El Lastre
Alfredo Bielma Villanueva
A estas alturas del proceso electoral 2016 para el relevo
del titular del Poder Ejecutivo y los integrantes del Poder Legislativo, los
candidatos de la Alianza PRI-PVM. AVE, Panal y Cardenista, y del PAN-PRD, deben
estar haciendo los cálculos correspondientes a las implicaciones aliancistas y
acaso preguntándose si no hubiera sido mejor ir solos que mal acompañados. Al
candidato panista, Miguel Ángel Yunes Linares, a quien el PRD acaso le aportará
un 8 o 9 por ciento de la votación, a cambio le endosa en sus candidaturas a
diputados locales un verdadero lastre, representado por actores políticos que
reflejan suprema fruición por vivir de la política, lo que en tiempos de vacas
flacas resulta indigno e insultante.
Ese detalle gravita pesadamente en contra de la campaña
panista para alcanzar el gobierno veracruzano, en desdeño de circunstancias
favorables pues al interior de la sociedad veracruzana existe una poderosa
corriente antipriista surgida del desengaño y el atropello que causan enojo
contra un gobierno de origen tricolor cuya capacidad para unir voluntades en su
contra ha sido proverbial y porque la sociedad quedó ávida del “viene lo
mejor”, una espera inútil.
Y este es por cierto también uno de los pesados lastres con
el que carga el candidato priista al gobierno de Veracruz, Héctor Yunes Landa,
quien no ha tenido empacho para reconocerlo ante la evidencia de los hechos,
pues un día sí y al otro también se suman desaciertos del gobierno que se
convierten en mayor enojo social y, aunque pudiera no ser en automático, el
partido que lo resiente es el PRI, a pesar de sus repetidos intentos por
deslindarse del gobernador de cuyo nombre no quieren ni acordarse. Pero también
carga fardos en la alianza con partidos cuyas dirigencias son proclives a la
venta de candidaturas, son lastres que por utilizables no pueden desecharse, a
pesar de la ventisca.
Un tercer candidato, Cuitláhuac García no padece esos
embarazos, por el contrario lo aprovecha para explotarlo a su favor, sin
necesidad de utilizarlo como bandera pues sus fans más numerosos están entre
los mayormente necesitados, los empobrecidos por la inercia de un gobierno
incapaz de acercarle los beneficios requeridos, engañados por políticos con
escaza o nula sensibilidad social, para quienes solo existen en el discurso
demagógico.
He aquí el caldo de cultivo de donde saldrán los votos que
inclinarán la balanza para el candidato que los mueva a las urnas, en lo que
será un proceso con resultados impredecibles, una elección de tercios en la
cual tendrán acentuado papel protagónico las estrategias, en mayor medida que
las propuestas.
No obstante, las propuestas son signos infaltables en toda
campaña política y figuran también en primer orden. Candidato a quien se le
olvide proponer castigo para quienes han medrado del presupuesto utilizando al
Poder político para enriquecerse no tendrá oídos a su favor. Candidato con
propuestas irrealizables – modernizar Veracruz, crear cientos de miles de
empleos, pronto podría perder impulso pues implican olvidar, en demérito de la
verdad, que el periodo para el que se postulan es solo de dos años y que el
catastrófico estado de las finanzas públicas y el desorden administrativo que
recibirán les impedirán volar tan alto. Con organizarle las cosas al gobierno
que suceda a partir de 2018 será suficiente.
Este diagnóstico es irritante, por supuesto, pues llegada la
oportunidad ¿quién no querrá hacer lo imposible por mejorarle a los
veracruzanos las condiciones sociales y económicas en que se debaten tras 12
años de atroz estancamiento? Pero el daño está hecho y se requiere de un
periodo de intensa reconstrucción física y moral; de entrada, devolverle el
decoro a la función pública, aplicar los mecanismos contra la corrupción y la
impunidad, reorganizar la estructura de gobierno estatal, aclarar la cuantía de
la deuda y diseñar un programa de gobierno en el que se contemplen acciones de
largo plazo, pues debe empatarse con los seis años del gobierno 2018- 2024.
Sin embargo, no es tolerable prolongar la angustia en
sectores como el de la salud y la seguridad públicas, dos de los más
importantes en toda administración de gobierno. Los más pobres de Veracruz, los
sin voz, que no disfrutan de las ventajas de la Seguridad Social necesitan la
garantía de eficientes servicios de salud, actualmente en plena debacle por el sucio
manejo del Seguro Popular, alimentado por la insensibilidad social que
caracteriza a la indiferente cúpula gobernante. 59 hospitales y más de 800
Centros de Salud trabajan en condiciones lamentables: equipo médico fuera de
operación por falta de mantenimiento, carencia de insumos para laboratorios,
desabasto permanente de medicinas son algunas de las taras de este sector en
agonía.
Nadie que aspire a gobernar Veracruz puede darse el lujo de
desconocer el flujo y destino de recursos de que dispondrá para trabajar si el
voto le favorece, le ocurrió a Duarte y es experiencia aprovechable; ¿dónde
quedó todo el recurso cuya aplicación fue ajena a su destino original y es objeto
de observaciones de auditoría? Ese es un reto adicional para quien vaya a
gobernar Veracruz durante los próximos dos años, con la recuperación de algunos
miles de millones desviados podría empezar a gobernar concluyendo hospitales y
el ya muy sobado libramiento de Cardel.
Sería iluso abordar aquí el tema de las estrategias a seguir
por cada uno de los aspirantes pues el diseño de las campañas le corresponde a
peritos y a uno que otro mapache en materia electoral; para nadie es un secreto
que en democracias como la nuestra una elección se gana con votos, y que el de
la mayoría se lleva el triunfo, haya sido como haya sido.
12- marzo- 2016.