela, Rubén Guzmán, Carlos Brito, Amaro Lagunes, con los locales. También, como con reiteración acontece, se especulaba desde esta etapa electoral acerca de qué puesto iba a ocupar cada uno de ellos; y, como es recurrente en estos casos, una vez más, muchas expectativas quedaron frustradas, algunas porque no se les ofreció el cargo al que aspiraban y otras porque simplemente no fueron llamados a colaborar. Pasado el día de la elección sin ningún contratiempo, el primero de diciembre de 1968 tomó posesión de la gubernatura el licenciado Rafael Murillo Vidal y quien le tomó la correspondiente protesta de ley fue el joven lic. Antonio Cruz Sánchez, representante del distrito de Chicontepec.
A.-lic. Rafael Murillo Vidal
1968-1974
Cuando se hizo pública la lista de los futuros colaboradores del gobernador Murillo Vidal, la ciudadanía se encontró con los nombramientos sorpresivos de Francisco Berlín Valenzuela, para la secretaría general de gobierno. Se trataba de un joven jalapeño, expresidente de la juventud nacional revolucionaria del c.e.n. del p.r.i. que había participado en la campaña y uno de los hombres más cercanos al candidato, debido a su juventud su nombramiento levantó una ola de comentarios, ya que hasta esa fecha la secretaría de gobierno había sido ocupada por personas de edad madura y ahora la iba a desempeñar un joven que por razón de sus estudios profesionales estaba radicando en la ciudad de México.
En la secretaría particular fue designado Juan Maldonado Pereda quien contaba en su curricula haber sido rector de la universidad de tabasco y auxiliar de la presidencia del c.e.n. del pri con Carlos Madrazo y Lauro Ortega. La sorpresa de este nombramiento tenía su origen en el hecho de que Juan Maldonado, no había participado en la campaña y era poco conocido por las gentes del gobernador entrante y porque era de conocimiento público que, con un grupo de profesionistas veracruzanos, había elaborado una propuesta de gobierno para el precandidato Llorente González, motivo por el que se le consideraba fuera de toda posibilidad de formar parte del equipo del nuevo gobernador. Quizá en el nombramiento contó el hecho de que, despojado de todo prejuicio y egoísmo, procuró una audiencia con el candidato Murillo Vidal, para hacerle entrega del trabajo de investigación que había hecho; esto causó por supuesto muy buena impresión en el candidato Murillo Vidal y con el apoyo, sin duda muy efectivo del profesor Arriola Molina, se hizo posible su nombramiento.
No causó sorpresa la designación de Manuel Carbonell de la hoz como subsecretario de gobierno, pues se consideraba que era un justo reconocimiento a su experiencia y su trabajo en la campaña; el abogado Antonio Campillo Sánchez, fue procurador de justicia; Sabino Huitrón Caballero, yerno del exgobernador López Arias, fue ratificado como director del instituto de pensiones; en la dirección de comunicaciones del Estado el gobernador designó al joven ingeniero Gustavo Nachon Aguirre, quien ya conocía palmo a palmo el estado de Veracruz.
En la dirección de turismo fue ungido Rubén Pabello Rojas, quien se había iniciado en el servicio público como agente del ministerio público en el puerto de Veracruz, en el gobierno del lic. Antonio Quirasco; para enseñanza media se designó a Ruben Mendiola Solano. En educación popular al maestro Teodoro Lavoignet Naveda, amigo del profesor Arriola Molina; en el departamento de acción social. En justo reconocimiento a sus servicios de orador en la campaña, fue nombrado el lic. Ignacio Altamirano Marín y, acompañándolo como subjefe, Alfonso Luna Alfeiran. Altamirano Marín, signo de los tiempos, además, simultáneamente dirigía al sector popular del p.r.i. estatal; cuando fue postulado, en 1970, como candidato a diputado federal por Cosamaloapan, fue relevado por Rubén Pabello rojas, a partir de allí, simultáneamente también, director de turismo.
En la dirección de industria, comercio y estadística el gobernador Murillo Vidal ratificó al lic. Héctor Salmerón Roiz, quien apenas egresado de la facultad de derecho tuvo la oportunidad de estar al frente de esta dependencia desde el gobierno de don Antonio Quirasco, siendo uno de los pocos colaboradores de este gobernador que sobrevivieron a la purga política que desató desde el inicio de su gobierno el lic. López Arias contra todo lo que se relacionara con Quirasco. Salmeron Roiz había librado la guillotina por su eficiente desempeñado, lo que le sirvió de carta de recomendación para que fuera ratificado por López Arias en su tiempo y ahora por Murillo Vidal. Para colocarse en el ánimo de López Arias, mucho tuvo que ver también el hecho circunstancial de haber apoyado a Roberto Bravo Garzón y a un equipo de becarios estudiosos de la ciencia económica que bravo había integrado en el colegio de México para hacer un diagnóstico socioeconómico del estado de Veracruz, presentado en siete tomos cuya calidad ameritó que el presidente Díaz Ordaz hiciera entrega de este estudio a la comunidad veracruzana en la ciudad de Orizaba.
Ciertamente este estudio es pionero en su tipo y trata en los dos primeros tomos de análisis económicos, demográficos, políticos e históricos, presentando detalladamente cuadros de insumo-producto. Los tres siguientes tomos dividen al estado en zonas, presentando programas productivos para cada una de ellas y los dos últimos tomos están destinados a apéndices cartográficos de la entidad. Este análisis que mucho agradó al gobernador López Arias, inició el proceso que culminó con la creación de la escuela de economía de la universidad veracruzana, a cuya historia está firmemente arraigada la historia política y académica de Roberto Bravo Garzón.
Caso muy singular es el de pedro rivera pavón quien fue nombrado como director de ganadería, en donde permaneció sin solicitar licencia a la representación popular por el distrito de los Tuxtlas. También fue ratificado y repetía en la dirección de obras públicas el ing. Francisco ríos cano de quien el gobernador Murillo Vidal aseguraba que era un hombre “patológicamente honesto”, y en agricultura también ratificó al ing. Ángel Vergara castillo quien además se desempeñaba como delegado del gobierno federal en el mismo ramo. Por cierto que el gobernador Murillo Vidal, en reconocimiento a sus intervenciones como orador en la campaña, designó al joven egresado de la facultad de derecho, Fidel Herrera Beltran, como auxiliar en la secretaría particular, siendo esta la primera promoción en el ámbito del servicio público del notable político veracruzano.
Como se podrá observar, fue un equipo de colaboradores muy equilibrado, que combinaba experiencia y juventud. Aunque por las ratificaciones en el nuevo gobierno, la opinión pública, siempre maliciosa, concluyó que quien realmente iba a mandar sería el exgobernador Fernando López Arias.
Nada mas lejano de la realidad, pues en el caso del lic. Rafael Murillo Vidal, olvidaban que se trataba de un hombre con una larga trayectoria política, que le permitió acumular una extraordinaria experiencia, aunada al natural talento para conocer a las personas, así como una profunda sensibilidad social producto de su largo caminar en el servicio público. Además, la opinión pública ignoraba que el exgobernador López Arias había recomendado al lic. Murillo a quien había sido su tesorero, don Albino Zamudio, para que este fuera ratificado en el mismo cargo, recomendación que fue firmemente rechazada por el gobernador electo. Para ese puesto, el lic. Murillo Vidal nombró al contador Antonio Piana Lara, a quien por cierto no conocía, y era a la sazón tesorero del municipio de Veracruz con Mario Vargas Saldaña; una auténtica sorpresa, pues nadie se lo esperaba. Para la anécdota queda el que, el día en que iba a tomar posesión de la tesorería, en su trayecto de la ciudad de Veracruz hacia Xalapa, toño Piana Lara sufrió un accidente automovilístico que difirió por algunos días su arribo al cargo.
A mediados del primer mes de gobierno, tomó posesión como presidente del comité directivo estatal del p.r.i. el profesor Rafael Arriola Molina, hombre culto, de brillante inteligencia, con destellos de exhuberancia y desbordante carácter, gran charlista y muy simpático. Con la anuencia del gobernador integró su equipo con políticos de diferentes corrientes, entre ellos, como secretario general, el dr. Román Mortera uevas, de Coatepec, emparentado con el que más tarde sería gobernador del estado de Baja California Norte Xicotencatl Leiva Mortera, persona del circulo más cercano al dirigente nacional del p.r.i, Alfonso Martínez Domínguez; en la secretaría de organización al lic. Rodrígo Ángeles Pizzoloto, cercano a Carbonell de la Hoz, al lic. Carlos Brito Gómez como oficial mayor, quien esperaba mejor ubicación pues era de los pocos en ese comité que había conocido al lic. Murillo Vidal antes de su postulación y contaba con su afecto; previamente le habían ofrecido la jefatura de la policía judicial, que rechazó tajantemente. También formaban parte de ese equipo Francisco Sánchez Contreras, el “gallo”, Roberto Palacios, Melitón Morales y Carlos Domínguez Millán. Poco después se incorporarían el diputado local Manuel Ramos Gurrión, como secretario de acción política y Fidel Herrera Beltrán en la dirigencia del sector juvenil.
En la presidencia del tribunal superior de justicia el gobernador designó a don Aureliano Hernández Palacios que, aunque impulsado por el profesor Arriola Molina (era su cuñado), tenía suficientes méritos propios para desempeñar tal encargo, entre otras funciones ya había sido rector de la universidad veracruzana, además era un renombrado catedrático en la facultad de derecho y un excelente jurista.
En la representación del gobierno del estado, el gobernador murillo Vidal ubicó a un político y periodista cordobés, de cepa alemanista, don Hesiquio Aguilar Marañòn, hijo, al igual que don Silvestre Aguilar, del diputado maderista Silvestre Aguilar Vargas, jefe político de Córdoba. Don Hesiquio había sido jefe de prensa y propaganda y secretario de acción política del pri y, además, diputado federal y contaba con la amistad de los expresidentes Miguel Aleman y Ruiz Cortinez. Del gremio periodístico también, pero en la categoría de caricaturista, el extraordinario don Abel Quezada dedicó a don Hesiquio Aguilar Marañòn un cartón en donde le expresaba el “cambio” sufrido por el sistema político mexicano que decía: “en materia gramatical, el régimen se preocupa por corregir errores y hacer que nuestro antiguo vocabulario polìtico mejorara en calidad, así por ejemplo:
“a la cargada: se le llama ahora “unidad nacional”
A la devaluaciòn: “ modificaciòn del tipo de cambio
Al tapadismo: “auscultaciòn”
Al sobre lacrado: “democracia”
Y al alebrestamiento: “disoluciòn social”
Estos términos expresaban la terminología política en boga en aquellos años de la década de los ‘60 del siglo pasado.
Gran amigo del gobernador Murillo Vidal, don Hesiquio permaneció en el cargo de representante del gobierno del Estado en el distrito federal durante todo el sexenio.
Al frente de los diputados locales el gobernador Murillo Vidal ubicó a su amigo el lic. Wilfrido Pérez Bautista, Papanteco, buen abogado, muy culto, pero sin experiencia política previa que le permitiera lidiar con éxito a un grupo de políticos veracruzanos que se sentían con derecho a ocupar su lugar y, peor aún, don Wilfrido desconocía a Veracruz y a su gente; es más, de entrada ya se había enemistado con el profesor Arriola Molina, quien mantenía una estrecha cercanía con el gobernador y, ciertamente, era escuchado por este.
En materia política y de poder el estilo es el hombre, y pronto se manifestó el del lic. Murillo Vidal quien, con una sabiduría que paulatinamente fue demostrando, empezó a tejer a su manera, tersa, casi imperceptible, como jugando con las piezas de un ajedrez político. Acostumbrados los veracruzanos y particularmente la clase política a la mano dura de López Arias en la conducción de su gobierno y en el trato con las personas, el estilo de don Rafael Murillo Vidal parecía laxo, y por esto, muchos se fueron de bruces.
En el desarrollo de la operación política de inmediato se significó el trabajo del subsecretario de gobierno Carbonell de la Hoz, quien había consolidado sus relaciones con los grupos políticos del estado y eso le facilitaba su trabajo que pronto demostró saber ejecutarlo. No sucedía lo mismo con el secretario de gobierno Berlín Valenzuela y con el secretario particular Juan Maldonado, quienes apenas iniciaban sus empalmes y relaciones con los grupos veracruzanos y al interior del mismo equipo de gobierno pues, ciertamente, no eran conocidos en la entidad y no podían por lo tanto hacer amarres con los grupos políticos que no conocían.
En ese escenario, el profesor Arriola Molina, hombre de indiscutible experiencia y desbordado entusiasmo, pero demasiado débil ante el peso del poder, empezaba a accionar de una manera que más que efectiva era vistosa. Incurriendo con frecuencia en actitudes de deslealtad para con su jefe y amigo el gobernador murillo Vidal pues, sabedor de lo que la opinión pública comentaba en el sentido de que quien realmente mandaba era él, no hacía nada para sofocar la versión, antes bien, con sus abiertos desplantes intensificaba el rumor; parecía que le agradaba el comentario, convertido en un molesto rumor. Un ejemplo de esta actitud ocurría con frecuencia por la locuacidad del profesor cuando a la mesa, con el gobernador presente, no daba margen a la intervención de los demás, exagerando en ademanes y en verborrea. Ante el silencio observador del ejecutivo, bromeaba, se carcajeaba, contaba anécdotas y, en un momento dado, mirando su reloj decía “ya es tarde Rafael ¡ vámonos! Apenas lo decía se levantaba y obligaba con ese gesto, a que los demás lo hicieran, incluido el gobernador. A una edad como la que el profesor tenía en ese entonces, y una inteligencia privilegiada es difícil entender que no apreciara el desatino, antes bien era una actitud recurrente que el propio ejecutivo toleraba.
La experiencia política adquirida en tantos años de militancia en ese quehacer, permitía al lic. Murillo Vidal medir la personalidad de cada uno de sus colaboradores que, como suele ocurrir en los equipos de gobierno, se habían dividido en grupos que rivalizaban. A uno de ellos lo encabezaba Carbonell de la Hoz quien, como operador político del gobierno, llevaba ventaja y, además, sus prolongados acuerdos con el ejecutivo le permitían superar las intrigas que se urdían en su contra. Sabía, por ejemplo, que en las cafeterías el grillerío traía suelta la especie de que él engañaba al gobernador, que a sus espaldas llevaba a cabo acciones que sólo a él favorecían, que le pasaba información falsa y a su conveniencia por lo que, obviamente enterado de esto, él informaba de todo al gobernador. Combatía el rumor con trabajo, un ritmo de labores que lo mantenía de las 11 de la mañana a las 18 o 19 horas y de las 21 horas hasta las 2 o 3 de la madrugada, y de esto el gobernador estaba absolutamente enterado.
Por otro lado, Juan Maldonado hacía equipo con el profesor Arriola Molina, manejando nexos con diputados locales afines al profesor, buscando la manera de contrarrestar lo que se veía con obviedad meridiana: la cada vez más creciente fuerza política de Carbonell. Juan Maldonado pereda convirtió su puesto de secretario particular en lo que un agudo columnista calificó como una “supersecretaría” por la extraordinaria movilidad que le imprimió y, desde luego, por su capacidad de trabajo y entrega que igual lo mantenía hasta altas horas de la noche. A más de ser un político de rara especie en un ambiente saturado de mediocres con éxito económico, y una caterva de ignorantes que por alguna razón han encontrado cabida en donde están. Ciertamente una de las características de Juan Maldonado es la de ser un político que lee y se actualiza y eso, en México, donde político que lee un libro ya la hizo, es sobresaliente. Por ello, sin menoscabo de la personalidad del individuo que se ocupa en los menesteres de la política, y con guardadas excepciones, parafraseando a schopenhauer, “los políticos en México son como libélulas que necesitan de la oscuridad para poder brillar”.
El secretario de gobierno, francisco Berlín Valenzuela, quien estaba prácticamente sólo, con la compañía de un vecino incómodo en la subsecretaría, el que ya lo había rebasado, adoptó la mejor de las posturas: hacer grupo con el gobernador, a quien acompañaba a buen número de eventos políticos, sociales, culturales y deportivos, guardándole siempre una actitud de lealtad absoluta.
Por el lado de los diputados se había desatado una feroz disputa entre el representante del poder legislativo, Wilfrido Pérez Bautista y el profesor Arriola Molina. Por si fuera poco, al interior de la diputación habían surgido forcejeos para sustituir a don Wilfrido Pérez Bautista quien, como ya asentamos, era un buen jurista, bien preparado, pero ajeno a los malabares políticos y alérgico a practicarlos y aceptarlos. Para describirlo mas puntualmente basta mencionar, entre otros comentarios, uno que circuló entre la clase política de la capital: el episodio aquél cuando el secretario de gobierno lo invitó vìa telefónica a que acudiera a su despacho para tratar asuntos de la agenda de gobierno, don Wilfrido contestó que a su vez él invitaba al secretario a su despacho ya que él, don Wilfrido, representaba al poder legislativo. Otra ocurrencia muy comentada era la que entre chascarrillos se relataba cuando don Wilfrido en cierta ocasión acudió al despacho del gobernador acompañado con algunos diputados de su cercanía, y haciendo uso de su derecho de picaporte, abrió la puerta del ejecutivo y entrando dijo al gobernador: “Rafael aquí estamos, venimos a tratar un asunto de poder a poder.” Obviamente, el gobernador conocía las ocurrencias de don Wilfrido quien, dicho sea de paso, no intentaba mostrar actitud alguna de indisciplina sino simplemente era una ingenua manifestación de su impericia en esos menesteres y de que a los 50 años de edad, como lo decía el propio gobernador Murillo Vidal, es muy difícil empezar a aprender a hacer política.
Ante estas circunstancias, durante los meses de noviembre y diciembre de 1969, los diputados Manuel del Río González y Pastor Murguía, percibiendo el inminente relevo en la coordinación de los diputados, maniobraban para que el reemplazo se diera a su favor, moviéndose entre sus compañeros de curul para este propósito. Sobre todo Pastor Murguía González, político cordobés quien se sentía lastimado porque sus expectativas eran otras, ya que, sabedor de la estimación que López Arias le guardaba al lic. Murillo Vidal, había sido asiduo visitante del senador en la fechas previas al destape. No obstante, tanto Pastor Murguía como del Río González olvidaban que las reglas del juego enseñaban que la remoción y el nombramiento del representante del poder legislativo era decisión exclusiva del gobernador, y que la votación entre los diputados para tal propósito era tan sólo para cubrir un requisito reglamentario. En esta lógica se movía otro diputado local trabajando sigilosamente: Manuel Ramos Gurrión, cuyos movimientos estaban mas en congruencia con la realidad política, muy medidos y paso a paso pues, sabedor de que si se sumaba al grupo de Carbonell sería inmediatamente absorbido, buscó la innegable influencia de un renombrado columnista del periódico “Diario de Xalapa” para que lo acercara a Juan Maldonado Pereda, el poderoso secretario particular, que hacía equipo con el profesor Arriola, temible adversario político de don Wilfrido Pérez Bautista.
La habilidad y visión política de Manuel Ramos Gurrión rindieron sus frutos cuando a fines de diciembre de 1969, don Wilfrido fue defenestrado quedando en su lugar el político oriundo de Coatzacoalcos, quien con la posesión política recientemente adquirida de inmediato se dio a la tarea de fortalecer su cercanía con el gobernador.
No había sido fácil para Ramos Gurrión lograrlo. Cuentan que con mucho esfuerzo, previamente, había conseguido ser designado secretario de acción política del comité directivo estatal del p.r.i. y que para este fin cuando se presentó ante el profesor Arriola Molina para hacerle saber la disposición del gobernador, el profesor le contestó con un “sí, yo se lo sugerí al gobernador, pero recuerde que aquí el que manda es el presidente, y el presidente soy yo, ¿y dónde voy a despachar?, preguntó Ramos Gurrión, “allá arriba tenemos un cubículo, ocúpelo.” ¿y que voy a hacer? “Yo le diré”, todo ello con la característica brusquedad con la que trataba a sus colaboradores el profesor Arriola.
A partir de ese instante, fueron persistentes los intentos de Ramos Gurrión por acercarse al profesor arriola y cada mañana, a las 8.30, esperaba la llegada del presidente del partido en la antesala de su despacho tan sólo para recibir un seco y frío buenos días. Hasta que un día, a temprana hora, cuando ningún otro miembro del comité se encontraba, sólo Ramos Gurrión, el profesor echó mano de él para encomendarle la solución de un asunto de partido; esa fue la cuenta del rosario que se abrió para lo que después vendría. Y lo que vino fue que, a la renuncia de Rodrigo Ángeles Pizoloto a la secretaría de organización del p.r.i., el profesor Arriola le propuso al gobernador a Ramos Gurrión para ocupar el cargo vacante, dejando sin oportunidad a Carlos Brito Gómez quien desde la oficialía mayor aguardaba la ocasión para un ascenso. No mucho después, el dr. Román Mortera Cuevas, secretario del comité directivo estatal, fue postulado como candidato a diputado federal por Coatepec y en su lugar se promovió a Manuel Ramos Gurrión quien, por razones del proceso electoral de ese año (1970), finalmente quedó provisionalmente al frente del partido al irse como candidato a la senaduría el profesor Arriola Molina.
Previamente, durante 1969, en plena luna de miel con el poder, el profesor Arriola Molina se ocupó en la tarea de recorrer el estado en su carácter de presidente del p.r.i. estatal. La verdad era que su ambición de poder lo habían desbordado, pues era un rumor a gritos que el quería ser el próximo gobernador, ¡a sólo un año de gobierno, de su jefe y amigo Murillo Vidal!
Quizá nos excedamos en la participación del profesor Arriola, pero sucede que él enriqueció el anecdotario político de ese sexenio con actitudes que todo estudioso de la ciencia política debiera reflexionar. Cómo ¿porqué un hombre que rebasaba los 50 años, y que sin poder es un extraordinario charlista, ingenioso, culto y obsequioso, se descompone en un ser soberbio, despótico e intolerante, y hasta desleal cuando recibe poder? Muchos de quienes integraron el comité directivo estatal del p.r.i. con el profesor Arriola como su presidente padecieron sus arranques y hasta groserías. Las giras que realizaban al interior del estado resultaban ricas en anécdotas y muy pocos se salvaron de recibir un desaire en público por parte del profesor.
En aquella época el estado de Veracruz no se había librado de la plaga de los caciques, que señoreaban en varias regiones del centro, norte y sur de la entidad. En una de las giras del presidente estatal del p.r.i. hacia la parte sur de Veracruz, la consigna que recibieron los oradores era centrar los ataques en contra del caciquismo. Recuérdese que el sur era el coto de poder del temible amadeo González Caballero, hombre de horca y cuchillo, que había hecho de las suyas sobre todo en el sexenio de López Arias. Una frase muy recurrentemente manejada por el profesor Arriola en sus discursos era la siguiente: “dame la mano tirano y sino, tiembla, que soy la libertad” y la repitió en varias ciudades; hasta que un día, desayunando en el hotel Valgrande de Coatzacoalcos, un mesero se le acercó al profesor Arriola y le comunicó que tenía una llamada urgente de Xalapa; Arriola se dirigió a la recepción para contestar, pero se le dijo que era una “prioridad cuatro” por lo que tenia que contestar la llamada desde su habitación. Para esto, un empleado del hotel ya mantenía abierto el elevador para el profesor Arriola a quien después de introducirse en él siguieron tres personas más, una de ellas era amadeo González Caballero, ignoramos el desarrollo de la plática que sostuvieron en la suite del profesor, pero es cierto que el profesor ya no regresó a la mesa del restaurante, y que llamó a su suite a los oradores de la gira para ordenarles que en lo sucesivo no se tratara más el tema del cacicazgo. Debemos dejar registrado que el profesor Arriola no era un hombre que se arredrara ante un asomo de amenaza, por el contrario, la reciedumbre de su carácter lo significó siempre como un hombre de firmes convicciones, por lo que aquella plática debió tener fuertes matices.
A propósito de Amadeo González, su vigencia como cacique durante el gobierno del lic. Murillo Vidal fue muy corta, pues el gobernador tenía la certidumbre de que aquel había abusado de la amistad del anterior gobernador, López Arias, y que sus secuaces cometieron crímenes, muchos de los cuales que quedaron impunes. Con Murillo Vidal, el cacique Amadeo González no tuvo la libertad de antes y debió guardar una conducta prudente, hasta que una enfermedad incurable lo llevó a la tumba.
En el año de 1970, año de elecciones, el p.r.i destapó al lic. Luis Echeverría Álvarez como su candidato a la presidencia de la república. Llegado el momento, se fijó la fecha en que el priísmo veracruzano debía estar en la calle de Bucareli, frente al edificio que ocupa la secretaría de gobernación, para manifestar su adhesión al candidato. Conociendo la proclividad de Luis Echeverría Álvarez por la participación de la juventud en los asuntos públicos, se decidió que quien hablaría a nombre de los jóvenes veracruzanos debía ser el dirigente sectorial Fidel Herrera Beltrán quien, demostrando sus indiscutibles dotes oratorias, produjo un discurso que agradó al abanderado priísta, el que de inmediato invitó a Fidel Herrera a participar en su campaña, la que no pudo cubrir completamente debido a un desafortunado accidente que lo mantuvo algún tiempo en cama, y una de cuyas consecuencias lleva Fidel en su frente. A su paso por Xalapa, Echeverría lo visitó en su cama de hospital. Las especulaciones en torno al futuro político de Fidel fueron muchas, las más coincidían en que él iba a ser candidato a diputado federal. Como todas las especulaciones sin sustento casi siempre son erróneas esta no fue la excepción, pues Echeverría becó a Fidel Herrera Beltrán para que fuera a estudiar un post grado en administración pública a Londres, Inglaterra, de donde regresaría tres años después para, entonces sí, ser candidato a diputado federal, la vez primera, por Cosamaloapan, ver.
La historia política de un municipio, de un estado o de toda una república se va entretejiendo y nutriendo de acontecimientos cotidianos que definen su futuro. Así, cuando se confeccionó la lista para la selección de candidatos a diputados federales y para senadores de la república, en lo que respecta a la primera, salvo algunas rectificaciones, no hubo problema alguno. Pero si lo hubo para la de senadores, pues su número reducido a sólo dos dificultaba la selección. Por un lado, el sector obrero a través del sindicato petrolero reclamaba para sí una posición, misma que le fue concedida en la persona de su dirigente nacional, Samuel Terrazas Sozaya, la restante era disputada, entre otros, por el general Celso Vázquez Ramírez, quien ya había sido dos veces diputado federal por Acayucan y ahora era apoyado por Alfonso Martínez Domínguez para escalar al senado; era un hombre de indiscutible cercanía al expresidente Miguel Alemán Valdez quien, justo es decirlo, no intervino en este proceso. Y por otro lado, el gobernador del estado se sentía comprometido a apoyar al profesor Arriola Molina para esa ubicación, a tal grado que a un llamado del lic. Mario Moya Palencia, quien estaba a cargo de la secretaría de gobernación para proponer a otro candidato para el senado, Celso Vázquez Ramírez, el lic. Murillo Vidal le contestó que no aceptaba la propuesta y no por mala, sino porque la opinión pública percibiría como signo de debilidad política el que en los inicios de su gobierno, el gobernador no pudiera poner a su presidente de partido como candidato al senado y que estaba dispuesto a ceder todo que se refiriera a la lista de diputados federales, pero que el candidato al senado debía ser el profesor Arriola Molina, y así fue.
La locuacidad o ¿inmadurez? Del profesor Arriola Molina lo llevó a situaciones de alto riesgo, pues durante su campaña al senado, en la que llevaba por cierto de suplente al lic. Juan Maldonado Pereda, adoptaba actitudes fuera de toda sensatez. Por ejemplo, un lunes llega al despacho del gobernador con una amplia sonrisa y ademán de satisfacción para decirle que el domingo anterior había concentrado en un mitin en Cosamaloapan a un mayor número gentes que cuando Echeverría, candidato a la presidencia, pasó por esa ciudad. El lic. Murillo le recomendó que no lo dijera más, que recordara que no era prudente hacerlo. Pero el carácter del profesor Arriola lo empujaba a cometer desatinos, tanto que, victima de su protagonismo, en plena campaña ninguneaba a Terrazas Zozaya el otro candidato al senado, pretendiendo siempre relegarlo a un segundo plano en las intervenciones ante la gente.
Ante esta situación, se llegó al grado de que sus propios colaboradores, con el afán de protegerlo, desconectaban el sonido cuando él decidía hablar fuera del programa; así sucedió en un mitin en Orizaba, en donde estaba contemplada sólo la participación de Terrazas Zozaya como orador, repentinamente el profesor tomó el micrófono para decir su discurso, mismo que fue interrumpido por un “desperfecto” en el aparato de sonido. Estas actitudes mueven a reflexión cuando consideramos que el protagonista era un hombre que rebasaba ya los 50 años, con una fuerza de voluntad que lo había ayudado a superar las secuelas de una embolia, con una reconocida solvencia económica y dueño de una sólida cultura pero que, al parecer, el poder perturbaba seriamente. Un ejemplo sin duda de que el ser humano cuando accede al poder político, en ocasiones lo disfruta, en otras lo padece y sin embargo lo busca, lo pelea, lo anhela, y lo añora cuando lo pierde. Tal sucedió con el profesor Arriola Molina.
El escenario político apenas al segundo año de la administración Murillovidalista, se iba transformando. Don Wilfrido Pérez bautista ya no estaba al frente de la cámara, había sido sustituido por Ramos Gurrión; Rubén Guzmán el secretario privado del ejecutivo estatal ocupaba ya una notaría en su natal poza-rica; Rubén Pabello Rojas seguía siendo director de turismo y además había sustituido a Ignacio Altamirano Marín en la dirigencia estatal de la c.n.o.p. cuando este se convirtió en candidato a diputado federal. Y el profesor Arriola estaba cavando su propia tumba política.
Un buen día, el profesor José Luis Hernández Sosa, columnista de “El Dictamen” y corresponsal de “El Excelsior” en el Estado, solicitó al profesor Arriola, que siempre era noticia, una entrevista, misma que su antiguo condiscípulo en la normal le concedió en su despacho del P.R.I., fueron testigos de calidad de esa entrevista, que resultó ser histórica, don Rubén Pabello Acosta, fundador, director y propietario de “El Diario de Xalapa” quien conocía a ambos profesores desde su juventud, y el lic. Ruben Pabello Rojas. A la pregunta acerca de cómo percibía la situación política y económica del país, contestó el profesor Arriola que la república mexicana estaba gobernada por un gobierno centralista y que este centralismo perjudicaba a los estados de la república porque no se les entregaba las participaciones económicas que realmente merecían y que él, una vez instalado en el senado haría que esta situación cambiara. La noticia voló al distrito federal y esa misma tarde se publicó en “Últimas Noticias” de Excelsior y, al día siguiente fue destacada a ocho columnas en el matutino de El Excelsior. Esta que no era sino una verdad de todos conocida, por obvias razones molestó al presidente Díaz Ordaz y, por supuesto, al candidato Echeverría. El día de su publicación el profesor Arriola desde Martínez de la Torre, a muy temprana hora, en presencia de Carlos Brito, secretario de organización del Comité Directivo Estatal, se comunicó con el autor de la nota para pedirle que declarara que había sido una confusión, y que se retractara de ella afirmando que él, Arriola Molina, no había declarado lo que se publicó. El profesor Hernández Sosa sostuvo su nota y, cuando preocupado por esto fue a consultar el asunto con don Adolfo Ruiz Cortínez al puerto de Veracruz, este le dijo: “hiciste bien, porque Arriola declaró al cuarto para las doce lo que debió decir a las doce y cuarto, aunque dijo una verdad de a kilo, se equivocó de hora”. Se refería don Adolfo a que la afirmación del profesor debió decirla una vez convertido en senador y no antes.
Pero este gran dislate no aminoró en el profesor Arriola los ímpetus que lo rebasaban y una vez pasada la elección, a pesar de los múltiples comentarios en el sentido de que su caso sería “congelado,” en plena cámara de senadores declaró que él, en el estado de Veracruz, había obtenido más votos que Luis Echeverría, el candidato a la presidencia de la república. Después de esto, su suerte estaba echada y sólo era cuestión de aguardar el golpe fatal que lo decapitara políticamente.
A tal grado habían molestado en la presidencia de la república y al candidato Echeverría las declaraciones y la actitud del profesor Arriola que ni siquiera hubo dictamen sobre su caso y que ni aún a su suplente, Juan Maldonado Pereda, se le permitió acceder en esa calidad a la cámara. Y de esta manera Veracruz, en el sexenio del presidente Luis Echeverría Álvarez, sólo tuvo un escaño de los dos que a cada Estado le correspondía, el ocupado por aquel que durante la campaña fue permanentemente relegado por el profesor Arriola, Samuel Terrazas Zozaya, un ciudadano oriundo de Michoacán radicado en el Estado de Veracruz.
Mucho se comentaba que, además de los desaciertos del profesor Arriola, habían influido en este desenlace los antecedentes de una relación poco amigable entre Echeverría y el profesor Arriola que se remontaban a la época en que ambos formaban parte del comité ejecutivo nacional del pri en el sexenio de don Adolfo Ruiz Cortínez: siendo Presidente Nacional del Comité Priista don agustín Olachea, el profesor Arriola era Diputado Federal y Echeverría se desempeñaba como Oficial Mayor de aquel Comité.
El caso es que mientras se decidía la situación en el senado, fueron días de tensa calma, por un lado el caso del profesor había sido “congelado” en el senado y sólo quedaba esperar las consecuencias que este hecho tendría en el estado, pues su relación con el ejecutivo estatal se tornaba cada vez más fría y distante. Se estaba comprobando de dramática manera que el poder es indivisible, simplemente se ejerce de acuerdo al estilo de quien lo tiene y, en este caso siempre lo tuvo el gobernador, ya que en los hechos jamás fue compartido con el profesor Arriola. Derivado de todo este rejuego, Arriola Molina muy a su pesar debió dejar definitivamente en manos de Manuel Ramos Gurrión la presidencia del partido que él pensó podía conservar a pesar del terremoto político ocurrido, pero ello era prácticamente imposible. Y así, de la misma manera en que en alguna ocasión el lic. Murillo Vidal patrocinó su candidatura al senado, con esa misma firmeza lo destituyó del partido. Era obvio, en ningún momento puso en tela de duda esa decisión; antes que nada su amistad con el presidente de la república, antes que a nadie su lealtad a quien lo hizo gobernador.
Una mañana, estando el profesor Arriola en el despacho de la presidencia del comité directivo estatal del p.r.i. se presentó el ya investido nuevo presidente a reclamar el espacio; Manuel Ramos Gurrión le dijo: “maestro Arriola vengo a ocupar este espacio, como me corresponde en calidad de Presidente Estatal del Partido” ¡ cómo, le contestó el profesor, usted tiene su despacho allá arriba, este es el mío”! “lo siento profesor, el presidente del partido soy yo, y este es el despacho del presidente y por lo tanto debo ocuparlo yo.” Así se escribió ese tramo de la historia del P.R.I. estatal.