CANDIDATOS
Por Alfredo Bielma Villanueva
Allá por la década de los sesenta del siglo pasado se comentaba con fruición el caso de un político veracruzano que habiendo conseguido para sí una candidatura del PRI a diputado federal, al pasar por Alvarado en la panga que cruzaba el río Papaloapan se le ocurrió preguntar cuánto faltaba para llegar a Acayucan porque iba a rendir la protesta de rigor como candidato de su partido. Al mostrar orgulloso la documentación que acreditaba su dicho a un alvaradeño este le comentó: “si serás pen---aquí no dice Acayucan sino Tantoyuca y eso está pa´l norte”.
El cuento pinta diáfanamente los tiempos en los que era posible para el PRI y la clase dirigente repartir indiscriminadamente las candidaturas sin parar mientes en la oriundez del aspirante. Si alguna duda hubiera, bastaría con citar que en plena implementación de la afamada Reforma Política del presidente López Portillo y de Reyes Heroles, en la elección federal de 1979 en Veracruz y otros estados fueron postulados a cargos de elección popular múltiples candidatos que no cubrían el requisito de la residencia. De esta manera, por ejemplo, el PRI postuló a la coatepecana Rosa María Campos por San Andrés Tuxtla, al sotaventino Silvio Lagos por Córdoba, al cuenqueño Fidel Herrera por Pánuco, al defeño Francisco Cinta, por Acayucan, lo que no resultaba nada extraño si añadimos que en 1973 el panuquense Patricio Chirinos había sido diputado por el distrito electoral con cabecera en Papantla; era ese uno más de los peculiares procedimientos de nuestra muy singular democracia electoral durante la égida del partido monolítico.
Décadas más tarde advertimos que han cambiado muchas conductas y procedimientos en materia política y de elecciones: el presidencialismo autoritario quedó atrás, el PRI ya no es hegemónico, los gobernadores deciden quién los sucederá en el mando al igual que muchas candidaturas a diputados federales y senadores; los legisladores federales obedecen a las cúpulas partidistas de acuerdo a la orientación de su respectivo gobernador, la Comisión Federal Electoral otrora encargada de organizar los procesos electorales bajo el mando del Secretario de Gobernación cedió el paso a un órgano que vino a proporcionar credibilidad y confianza a los resultados electorales, hasta donde esto ha sido posible en México.
Pero a cambio han surgido fenómenos nuevos, uno de ellos es el que coloquialmente denominamos “partidocracia”, para referirnos a la intermediación de las cúpulas que dirigen los partidos políticos en las negociaciones relativas a la agenda legislativa en tal medida que suplantan incluso a la voluntad ciudadana que debe estar expresada en el Congreso. El término adquiere características despectivas cuando hace alusión al hecho de que las cúpulas dirigentes son las que realmente ejecutan la agenda política del país, en menoscabo de la acción ciudadana que simplemente ha sido rebasada por una clase política que subrayadamente parece estar ajena a los intereses de la colectividad. Lo peor es que los partidos no dan nada a cambio de las onerosas prerrogativas que establece la Constitución General , remendada en esa materia precisamente por los convenencieros acuerdos entre las cúpulas partidistas. (En Veracruz esto puede confirmarse por la solución que se encontró para sacar adelante la aprobación de un impuesto estatal a la tenencia vehicular, más claro ni el agua).
El de las candidaturas es un tema en el que avanzamos lentamente a juzgar por el perfil de los candidatos que presentan los partidos a la ciudadanía, aunque muchos no son precisamente de lo mejor que genera el contexto social. Rutinariamente, durante la era priísta se escogía de entre sus filas a individuos cuya trayectoria política abarcaba un sinnúmero de cargos desempeñados, se ejecutaba indiscriminadamente, sin evaluar el desempeño ni mucho menos discurrir acerca del súbito e “inexplicable” cambio de condición económica. “Fulano de tal va a ser el candidato a (diputado, senador, alcalde) porque ya ha sido esto y lo otro” se argumentaba alegando “experiencia”.
¿Persistirá la misma lógica? Parece que no. Concretándonos al caso de Veracruz en lo referente a las candidaturas al senado por el PRI podemos advertir una nutrida lista de aspirantes. Pero, ¿Quién le pudiera regatear la candidatura al senado a Héctor Yunes Landa, un aspirante que cuenta con la mejor estructura electoral adicional a la del partido que ahora lidera? O ¿a José Yunes Zorrilla, con méritos y simpatías suficientes para convocar al electorado?, ambos cubren un buen perfil y son solventes aspirantes al senado, están acreditados y nadie podría objetar la calidad moral de su desempeño político.
Por los muchos años en el tinglado político no se descarte a Flavino Ríos Alvarado, un veracruzano de insospechable desempeño en cargos administrativos y con probada experiencia legislativa. Tampoco a Eduardo Andrade, quien ya transitó por un escaño. Pero se dice que también aspira al senado nada menos que quien ya fuera gobernador de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán. Con sus derechos a salvo nada se pudiera objetar sobre su deseo de competir por un cargo de elección popular, solo que su desempeño como gobernador no alcanza calificaciones aprobatorias; se aclara, aquí no se habla de habilidades político-electorales, sino del resultado de una gestión pública muy cuestionada, cuyas consecuencias las estamos padeciendo todos los veracruzanos debido al desbarajuste administrativo que legó el aludido, aunado a una deuda pública que no encuentra explicación ni justificación alguna en cuanto a beneficios constatables en el territorio veracruzano.
Aunque no necesariamente, el senado continúa siendo una antesala para candidatearse al gobierno de un estado. Si bien Miguel Alemán Valdés, Rafael Murillo Vidal, Miguel Alemán Velasco (con licencia) y Fidel Herrera Beltrán lograron la gubernatura teniendo como paso previo al senado, esto se debió a circunstancias políticas, personales e históricas, que los favorecieron. Pero, ni Manlio Fabio Altamirano, ni Marco Antonio Muñoz, ni Antonio Quirasco, ni López Arias, ni Hernández Ochoa, ni Acosta Lagunes, ni Gutiérrez Barrios, ni Dante Delgado, ni Duarte de Ochoa eran senadores cuando accedieron al gobierno de Veracruz.
Pero, además, en Veracruz lo del senado será una jugada en la que concurrirán los compromisos contraídos en campaña con notables protagonistas políticos, como Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, entreverados con los débitos a sindicatos como el magisterial (Juan Nicolás Callejas), y el petrolero (Ricardo Aldana), sin menoscabo de los intereses creados al interior de grupos de ayuda mutua que se forman en cada gobierno.
Como se ve, la caballada priísta para el senado está bien cebada, pero desde la oposición se otean también competidores de relevantes méritos. No falta mucho para comprobarlo.
Junio 2011