CONDUCTAS Y ACTITUDES

Por Alfredo Bielma Villanueva



Resulta más que interesante la forma en cómo responde la mente y modera la conducta del hombre a los asuntos de su entorno; es materia de la psicología el estudio del comportamiento del hombre, ya sea como individuo o bien como componente del ente colectivo o formando masas, pero cualquier diletante en la materia puede observar la plasticidad de su comportamiento respecto de las circunstancias.

De que la conducta del hombre colectivo es diferente al del individuo lo clarifican sus comportamientos en una y otra tesitura. Para ejemplificar el dato pudiéramos tomar como caso la ceremonia de toma de posesión de Javier Duarte de Ochoa como gobernador del Estado de Veracruz, un evento en el que estuvo presente buena parte de la nomenklatura priísta, una élite acostumbrada a asistir a este tipo de eventos.

Si en petit comité hubieran escuchado al gobernador entrante afirmar, por ejemplo, que reconstruiría al Estado en el término de un año, indiscutiblemente que más de uno levantaría las cejas y cuestionaría la afirmación, no por dudar de la intención de quien así lo expresara sino por la variedad de condiciones que se requieren para cumplir la oferta, entre otras la disponibilidad de miles de millones de pesos que en principio no se tienen y su consecución depende de otras instancias. Sin embargo, el aserto despertó vivos aplausos en el conjunto de los allí presentes pues más valía seguir la corriente que parecer omisos. Finalmente a ellos no les corresponde autentificar los hechos, pues toca a los veracruzanos constatar si se ejecuta o no lo ofrecido, o si finalmente ocurre como aconteció recientemente, que se echará la culpa a la federación por todo lo que no se pueda hacer.

Con harta frecuencia hemos insistido que existe una marcada distancia entre el discurso oficial y la realidad, sobre todo durante los seis años del gobierno encabezado por Fidel Herrera Beltrán, en el cual quizás lo único cierto fue el padecimiento cromático porque nunca como entonces la utopía fue una auténtica realidad. Y no que se confunda utopía con la mentira sino que, mientras lo primero no existe sino en la idealidad, lo segundo fue una premisa de primer orden en el silogismo político del fidelato.

Pero ahora tenemos un nuevo gobierno al que se le debe conceder el tiempo y la oportunidad para conocer sus verdaderos alcances.

Por lo pronto, aunque no se nos informe con la debida transparencia acerca de la realidad de las finanzas públicas veracruzanas, la obviedad es manifiesta: no hay dinero y se debe mucho, ello obliga a contraer nuevos empréstitos que harán aún más pesada la deuda pública y a crear nuevos impuestos, el reemplazamiento es uno de ellos (lo del “chips” es una vacilada). Si hubiera auténtica transparencia no se acudiría a subterfugios para enterarnos bien a bien de lo que ocurre, como sobre la recula en el subsidio del impuesto a la tenencia vehicular; porque informar que ahora “solo” pagarán los tenedores de “vehículos de lujo”, o sea “uno de cada diez” según se afirma, es un galimatías inaceptable al que contradice el bajo umbral que establecieron para la exención de ese impuesto que, por cierto, como dato cultural afecta a un gran número de comunicadores cuyos vehículos alcanzan precios que rebasan con mucho el mínimo para la dispensa del pago.

Pero regresando al tema de las conductas y actitudes del hombre, una es por ejemplo la actitud de un individuo agradecido y otra muy diferente la que debiera ser de aquel que por su encargo lleva la responsabilidad de conducir el destino de millones de personas. ¿Hasta dónde puede un hombre en esas circunstancias soportar el peso de la responsabilidad sin parecer ingrato? Porque está visto que los sinsabores de las deudas no acaban y a estas alturas ya debe estar listo el diagnóstico acerca de a cuánto ascienden los pasivos de cada una de las Secretarías. De todo eso, los gobernados ¿conoceremos la realidad informada desde el gobierno? El tiempo lo dirá.

Pero no seamos optimistas. Y no precisamente por pecar de pesimistas sino porque nuestra cultura política no da para tanto. ¿Cómo esperarlo de una cultura en la que se venera a Fouché, tomándolo como paradigma del político exitoso, cuando no fue sino un logrero que en base a deslealtades y traiciones pudo mantenerse en los cargos públicos que desempeñó? ¿Acaso Maquiavelo es el político que la tradición nos pinta y substancia como el remedo de un malévolo esgrimista en el arte de engañar? No, ni Fouché es el político digno de admirarse, ni Maquiavelo merece los adjetivos que le endilgamos cuando hablamos de la perversidad en política. Solo que en México hemos torcido los valores éticos que recubren la actividad política y acudimos a Fouché y a Maquiavelo para descargar culpas y justificar actitudes.

Tampoco podemos pecar de optimistas cuando advertimos que al corrupto se le tiene por “exitoso”, tan solo por ostentar casas, autos y vestimenta cara, provenientes de dudosas aunque bien conocidas trapacerías en el servicio público y la sociedad asiste a ello sin señalamiento y castigo social alguno que escarmiente al infractor.

Adecentar la política consiste en reorientar las conductas y comportamientos de los actores políticos. He allí la preocupación porque en Veracruz la nueva clase política-la priísta en particular porque ostenta el poder- retome paradigmas nuevos, al menos diferentes a los que hasta ahora ha tenido o, ¿usted considera que quienes han conducido la cosa pública veracruzana en base a mentiras merecen la ratificación de la confianza que alguna vez se les confirió? Si es “no” significará que hemos aprendido de nuestros errores; si es “sí”, como dicen en el anchuroso, magnífico y violento llano sotaventino: “que Dios nos coja confesados”. Feliz Año.

alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2011