AQUIMICHÚ

Por Alfredo Bielma Villanueva



En la década de los cuarenta, el ínclito poeta, dramaturgo, historiador y ensayista Salvador Novo escribió en su “Nueva Grandeza Mexicana” un repaso acerca de la vida en la Gran Ciudad del México de su tiempo, allí describe uso y vida de edificios históricos, paseos dominicales, viejos y nuevos rumbos citadinos que representaban una época que estaba a punto de retirarse marcando a su vez el inicio de otra. En esa obra se narran aconteceres que como suele ocurrir asombraban a la gente de su tiempo, escribe: “¡Si antes no se ofrecían tantas cosas o no se buscaban en la prensa! Realmente hay poco pundonor en párrafos como éste: (señora atractiva con capital solicita relaciones con joven fuerte y sin capital. Entrega inmediata. Altisadora) O bien: (Modelo masculino buenas formas, envía retrato a quien desee ocuparlo. Fedro de Rubempre). Y más abajo: (Adorada: te espero donde ya sabes. Lleva un pañuelo. Tu mocoso).” Son estampas de aquellos tiempos que para nada se diferencian de las que se publican en algunos Diarios de la actualidad en las que promueven servicios de “Masajes”. Tal parece que en lo que al hombre concierne nada nuevo hay bajo el sol.

De semejante manera, las rutinas políticas poco han cambiado, o solo reverdecen según los actores y público que los acompañan en la presentación de su desempeño. Aquellos tiempos, en la medianía de edad del Siglo XX mexicano fue la época dorada de La Carpa, allí donde brillaban “El Panzón” y el otro gran clásico, permanente visitador de los cubiles policíacos, el inolvidable “Palillo”, un redomado crítico de la clase política de su tiempo, a la que en sus argumentaciones públicas hacía escarnio y sacaba sus trapitos al sol aún a sabiendas que la consecuencia se traducía en visitas, a veces breves, otras tardadas a las inhóspitas celdas. Pero bien le valía a ese espíritu indómito utilizar su especial talento para la oratoria acomodada a la crítica social porque hacía conciencia (o al menos con su sátira vengaba las drásticas diferencias sociales), y a su vez proveía el honesto sustento de su casa. Durante algún tiempo ese teatro representó la voz de la inconformidad pública ante una clase política insensible y egoísta, cuya única preocupación se centraba en escalar posiciones burocráticas o políticas rentables a sus bolsillos. Lo dicho, nada nuevo bajo el sol.

De allá para acá ha llovido mucho y de todo, pero tal parece que, a parte del vertiginoso cambio del entorno urbano y del cambio climático, en lo que se refiere a la conducta de los políticos y a la sociedad misma nada o poco ha cambiado, todo permanece casi igual.

Para confirmar el aserto bien podemos acudir a las clásicas mentiras o medias verdades expresadas por los políticos de antes y de ahora, a los que acomete el síndrome del aquimichú cuando dan marcha atrás en decisiones públicamente anunciadas. Acá en la aldea ya lo experimentamos pues, presionado por las onerosas obligaciones que significan los pasivos heredados, el gobierno estatal ha tenido que dar marcha atrás en la aplicación del subsidio al pago de la tenencia vehicular, cuando Querétaro en 2010 y Chihuahua en este año ya han suspendido ese cobro. Lo comprobamos también al escuchar de la flamante alcaldesa xalapeña que habría borrón y cuenta nueva para los deudores por consumo del agua, solo para más tarde dar un paso atrás.

De 1983 data la trascendental reforma al Artículo 115 constitucional en la que se estableció que, entre otros servicios, los de Tránsito y Vialidad serían del resorte municipal. Por razones de incompetencia administrativa algunos ayuntamientos fueron omisos, otros de inmediato asumieron la función como propia. Pero ahora, en sentido contrario, Boca del Río y Veracruz han cedido esa responsabilidad al gobierno del Estado. Ninguna razón parecería válida para esa marcha atrás-tal si fuera una papa caliente- como no fuera desprenderse de una función que en México concita múltiples llamados a la corrupción y, aparte, para quedar bien sin importar que se trate de una responsabilidad de ordenamiento constitucional. La reversa debe suponer un reconocimiento a la propia incompetencia, adosada a una actitud de mansedumbre obsequiosa, porque ¿el traslado acabará con la corrupción? Obviamente no, pues esta ha existido en esa área con variados matices aún bajo la férula del gobierno estatal.

Si el juego sigue siendo el engaño y la simulación, entonces estamos estancados en las perversas conductas del pasado más inmediato y nada ha cambiado. Es lo más cercano a lo que el ex presidente López Portillo alguna vez dijera acerca del riesgo de convertirnos en un país de cínicos. Desafortunadamente, pareciera que el riesgo se ha convertido en una alarmante realidad.

alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2011