EL CIUDADANO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Nada tan cierto como lo expresado por el laureado Mario Vargas Llosa: "La lectura de la literatura, de la buena literatura, va más allá del entretenimiento, más allá del enriquecimiento espiritual o del espíritu crítico, es algo que forma ciudadanos...La persona que lee es crítica con su entorno y siente la necesidad de cambiar el mundo, lo que refuerza la democracia, un sistema donde sus ciudadanos deben tener espíritu crítico que les impida ser engañados o manipulados por los poderes existentes".

Este gran aserto aplica de maravillas en nuestro país en el que en el decurso de su bicentenaria historia como nación independiente, por cuatrienios, lustros, sexenios, décadas y hasta centurias la población mexicana ha venido observando cómo la clase política permanece divorciada y muy ajena a las necesidades populares, a cuya satisfacción tiene la obligación de orientar sus esfuerzos. ¿Por qué ese divorcio entre la clase política instituida en gobierno y la sociedad civil? Esta es una pregunta muchas veces formulada e igualmente explicada, sin que en los hechos nada se emprenda para revertir ese fenómeno. ¿Por qué?

La clase política está integrada por quienes por vocación o casualidad se emplean en lo relativo a la cosa pública; son individuos emanados del contexto social y, salvo casos excepcionales, están formados en la misma cultura aunque de variada extracción socioeconómica. Con frecuencia se observa que antes de su incursión en los vericuetos del poder el individuo ajeno a la función pública adopta posiciones críticas respecto del desempeño del servidor público, condición que desaparece una vez que ingresa al sector gobierno y, de crítico que fue, se convierte en uno más de esa clase, asimilado a sus conductas y actitudes.

¿Es fatal el divorcio entre sociedad civil y clase política en México? Así parece ser, y así será mientras desde el ámbito de la sociedad no se procuren los cambios partiendo de la concepción formal y real de que no existe poder político constitucionalmente establecido sin voluntad ciudadana. Mientras la sociedad no asuma su papel de mandante frente al gobierno la conducta de la clase política permanecerá inalterable.

¡Qué diferencia entre un candidato, funcionario en ciernes, y el actor político con poder! Uno promete cambios, sonríe, besa, abraza a sus conciudadanos, el otro se aparta con valla humana de por medio, adopta actitudes de perdonavidas y, por la magia que el poder le proporciona, asume poses de semidios. Todo corre a cargo de nuestra cultura, en la que se acostumbra encaramar y luego adorar a individuos comunes y corrientes, a veces más esto último que lo otro.

¿Por qué el discurso del presidente de la república, del gobernador, del senador, del diputado, del alcalde se reviste de verdades a medias y hasta de mentiras encubiertas? Por impunidad, sería la respuesta. Esto último expresa dejadez ciudadana porque no reclama la mentira expectorada por el ciudadano al que se elevó al poder; porque teme al producto de su creación; porque en México no hemos aprendido a hablar de tu a tu con quien es nuestro mandatario, el mismo a quien damos el poder para realizar acciones de beneficio colectivo; el sometimiento es un síndrome que nos viene de lejos, de la teocracia prehispánica y del mestizaje que incluyó en su bagaje religioso el derecho divino de los reyes. En el camino perdimos los arrestos del criollismo que repelió al dominio imperialista.

No pocos medios de comunicación ocultaron la realidad del fidelato, solo algunos advirtieron que durante seis años Fidel Herrera Beltrán engañó al pueblo veracruzano con el cuento de una administración eficiente y productiva, prueba de lo contrario lo está sufriendo el gobierno de Duarte de Ochoa que no cuenta con dinero para hacer frente a las necesidades más inmediatas. Pronto se destapará la cloaca y conoceremos aún más del desastre financiero y administrativo que heredó a su sucesor; pero lo sufriremos en carne propia los veracruzanos porque el gobierno está obligado a contraer más deuda e, incluso, a establecer nuevos impuestos; además de retorcer a aquel decreto, el 838 de 21 de julio del presente año, por el que se otorga el subsidio a la tenencia de vehículos.

En otro orden de ideas, en 1917 nos dimos un contrato social extraordinario, el más avanzado de su tiempo. Ese marco constitucional nos conformó en una república democrática, popular, y laica, según reforma recientemente añadida al artículo 40 de la Carta Magna. Quizá por no entenderla o por costumbre de no acatarla, quienes deben obedecerla y con su conducta ejemplificar su cabal cumplimiento, la violan impunemente. Claro ejemplo de ello es la asistencia del Gobernador veracruzano a un evento religioso en Nueva York, y del Secretario de Gobierno manifestando públicamente preferencias religiosas que riñen con el laicismo constitucionalmente ordenado a los servidores públicos. ¿Desliz de noviciado, ignorancia o simplemente importamadrismo respecto del cumplimiento de las leyes?

Religión y Estado son dos términos que en nuestra historia nacional se han confrontado; desde la colonia Virreyes y Arzobispos riñeron por el poder público, hasta que el abogado Benito Juárez los divorció y dejaron de hablarse; pero son destinos paralelos el del poder fáctico que la élite de la clerecía católica representa y el poder político, por eso se ven en lo oscurito y frecuentemente sus caminos se yuxtaponen, por lo que el clero no cejó en su afán de dominio y durante décadas tocó las puertas del poder, hasta convencer ¿o vencer? al Estado de que merecía su reconocimiento, y lo logró en tiempos de Salinas de Gortari.

Luengos periodos de encuentros y desencuentros entre Iglesia y el Poder Público que han costado mucha sangre al pueblo de México ¿qué necesidad de avivar los motivos de la discordia? Este es un expediente sobre el que la ciudadanía debe reclamar el irrestricto cumplimiento y apego a la Ley; hacerlo no significa necesariamente que enfrente a sus mandatarios, sino que exprese su postura de que los responsables de conducir a la sociedad la orienten por los caminos de la cordura, la armonía y el respeto a las leyes. Que Buganza ejecute actos de contrición en una Iglesia católica se explica, aunque no se justifique ni le sea permisible por su carácter de Secretario de Gobierno. Habrá que recordar que en febrero del presente año el pleno de la Cámara Federal de diputados votó a favor de la reforma al artículo 40 constitucional, por la que inequívocamente nuestra república es representativa, democrática, federal, y laica, y que fue promovida por la bancada priísta, ni más ni menos.

alfredobielmav@hotmail.com

Diciembre 2010