La alternancia y la transición


Alfredo Bielma Villanueva


En la perspectiva histórica sobre la Revolución Francesa podemos apreciar todo lo que sucedió después del movimiento de masas que ensangrentó París a partir de 1779; los recursos de la Asamblea para derrocar al viejo régimen, la dramática sucesión de Marat, Dantón y Robespierre, autores y víctimas de la dinámica y recomposición del movimiento parisino, tras de ello  la increíble por impensada decapitación de un monarca, la restauración napoleónica, para finalmente consolidarse como el movimiento social más importante de occidente desde la caída del imperio romano. La Revolución Industrial y la independencia de las colonias americanas completaban aquel marco histórico.

De esa etapa de la humanidad es posible extraer aleccionadoras experiencias, entre otras, que una alternancia no implica necesariamente transición, aunque finalmente por la fuerza de las circunstancias ésta pudiera llegar a consolidarse. En la experiencia mexicana la alternancia del 2000, de PRI a PAN, pareciera que fue solo un cambio de partido en el gobierno; sin embargo, fue rotunda la manifestación de la voluntad ciudadana a favor de un cambio; las causas por las que Vicente Fox no haya sabido o no pudo consolidar esa alternancia para convertirla en transición habrá que buscarlas al interior del contexto económico, político y social mexicano de nuestros tiempos.

Gustavo Madero atribuye el fracaso de su ancestro, Francisco Madero, a que se entregó en manos de los políticos a quienes había combatido, en vez de acabar con ellos, y en esa lógica asegura que Vicente Fox dejó vivo al PRI. Lo cierto es que el tricolor gobernaba 19 entidades y aprovechó experiencia y oportunidad para levantarse, cual Ave Fénix. En 2012 el PRI regresó al poder y restauró la presidencia autoritaria y omnipresente, cuyo titular volvió a arrogarse la atribución de decidir candidaturas a gobiernos estaduales, tal cual acaba de acontecer en Veracruz.

En la aldea jarocha, sólo dos gobernadores tuvieron oportunidad de decidir sus respectivas sucesiones: Miguel Alemán Velasco, quien operó favoreciendo la candidatura de Fidel Herrera en 2004 y éste, que a su vez decidió la sucesión por Javier Duarte de Ochoa, así fue porque no tuvieron sobre su autonomía ninguna otra autoridad, pues en el CEN del PRI estaban a expensas de los gobernadores y poco podían intervenir. Pero a partir de 2012 cambiaron las circunstancias para los gobernadores priistas, la jerarquía presidencial frustró las intenciones sucesorias de Duarte de Ochoa.

Todos estamos en el antecedente del proyecto transexenal del fidelato, según el cual a Duarte le sucedería otro actor político formado en aquella “escuela”, la del ejercicio patrimonialista del poder; era evidente que en el propósito de proseguir la secuencia el escogido por el gobernador fue Alberto Silva Ramos, a quien hizo presidente del PRI estatal, pero no obtuvo el éxito deseado porque diversas circunstancias lo impidieron: a) quien decide es el presidente, b) falta de pericia para operar asuntos de esta envergadura, c) dos senadores que han luchado para componer las circunstancias a su favor, pues por no pertenecer al  grupo de aquel proyecto estaban excluidos del mismo, d) ambos senadores cuentan con más amarres en el ámbito federal que el propio ejecutivo del estado, e) otro candidato que no fuera uno de los senadores hubiera implicado un profundo cisma político al interior del PRI de consecuencias posiblemente catastróficas, f) esa ruptura no tendría reparación pues, provocada por el árbitro de la contienda, la autoridad de este hubiera menguado, y por lo mismo con escasa capacidad para recomponer fisuras; este conjunto de elementos dio por resultado que uno de los senadores fuera el elegido para alcanzar el gobierno bianual 2016-2018.

A contrario sensu de cuanto antaño ocurría, cuando en automático el candidato del PRI ya era propiamente el gobernante sucesor, ahora no es dable asegurar quién alcanzará la victoria en la elección que viene. Sin embargo, la herramienta de la observación pudiera permitirnos adelantar una hipótesis: considerando la estructura de los partidos contendientes, el que está mejor equipado para ganar la elección es el PRI.

Por supuesto, es inexorable atender al hecho de que el PRI transita en medio de una irritación social y un hartazgo ciudadano subrayadamente acentuados y que adicionalmente el gobierno estatal priista no entregará buenas cuentas pues en el balance su saldo es negativo, siendo este un elemento a favor de los partidos de oposición.

Sin embargo, el PRI está mejor equipado; paradójicamente esos que la oposición al PRI señala como “los más de lo mismo”, y “los mismos de siempre”, cuentan con una innegable y muy comprobada experiencia para ganar elecciones, y estas se ganan con votos, y estos se cuentan en las urnas. En sentido contrario cabe la interrogante ¿la oposición tiene la estructura suficiente para mover al enojo social y al hartazgo ciudadano hacia las urnas? Sustancialmente el PRI tiene candidato competitivo, sabe de estas lides, conoce la entidad, lo conocen en la entidad, un elemento adicional que permitirían adelantar conclusiones y robustecer la hipótesis.

Ahora, el que viene será un gobierno de dos años, y acaso pudiéramos aventurar la hipótesis que será de transición: los nombres que vos leéis pudieran estar haciendo su postrera aparición, van de salida, representan al Veracruz “que ya cambió” pero forman parte de la correa de transmisión que servirá, en teoría, para enlazar lo añejo con lo nuevo en 2018, que esperamos sea para bien. Sería una transición de ineludible entreveramiento generacional.



31-enero-2016








El Veracruz Inédito

Alfredo Bielma Villanueva

Es erróneo hacer la comparación que evoca al gobierno de Fernando Gutiérrez Barrios como un antecedente de gobierno de dos años para referirlo al periodo 2016-2018, más de una circunstancia  comprueba ese desliz. En primer término, en aquellos tiempos un gobernador no tenía en su agenda la preocupación por dejar sucesor, decidirlo le correspondía al presidente de la república; tal cual sucedió un día de abril de 1986 cuando le comunicaron al gobernador Acosta Lagunes el nombre del candidato del PRI a sucederlo, Fernando Gutiérrez Barrios, y en consecuencia se limitó a seguir las reglas establecidas para el caso. Por otro lado, no se olvide que la permanencia de Gutiérrez Barrios al frente del gobierno estaba constitucionalmente establecida para seis años, no obligatoriamente a dos, como es el caso del gobierno bianual que viene; si no concluyó el mandato fue porque aceptó la invitación del presidente Salinas para que lo acompañara en la Secretaría de Gobernación, es decir nunca tuvo la presión por desempeñarse obligatoriamente durante dos años.

Adicionalmente, Gutiérrez Barrios recibió de Agustín Acosta Lagunes un gobierno y finanzas organizadas, al grado que durante el interregno que va de la elección a la toma de posesión se permitió diseñar una reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública para crear Secretarías de despacho buscando hacer más eficiente el servicio público. Los sitios del territorio veracruzano en los que se percibía inseguridad pública estaban puntualmente señalados, de tal manera que a su arribo al gobierno don Fernando sólo aplicó medidas “sugestivas” a quienes ejercían un poder territorial: en el norte los hermanos Sagahon, en el centro los Lagunes y Toribio Gargallo, y en el sur Cirilo Vázquez Lagunes. Además, el de Acosta Lagunes no fue un cierre de gobierno traumatizado por deudas ni reclamos populares; aquel relevo constitucional se enmarcó en la tradición del no barrer para atrás, porque poco de sucio había; en cambio, el gobernador bianual encontrará mucha tela de donde cortar.

Ciertamente, no podemos asegurar lo mismo de las circunstancias actuales. El de Javier Duarte es un gobierno con serios problemas financieros, devenidos desde su toma de posesión, aunados a una deuda pública que como pesado lastre le impidió la implementación de los programas de desarrollo, y en la placidez del no hacer la dinámica social terminó por envolverlo en una maraña de asuntos sin resolver. Quizá por razones de gratitud personal no le fue posible dar a conocer el desbarajuste financiero que recibió, así como el monto de la deuda y del pasivo circulante, y se le confiere el beneficio de la duda en cuanto al desconocimiento de lo que recibía en finanzas, porque de lo contrario concluiríamos que el ofrecimiento de desaparecer el impuesto a la tenencia de automóviles habría sido solo una bandera de campaña que se formuló a sabiendas de las dificultades para cumplirlo.

Ahora, los veracruzanos atestiguamos dos dramas políticos: el de un gobernador que se va sin poder concretar el proyecto continuista que le legó su antecesor y, peor aún, que no pudo darle a los veracruzanos que en el confiaron la oportunidad de mejorar la vida en común; por el contrario deja un Veracruz sumido en la pobreza y un entorno nada promisorio porque no avanzamos en producción agropecuaria, no se generaron los empleos necesarios para el crecimiento socio económico, no disminuyó el número de pobres, la infraestructura carretera está deteriorada en sumo grado y es de las peores en la república mexicana, la infraestructura del sector salud está en condiciones deplorables y su funcionamiento es deficiente por la falta de insumos para laboratorio y de medicinas, el descuido en este sector insinúa matices de genocidio.

El expediente más grueso, que no el único, lo configura la inseguridad pública que ha carcomido los cimientos de una convivencia social en que sustancialmente se ha perdido calidad de vida. A diez meses de concluir la gestión del actual gobierno ya es posible advertir que vienen meses de pesadilla para el gobernador y los veracruzanos, es una visión que pudiera parecer apocalíptica y no es deseable, aunque de cualquier modo no es compatible con el Veracruz que pregonaban los lisonjeros de la pluma.

Drama será también para quien resulte vencedor en los comicios de junio próximo pues lo aquí descrito es solo muestra del reto a enfrentar, y concluyentemente es descomunal porque en dos años poco se podrá hacer. Sin embargo hay remedios para atenuar los males, uno sería el de concertar acuerdos entre el gobierno saliente y quien resulte electo para adelantar la entrega recepción ubicando en los puestos claves, finanzas, por ejemplo, a quienes colaborarán en el nuevo gobierno, de tal manera que al iniciar la gestión constitucional se implementen de inmediato las estrategias a seguir.

No olvidemos que el escenario se complica porque apenas concluya este proceso electoral empezarán a agitarse las aguas para la renovación de 212 ayuntamientos, y a continuación vendrán los prolegómenos de la sucesión presidencial, inequívoca señal que, al menos en Veracruz, fue un cuento de hadas aquello de establecer un gobierno de dos años para homologar elecciones, pues recuérdese que ya se había ensayado en 1998 eligiendo un Congreso para 2 años, que combinado con la elección, por única vez, de ayuntamientos para cuatro años en el año 2000 se empatarían elecciones.

Es innecesario inferir que no es fácil para un gobernador cargar con el trance depresivo después de haber cabildeado abiertamente por un precandidato que no resultó designado y a pesar de lo cual, por instinto de sobrevivencia, tiene que apoyar con todo lo que sea posible a quien menos oportunidades le concedía. Una situación de la que habrá de extraerse enseñanzas, y una de ellas señala hacia la historia, guía y maestra que enseña que en política el que se enoja pierde.

24-enero-2016




Duarte, el PRI, Veracruz

Alfredo Bielma Villanueva

En más de una de sus muchas reuniones con representantes de los medios de comunicación el gobernador Duarte de Ochoa aseguró que en el Congreso local contaba con el número de votos suficiente, incluso, para cambiarle el nombre a Veracruz. A pesar del tono coloquial y festivo para quienes lo escucharon la aseveración sonó subrayadamente inapropiada, porque al menos en teoría un Congreso merece respeto por configurar uno de los poderes en que se basa nuestro Sistema Político, nada menos el que hipotéticamente representa al pueblo; esa heterodoxa expresión no acata la consigna que en México hizo famosa Reyes Heroles: “En política, la forma es fondo”.

En los hechos habrá que coincidir con Duarte de Ochoa en que efectivamente controla al Congreso veracruzano, al menos en lo que corresponde a legisladores del PRI y adláteres que los acompañan, ya que invariablemente se han mostrado anuentes y hasta obsecuentes al aprobar todo lo que se les envía. Obviamente con esa atropellada docilidad han cargado la penitencia de acatar obligatoriamente recomendaciones de la Suprema Corte para revisar lo que irreflexivamente aprobaron. En el recuento de esa sumisa actitud, quedan para el registro histórico las indiscriminadas autorizaciones al Ejecutivo para contratar nuevos créditos sin darle seguimiento a su aplicación, convirtiéndose en corresponsables del acrecentamiento inexplicable de la deuda pública, y lo más reciente, la abyecta votación para designar a la señora Namiko Matzumoto como presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, a pesar del manifiesto rechazo de los legisladores de oposición y de quienes habiéndose manifestado en contra terminaron vergonzosamente votando a favor.

No obstante, en otros ámbitos el gobernador no las tiene todas consigo; allí donde convergen factores ajenos a su control y actores políticos apartados del servilismo de los diputados priistas, Duarte no siempre ha conseguido sus propósitos. Y de no ser una simple balandronada lo que comenta sobre la confianza que le tiene Peña Nieto entonces le habrá fallado en, por lo menos, evitar la alianza PAN-PRD y en demérito propio tampoco logró para su grupo la candidatura priista al gobierno de Veracruz, frustrando de paso el proyecto transexenal que el mentor político les diseñó a partir de su candidatura en 2010.

Esto último no es cosa menor. Aunque de entrada se supone el compromiso de camarilla que Peña Nieto mantiene con los gobernadores de su partido, a quienes arropa con el manto de la impunidad, tal cual sucede en Nuevo León, sin duda deja margen para que se actúe con el rigor de la ley contra quienes abusaron de su posición de “servidores públicos” para enriquecerse, todo bajo el supuesto de que el triunfo favorezca al abanderado priista; en caso contrario el esquema cambia drásticamente. De allí la inexorable conveniencia de jalar parejo con Héctor Yunes, independientemente que la postulación del senador implique una auténtica debacle para los intereses del continuismo.

No sorprende la candidatura priista de Héctor Yunes Landa al gobierno veracruzano, pues para competir con cierta ventaja este partido sólo contaba con las cartas credenciales de los dos senadores, y ambos, José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, merecían ser los abanderados, porque se lo ganaron a pulso trajinando por todo el territorio veracruzano; con todo respeto para las cartas adicionales es de reconocer que nunca representaron una posibilidad ganadora y su inclusión no hubiera sido posible sin la propuesta de Duarte de Ochoa a su favor, ya que por sí mismos carecen de impulso mientras que los senadores son el impulso mismo. Pasando el tiempo, en retrospectiva podremos avizorar con mayor claridad y objetividad que aquellas cartas nunca tuvieron oportunidad de ser escogidas para abanderar al PRI en esta ocasión.

Y ya en el desenlace final, es posible advertir el bajo perfil negociador del gobernador, a pesar de su intenso cabildeo para acomodar la sucesión a modo, pero es obvio que en el diagnóstico pesó la ausencia de un patrimonio político con capacidad propositiva. Adicionalmente también operó otro elemento, de no menor importancia, porque no es igual la pericia ingeniosa que mostró Fidel Herrera Beltrán hace seis años, que la ausencia de operatividad rficiente mostrada ahora a nivel local. Fidel pudo desactivar el riesgo que representaba José Yunes Zorrilla para su proyecto transexenal y le impidió su ingreso al senado en 2006; y en 2010 le echó toda la caballada a Héctor Yunes Landa negándole el registro como precandidato priista al gobierno de Veracruz. Esta vez no se obtuvieron los resultados a modo porque los cálculos fueron erróneos, y porque los senadores operaron de tal manera de impedir que los dividieran logrando evadir los obstáculos.

Pero la titularidad de un gobierno estatal permite maniobrar con cierta ventaja y habrá que reconocer que parte del camino hacia la elección ya está pavimentado para el PRI: alianzas partidistas, órganos electorales infiltrados, candidaturas “independientes” para difuminar el voto y, se dice, muchos recursos. 

Por el momento, el continuismo se ha frustrado y se estima que todo el aparato priista de los diferentes grupos caminarán en la lógica de obtener el triunfo electoral. Será una contienda apasionante y aún más si los actores logran despertar el interés ciudadano para participar en este evento democrático. Las apariencias favorecen a Héctor Yunes, si juzgamos por el número de operadores electorales con los que cuenta para atraer el voto favorable; pero la oposición al PRI cuenta con el hartazgo ciudadano, con el enojo social, con expedientes incumplidos; se antoja difícil, pero si la oposición logra llevarlos a votar ¡cuidado! Finalmente, en primera y en última instancia lo que importa es Veracruz.


17-enero-2016.






La dignidad en política.

Alfredo Bielma Villanueva

El dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática, Agustín Basave, ha dado una refrescante muestra de cómo un político que se precie de tal debe mantener la congruencia entre lo que dice y lo que hace, como fue su actitud ante la arbitraria disposición que grupúsculos auténticamente tribales pretendían reducirlo a la condición de mudo espectador en las negociaciones para acordar o rechazar las alianzas partidistas, que en ese partido están supeditadas al ofrecimiento del mejor postor y las conveniencias tribales.

Nadie con los pies bien asentados sobre la tierra pudiera sostener el argumento de que en México los partidos políticos se manejan en términos de sus propuestas ideológicas y de acuerdo a sus respectivas declaraciones de principios, pues es un hecho que esas organizaciones de carácter público orientan sus acciones en base a un pragmatismo descarnado, muy ajeno a la democracia y huérfano de propósitos sociales; de allí que no extraña la actitud opositora a la alianza PAN-PRD del senador Miguel Barbosa, quien ha sido calificado como el más priista de los perredistas y anda en pos de conseguir la candidatura al gobierno de Puebla con el apoyo del gobierno peñista. Pero, además, el PRD está luchando por su sobrevivencia y para subsistir requiere de alianzas salvadoras, una visión que tiene muy clara el dirigente nacional, que con el digno amago de su renuncia logró salvaguardar.


Sin embargo, la actitud de Basave aunque digna en todos sentidos pudiera no bastar para salvar al PRD de su inminente condición de partido bisagra, una golondrina no hace verano en el invierno de una organización plagada de parásitos. Pero alcanzamos a percibir cómo una lección de dignidad puede cambiar las circunstancias; ya se autorizó la alianza PRD-PAN para Veracruz, y lo que para los blanquiazules constituye un éxito político se traduce en fracaso rotundo para quienes desde el gobierno veracruzano cabildearon cargados de obuses millonarios para cooptar a quienes orientarían la votación anti aliancista y casi lo logran, pero no contaban con la drástica actitud renunciante de Basave cuya presión dobló las manos de Chuchos y compañía, porque de aceptar la dimisión el PRD hubiera terminado de resquebrajarse; sobre si habrá devolución de lo entregado es asunto de quienes concertaron el andamiaje anti aliancista y los que “repudian” una alianza “anti natura”.

Otra consecuencia de esa alianza es el impacto en la dupla PRI-gobierno de Veracruz, pues repercutió negativamente contra el proyecto continuista, el que aún después de haberse decidido la pre candidatura para el senador Héctor Yunes Landa insistía en que se pudiera obtener el triunfo con candidatos propuestos por Duarte de Ochoa. Esta actitud reticente obligó a la dirigencia nacional priista a definir de una vez por todas las condiciones del acuerdo y a lanzar antes de los previsto la convocatoria, por la que acudirá a registrarse un solo pre candidato, condición que se construyó en base al binomio formado por los senadores priistas, opuestos al propósito de prolongar dos años más el continuismo.

PRI contra PAN-PRD, la sociedad en medio.

16-enero-2016.