EL QUE VIENE

Por Alfredo Bielma Villanueva



A penas llegando al umbral de la segunda década del siglo XXI los mexicanos todos seremos objeto de un fenómeno marcado por nuestra idiosincrasia al dimensionar todas sus metas en ciclos sexenales, y porque en ese término elige al supuesto componedor de los entuertos: el presidente de la república. Ese es un síndrome del que poco a poco nos hemos estado aliviando a partir de la alternancia política del año 2000, cuando el candidato del Partido Acción Nacional despertó en el pueblo mexicano las esperanzas del cambio que acarrearía consigo efectivos beneficios para toda la población.

El año 2000 marcó un hito histórico en México porque el Sistema Político se estremeció al perder el Partido Revolucionario Institucional la presidencia de la república, que conservaba en su poder desde su fundación en 1946 cuando prolongaba una hegemonía iniciada en 1929 por su ancestral político el Partido Nacional Revolucionario y por su inmediato antecesor nacido en 1938, el Partido de la Revolución Mexicana.

Si en 2000 ganó el PAN como producto de un esfuerzo partidista al fin recompensado, o si el triunfo se debió a las características de su dicharachero candidato; si perdió el PRI porque al presidente Zedillo le pudo más la presión estadounidense para “democratizar” al país y en correspondencia al “rescate” financiero después de los “errores de diciembre”; si fue el hartazgo del pueblo mexicano contra las cíclicas crisis económicas o bien una combinación de todo lo anteriormente expuesto es cuestión que históricamente se ha ido dilucidando y que su proyección en el tiempo clarificará por completo.

Lo cierto, lo más inmediato es que en enero, después de la breve tregua navideña, se marcará la pauta en que se intensificarán las precampañas partidistas en pos del triunfo electoral en 2012. Ahora, al igual que hace seis años parece que el PRI va en caballo de hacienda hacia Los Pinos y que por su parte el PAN se apresta a ratificar su permanencia en la casa presidencial. Mientras tanto, la pulverizada izquierda, a diferencia del 2005-2006, en esta ocasión no tiene un candidato fuerte único, y se avizora una feroz lucha interna entre quienes pretenden la candidatura; es un fuego avivado por la insistencia de Andrés Manuel López Obrador para repetir su postulación en un entorno que no le favorece, sobre todo en amplios sectores de la clase media mexicana, si bien mantiene simpatías entre quienes poco o nada tienen que perder, que en México son mayoría, pero cuya conducta electoral se caracteriza por su acentuada maleabilidad pues es muy susceptible de ser alterada.

Durante los años de la presidencia de Calderón se ha difundido por sus adversarios la especie de que no tiene los tamaños para conducir al país a buen puerto. Lo cierto es que Felipe Calderón no es Vicente Fox, quien privilegió su imagen personal a las responsabilidades de su encargo y de esa manera cubrió eventualmente su ineptitud como gobernante y su mediocridad como político, los resultados de su gobierno justifican con creces esta apreciación. Con todo, o a pesar de Fox, el PAN retuvo para sí la presidencia de la república en 2006, porque Felipe Calderón fraguó su candidatura desde el fondo de la militancia partidista y obtuvo la postulación aún contra la voluntad del presidente de la república. No cualquiera logra esa proeza.

Porque López Obrador cometió errores infantiles creyéndose el mesías mexicano; porque el candidato del PRI a la presidencia navegaba en medio de profundas divisiones partidistas o porque Calderón supo manejar bien el rumbo de su candidatura, el resultado fue la ratificación panista en la presidencia de la república en 2006. Con el PRI como el fiel de la balanza haciendo quórum en el Congreso de la Unión Calderón pudo tomar posesión de la presidencia y, a cambio, ahora se apresta para en esta ocasión darle el zarpazo al PRI quizás con la posible alianza de la más pragmática de las izquierdas. ¿Regresará el PRI a la presidencia o nuevamente será derrotado?

Las apariencias reflejan que el PRI está bien posicionado, con un precandidato al que se ha venido prefigurando como tal con varios años de anticipación. El gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto lleva buen camino andado y si hoy fueran las elecciones sus probabilidades de triunfo serían elevadas. Pero faltan algunos meses para la definición de la candidatura priísta, una que debe ser fuerte, monolítica, indiscutida. Pero ¿y si por alguna razón Peña Nieto no llegara a la candidatura priísta?

Ni duda cabe, lo que ahora para el PRI asemeja a su fortaleza es al mismo tiempo su talón de Aquiles; porque en caso de que por las razones que fueren Peña Nieto no compitiera ¿qué otra figura del priísmo ortodoxo encabezaría a su partido con posibilidades de triunfo? Está visto que con el ánimo de guardar la unidad monolítica y no repetir el desaguisado del 2006 con el famoso TUCOM ni sacar trapos al sol como aquellos de Montiel, ningún otro priísta ha querido asomar la cabeza, que no sea como de manera muy circunstancial lo ha hecho Manlio Fabio Beltrones. ¿Podría este último competir con solvencia? O, ¿acaso Beatriz Paredes? Ya no hay mucho tiempo, por ello, por lo que se juega, se antoja difícil que no se tenga previsto un Plan B en el PRI o entre los poderes fácticos que auspician la candidatura del gobernador mexiquense.

Está claro que en política las circunstancias juegan un papel elevadamente protagónico; es obvio que las circunstancias operan para todos y que son producto de la actividad de los factores políticos y económicos, por lo que habrá de estar pendiente de todo, desde lo que insinuó Felipe Calderón cuando habló de una candidatura ciudadana, hasta la posibilidad de una alianza entre los extremos de la gama ideológica para enfrentar al PRI.

Porque en política las circunstancias son producto de la actividad del hombre, los aspirantes intensificarán su dinamismo para acomodarlas a su conveniencia. Acá en la aldea veracruzana quienes aspiran al senado de la república ya velan sus respectivos proyectos. Allí estarán el diputado José Yunes Zorrilla, Héctor Yunes Landa, Juan Nicolás Callejas, Fidel Herrera Beltrán, Marcelo Montiel, Reynaldo Escobar, entre los más destacados por el PRI. En el PAN: Miguel Ángel Yunes Linares y Yulen Rementería. Por el PRD: Miguel Moreno Brizuela, y por Convergencia: el que inventen. De esta pléyade saldrán los senadores veracruzanos que volverán a encontrase en 2016 aspirando al gobierno del Estado. Todo es sexenal ¿o no?

alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2011