TRANSICIONES

Por Alfredo Bielma Villanueva



No cabe duda, estamos siendo testigos de un cambo en las actitudes de la clase dirigente frente a su responsabilidad de carácter público y, a su vez, de una transformación, así sea en rudimentos, de las instituciones. Una palpable constancia la encontramos en la abierta contienda para elegir al presidente del Poder Judicial en el Estado de Veracruz en la que se observó civilidad en el proceso que llevó a presidirlo al magistrado Alberto Sosa Hernández. Que se sepa no hubo la tradicional línea desde el Poder Ejecutivo para favorecer a determinado candidato, y si la hubo no fue percibida por los legos que desde el llano estuvimos atentos al proceso sucesorio de uno de los poderes que integran el gobierno veracruzano. Si la elección fue producto de una decisión auténticamente autónoma habrá que atribuírselo a la inercia que se ha venido dando en ese Poder, pues sería degradante en pleno proceso de transición imputarlo a omisión de los titulares de los dos poderes restantes. Tampoco es el producto único de quienes participaron directamente, pues existen antecedentes que han venido conformando las circunstancias que dieron lugar a la elección en comento.

Por donde quiera que se le vea es un paso adelante en la dignificación de las relaciones institucionales entre los poderes que integran un gobierno republicano; en este caso se trata del Poder Judicial al que todavía en el presente año se le vio supeditado y hasta agredido por el anterior Ejecutivo, quien dispuso discrecionalmente de cambios y nombramientos de nuevos magistrados, algunos de los cuales están fuera de todo el perfil requerido, aunque en parte lo rescata el de Ignacio González Rebolledo quien, asuntos de la edad por separado, cumple con creces los requisitos para desempeñarse en esa honorable función.

En esto que nos atrevemos a denominar transición, quizás como un subliminal deseo de que así fuera, al contar con las cabezas que por ministerio de ley deben presidir los tres poderes que constituyen un gobierno, este ya ha quedado integrado: el Legislativo a través de su Presidente, Eduardo Andrade; el Judicial, a cuyo frente está Alberto Sosa Hernández y el Ejecutivo, presidido por Javier Duarte de Ochoa.

En el periodo de transición que vive México, por razones que históricamente arrancan en el siglo XX, principalmente a partir de la elección federal de 1988, por su función y debido a su conformación plural, el Poder Legislativo fue el primero en el que se manifestaron los cambios. Por ser un régimen Federativo, el impacto se reflejó en los Estados, con sus correspondientes matices. Con los resultados electorales derivados del proceso electivo del año 2000, se dio formalmente fin a la hegemonía priísta, provocando una reacción en las titularidades del Poder Ejecutivo en un mayor número de Estados de la Federación, con la inercia de Baja California Norte, Guanajuato, Chihuahua, Aguascalientes, Yucatán, etc., a partir de la transición presidencial la elección de gobernadores ha devenido en auténticas contiendas democráticamente electorales.

Históricamente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación había sido, aún más que el Legislativo, un Poder casi absolutamente supeditado al Ejecutivo en México, a pesar (o quizás por ello) de que por su elevada importancia durante muchos años del Siglo XIX su titular supliera las ausencias del presidente de la república. Casi para finalizar el siglo XX, al conseguir la inamovilidad de sus miembros se procuró la piedra de toque sobre la que el Poder Judicial ha basado sus cambios. La conciencia de su importancia no es, sin embargo, muy remota, pero esa lógica ha permeado a los Estados y, al menos en lo que a Veracruz corresponde, se percibe una toma de conciencia respecto de su necesaria independencia. Curiosamente, en este caso la avanzada parte de la camada que forman sus integrantes más antiguos; lo que no obsta para que conste.

Acrecentar esa independencia, manteniendo el respetuoso concilio con los otros poderes estatales es el reto del magistrado presidente Alberto Sosa, quien enfrentará asignaturas pendientes que van desde mejorar las deterioradas instalaciones de los juzgados hasta la imperecedera corrupción, quizás el cáncer más avanzado en la administración de justicia veracruzana. Su inmediato antecesor reconoció la existencia de ese terrible mal que carcome la confianza ciudadana, sin duda el nuevo presidente continuará la lucha de manera frontal; las particularidades de su elección conllevan todo el respaldo para al menos intentarlo. Ese es un deseo ciudadano que se resiste a conformarse con lo que tiene de justicia, caracterizada hasta ahora por la corrupción y su consecuencia lógica que es la impunidad.

Sabido es que la clase política está divorciada del contexto social en el que se desempeña, por cuanto a que no responde a los reclamos de una sociedad ávida de sustanciales cambios en la conducta y las actitudes de los actores políticos. Por su origen electoral, los componentes del Poder Legislativo están más a la vera de la opinión pública, su recinto es caja de cristal y su función debiera ser la representación popular sino estuviera enmarcada por recios compromisos partidistas que pervierten el fin constitucionalmente establecido.

El titular del Poder Ejecutivo es quien más polariza la atención, entre otras razones porque una de sus responsabilidades más sobresalientes está la de administrar el recurso del erario, puesto a su disposición para traducirlo en beneficios colectivos a través de la implementación de las políticas públicas. En su esencia está la de conducir sexenalmente el destino de toda la población, que hoy por hoy es mayor a los siete millones de veracruzanos que estamos a la expectativa de una administración eficiente, transparente, seria y responsable.

En la augusta majestad de sus despachos, los integrantes del Poder Judicial tienen la elevada responsabilidad de impartir justicia, que en el caso de Veracruz equivale a enjabonar una fachada no muy limpia; una encomienda que no soslaya las trabas institucionales, éticas y morales que como malas ortigas le han crecido en el camino. La esperanza de que así sea es de la ciudadanía, la oportunidad para que se haga realidad es del impulso que logre imprimirle el nuevo presidente de ese importante Poder, con talento, muchas ganas y un poco de suerte.

alfredobielmav@hotmail.com
Diciembre 2010