¿TECNOBUROCRACIA?

Por Alfredo Bielma Villanueva



No cabe duda que el reclutamiento político en México ha cambiado sustancialmente, es viable comprobarlo a partir del criterio utilizado para hacer la selección de quienes ocuparán los lugares de alta dirección, de aquellos que integrarán la nueva élite política. Los tiempos en los que el reclutamiento se hacía principalmente en base a la amistad y a las labores partidistas han quedado atrás, envueltos en las circunstancias que los hicieron posible. Nuevos criterios de selección, diferentes exigencias en las opciones señalan los derroteros de las actuales circunstancias.

En comentarios anteriores hacíamos referencia a la aparición de una nueva clase política en tiempos del alemanismo (1946-1952); a la incorporación a elevados cargos de responsabilidad político-administrativas de nuevos actores que ya no olían a pólvora, buena parte de ellos egresados de las universidades; fue una etapa que marcó el acceso de los civiles al poder. De la época en la que en los pasillos del poder se aglomeraban políticos procedentes del Partido Revolucionario Institucional poco viene quedando. Si bien los procesos electorales conservan su función de reclutamiento de una parte de la clase política, ya no es asunto de privilegio exclusivo de un partido hegemónico.

De tiempo atrás se viene registrando el acentuado protagonismo del sector financiero de la burocracia como importante fuente de reclutamiento político. Un síntoma de este fenómeno empezó a vislumbrarse con Echeverría y prosiguió cuando éste señaló como su sucesor a José López Portillo, su Secretario de Hacienda, un profesionista con antecedentes laborales muy ajenos a la política militante. López Portillo confesó en sus memorias que seleccionó a Miguel de la Madrid como candidato priísta a la presidencia de la república porque en su momento las condiciones del país requerían de un conocedor de lo económico- financiero. De la Madrid provenía de la burocracia del Banco de México, formado en los escritorios familiarizados con los procedimientos técnicos de la programación económica. Entonces comenzó a hablarse de la “tecnocratización” de la política, significando con esto el arribo a los altos cargos de dirección gubernamental de un numeroso grupo de “tecnócratas”.

“Suele definirse a los tecnócratas mexicanos como aquellas personas con estudio de posgrado (en su mayoría en economía y de universidades extranjeras) que han hecho la mayor parte de su carrera en el sector financiero del gobierno”, según reza una definición pergeñada por Juan Lindau. “Se cree que los tecnócratas-dice- tienden a favorecer situaciones técnicas para los problemas sociales-----se dice que están predispuestos al autoritarismo---que por ende menosprecian a los políticos y el de la política”. Una definición así diseñada pudiera traslucir con meridiana claridad el perfil y la conducta del ex gobernador veracruzano Agustín Acosta Lagunes, para quien una acción de gobierno sin resultados plausibles era “puro rollo”. Si esta fuera una premisa válida habría que concluir el silogismo en que no tiene nada de negativo ser tecnócrata pues, si Acosta Lagunes actuó como tal, su gestión rindió buenas cuentas y ha sido uno de los mejores gobernadores que hemos tenido en Veracruz.

Sobre este fenómeno, en un artículo publicado en Excélsior el 20 de julio de 1983 el historiador Lorenzo Meyer escribió: “la vieja clase política se encuentra en retirada desde hace tiempo frente a los embates de la tecnocracia, que ahora ocupa la mayoría de los principales puestos dirigentes del sistema. El nuevo equipo gobernante, salvo excepciones, no se hizo en el PRI; aparentemente lo conoce poco y lo aprecia menos…”
Ahora bien, es innegable que el poder hegemónico del PRI y sus avatares previos-PNR y PRM- conservaron para sus siglas el poder en México durante décadas, pero en los hechos su función de reclutador para el gobierno se reflejó sólo en un pequeño porcentaje, superado en mucho por el otro conducto viable de ascenso que ha sido la ruta burocrática. En este sentido, es una realidad histórica que a partir de la década de los ¨70 el canal burocrático se ha visto mayormente privilegiado, lo cual es explicable por el incremento de la acción gubernamental en los asuntos económicos del país.

Según referencias documentales, sólo un 15% de los colaboradores de De la Madrid en el gabinete contaban con experiencia electoral y partidista, a partir de allí es fácilmente observable cómo ha habido un cambio en los centros de reclutamiento. Es revelador el que los títulos académicos-principalmente los conseguidos en el extranjero- han definido muchos nombramientos. En su tiempo se destacaba como un avance el que Francisco I Madero hubiera estudiado contabilidad, economía política y comercio en el Colegio Mount St. Mary de Maryland (1886-1888), en la Escuela de Altos Estudios Comerciales de París (1889-1891) y en la Universidad de San Francisco (1891-92). Como se puede ver, nada hay de nuevo bajo el sol.

Pero, en última instancia, en política, para definir la calidad de un gobierno lo único que cuenta son sus resultados: Mejorar la calidad de vida, conseguir bienestar a un mayor número de habitantes es, debe ser, la divisa de cualquier gobierno; trátese de gabinetes integrados por políticos-políticos o bien por tecnoburócratas, o de una mezcla de ambos, lo que importa es el balance final. Reiteremos, históricamente, en Veracruz el caso del ex gobernador Acosta Lagunes es emblemático; él no acarició a los medios de comunicación, tampoco contemporizó mucho con las actitudes políticas de su tiempo; no fue un gobernador “cercano a la gente”, esto le costó el eventual olvido de sus contemporáneos; pero para los efectos históricos el balance de su legado en obras rescata la calidad de su gobierno.

Ahora, en el umbral de una nueva etapa, tendremos un gobernante cuyo perfil lo acerca más a la moderna tecnoburocracia, de allí que se antoja interesante conocer la forma en cómo integrará su gabinete. Según se vislumbra, Duarte de Ochoa proseguirá la tendencia a escoger elementos de la burocracia administrativa y a privilegiar títulos académicos; sin excluir las consabidas recomendaciones auspiciadas por los compromisos de campaña. En el relevo constitucional el nuevo gobernador sustituirá a un gobernante de los llamados políticos-políticos, por razones de formación debe suponerse y es esperanzador que habrá cambios en la actitud y comportamiento en el arte de gobernar. El reemplazo despierta la preocupante expectativa por descubrir la manera en cómo enfrentará el nuevo gobierno el enorme reto que representa la acumulación de asuntos sin resolver. Por el bien de Veracruz es deseable que todo vaya bien.

alfredobielmav@hotmail.com
Noviembre 2010