ANHELOS

Por Alfredo Bielma Villanueva



En el Estado de Veracruz a partir del 1° de diciembre se ha iniciado un nuevo gobierno, este encabezado por un joven al que su antecesor por las razones que fueren dio la oportunidad de ascender en la escala política hasta colocarlo en el sitial políticamente más encumbrado de su Estado; esta última particularidad lo acomoda en una especial tesitura, pues a la elevada responsabilidad del hombre público se aúna el sentimiento de gratitud que quienes conocen a Duarte de Ochoa aseguran que está entre sus valores más destacados. Visto desde el ángulo específicamente humano esa actitud es irreprochable y queda fuera del alcance de toda crítica u observación en contrario. Solo que a partir del primero de diciembre de 2010 el ciudadano Javier Duarte de Ochoa es el gobernador de Veracruz, una condición que para sus mandantes destaca sobre las prioridades personales debido al cargo que desempeña porque sus acciones como hombre público impactan a la colectividad, y en la medida en que la repercuten directamente su calidad de hombre público estará siempre a la vera de sus conciudadanos.

Previo a la ceremonia del relevo constitucional la especulación favorita orbitó sobre el tema relativo al nuevo equipo de gobierno. El interés tenía diferentes motivaciones: a unos, porque les interesaba conocer si entre los designados figuraba algún amigo o pariente que les asegurara la permanencia en la nómina y/o su incorporación al presupuesto; a otros, porque entienden que gobernar es reflexionar para actuar; que si el instrumento para la implementación de las políticas públicas es el aparato administrativo su integración es de primordial importancia; para algunos más, dos o tres tazas de café de por medio, significaba utilizar la oportunidad para suponer o adivinar y mostrarse duchos en el tema. Pero todo encaja en la importancia del asunto, porque visto desde la amarga experiencia del gobierno recién concluido no era para menos.

Un gobierno de resultados es uno que entrega buenas cuentas en la correlación costo-beneficio, que es eficaz y eficiente; que armoniza el cronos con la aplicación de los programas, y para conseguirlo requiere de operadores comprometidos con su trabajo, más preocupados por conseguir el cumplimiento de los objetivos y las metas que para medrar en el cargo. A la luz de la experiencia siempre será positivo un aparato administrativo en el que el tres atienda al dos y este reconozca al uno, que las líneas de mando encuentren expedita la circulación. Una estructura administrativa en la que impere la disciplina en el gasto y la implementación programática se mantenga independientemente de las relaciones políticas es lo ideal, porque solo así se podrán conseguir resultados con eficiencia; de otra manera se corre el riesgo de repetir los errores del pasado y, lógicamente, la consecuencia será el desorden administrativo y el fracaso financiero.

Para que no llueva sobre mojado, aunque sea una verdad de Perogrullo recordar que en política la forma también es fondo, es menester esperar que el discurso oficial se acomode lo más cercano posible a la realidad y a la verdad. En este capítulo, por lo que se le ha escuchado a Duarte habrá que tenerle confianza, mientras tanto no demuestre lo contrario. Obviamente la confianza parte de que se empalme el discurso con las acciones; que se imprima seriedad a las promesas porque la palabra del gobernante debe ser respetada y con elevado crédito, para lo cual requiere ser respetable, es decir, cumplidora, seria, mesurada.

Aunque ya se fue Fidel Herrera Beltrán y en ausencia es menoscabo hacer referencias del ausente, es conveniente aclarar que se habla del hombre público, del que ejerció un mandato republicano encomendado por la ciudadanía, que por ese hecho está facultada para señalar aciertos y desaciertos respecto del mandato conferido. En ese orden de ideas, al observar el déficit financiero que se ha heredado y la opacidad con la que se manejó, no es ocioso recordar lo que el ex gobernador presumía en el segundo año de su mandato, el 2 de diciembre de 2006: “Yo soy un administrador riguroso, me preparé para eso, conozco de planeación, de administración y distribución del gasto; voy a hacer el máximo esfuerzo por estimular a todos los sectores, pero Veracruz no se va a hacer en un año, tenemos cuatro por delante y vamos a ir en aumento en todas las áreas, pero graduales.”. También habló de austeridad: “La austeridad bien entendida no es pichicatería, la austeridad significa no duplicar, no derrochar, no ser excesivos y usar cada centavo para hacerlo productivo”.

De aquí la razón por la que Vox Populi desconfía del discurso político, y es un expediente que penamos porque no se siga extendiendo en Veracruz. Lo acontecido en el pasado reciente recuerda aquél “Después de mí, el diluvio” que exclamara Luís XV, ojala no sea el caso.

De entrada, el reconocer los problemas que abruman a la población veracruzana es buen inicio; se percibe voluntad de afrontarla, con el avance del desempeño iremos conociendo el cómo y con qué, porque, para empezar, provoca cosquillas esa declaración de que en un año se reconstruirá lo afectado por el desastre provocado por los anegamientos, aunque alentadora, se antoja muy audaz. Si se tienen los recursos-que se duda- qué bien; de otra manera bien valdría una explicación que desgrane puntualmente los proyectos (si ya se tienen) a ejecutar.

alfredobielmav@hotmail.com

Diciembre 2010