EL MAGISTERIO DE LA HISTORIA Y DEL ADAGIO

Por Alfredo Bielma Villanueva



La historia es madre, maestra y guía para quienes auscultan el acontecer sociopolítico; los refranes, como lo afirmara Cervantes, expresan la sabiduría de los pueblos.

Coloquialmente, bien se dice que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra, esto es para significar que no aprende de las enseñanzas que la vida le prodiga. Una y otra vez el hombre experimenta con sus acciones y si acaso solo atiende la enseñanza cuando ésta es en carne propia, porque nadie experimenta en cabeza ajena. Y tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe, pero se reflexiona cuando ya resulta tarde para dar marcha atrás, después de un paso en falso, por eso luego salen con que a “chuchita” la bolsearon.

Particularmente en sus relaciones con el poder el hombre peca de testarudo, más aún cuando le pesa dejarlo, porque solo obedece a la lógica de conservar el poder del que alguna vez fue dueño absoluto. Es evidente que en esa tesitura considera a los demás en su mínima expresión, sobre todo si la conducta de estos durante la lujuria del poder bajó la cerviz y se sometieron a los arbitrarios dictados del poderoso.

Pero al final no todo lo que brilla es oro, y esto es visible en el caso de quien está a punto de dejar el poder y se aferra a él. Porque la cabra siempre tira al monte, querrá mantenerlo a toda costa, entonces ¡cuidado! porque can viejo no ladra en vano. No es raro que empiece a enseñar el cobre a pesar de que aún no nace la burra y ya la quieren hacer panda. Pero chango viejo no aprende maroma nueva y sin duda persistirá en el manejo del poder, entonces, ante uno que amanece otro que no duerme, porque a caballo comelón cabestro corto, no hay de otra. Bien dice el dicho: si quieres el perro acepta las pulgas, pero para evitar excesos, nada mejor que levantar polvos de aquellos lodos ya que es difícil encontrar aves del pantano que lo hayan cruzado sin mancharse, entonces sí patitas para correr las quiero.

La historia de México está plena de episodios que pintan el enamoramiento del hombre con el poder, sin miramiento al hecho de que este no se comparte, simplemente se ejerce; de otra manera se corre el riesgo de terminar como el camarón que se duerme. Así lo experimentaron en sus emproblemadas relaciones lo mismo Lázaro Cárdenas y Plutarco Elías Calles que Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo; a mayor abundamiento habrá que recordar aquel sonado caso protagonizado en Tabasco por Carlos Alberto Madrazo Becerra (1959-1964) y Manuel R. Mora, su sucesor en el gobierno (1965-1970).

Un gobernador fuerte, carismático, de trayectoria política sobresaliente, forjado en la barricada política, era el gobernador de Tabasco Carlos Alberto Madrazo Becerra; fue un protagonista de primer orden por lo que nada extraño parecía el que deseara dejar a un sucesor a modo. En cualquier evento, a cualquier reunión política que iba el gobernador Madrazo se hacía acompañar por su secretario particular, un hombre discreto, de modesta apariencia, con lentes de grueso armazón, siempre sonriente y atento al menor gesto de su jefe. Pocos podrían apostar por él como un sucesor al gobierno del Estado, tal como finalmente fue. Mientras se celebraba la campaña política, que no era sino un simple formulismo para revestir la llegada al poder, todo mundo diagnosticaba que sería una marioneta en manos de Madrazo. La sonrisa de Mora permaneció inalterable, hasta que tomó posesión del cargo de gobernador de su Estado.

Durante su primer año en el cargo la opinión pública favoreció las sospechas de sumisión a su antecesor, pero se debía a que este había sido designado Presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI por el Presidente Díaz Ordaz y en aquellos tiempos enfrentársele hubiera sido un suicidio. De pronto, ocurrió que Madrazo cayó en desgracia política y salió de la dirigencia priísta. Entonces, en Tabasco se vio a otro gobernador ya que actuó en sentido contrario a las especulaciones, pues su conducta varió 360 grados respecto de la pasiva actitud frente a su ex jefe. Ante la rebelión de su antiguo subordinado Madrazo Becerra le fraguó no pocos problemas entre el estudiantado, solo salvó a Mora la protección del Secretario de Gobernación, Luís Echeverría, que lo ayudó a amortiguar los golpes que se le orquestaron desde las trincheras madracistas. El nuevo Mora la libró y pudo concluir su mandato, mientras Madrazo navegaba en las turbulentas aguas de la subrepticia oposición, antes de su lamentable muerte en un accidente de aviación.

Para ese entonces, México ya había contemplado el drástico distanciamiento entre el presidente Lázaro Cárdenas y su benefactor Plutarco Elías Calles, el Jefe Máximo de la Revolución quien, atenido al refrán que dice que el que da lo que tiene a pedir se atiene, le había “sugerido” la mayor parte de los integrantes de su gabinete. Hasta que Calles traspasó los linderos de la prudencia y quiso repetir en Cárdenas lo mismo que había hecho con Pascual Ortiz Rubio, a quien exhibió como una marioneta sujeta a sus caprichos. Don Lázaro no lo permitió y, a solo meses de haber iniciado su mandato, en junio de 1935 mandó al exilio a Calles y paralelamente se deshizo de buena parte de los recomendados por el ex jefe máximo. Inquieto, Calles regresó al país con el propósito de hacerle la vida imposible al presidente Cárdenas y nuevamente fue expulsado, esta vez de manera más drástica pues el exilio se acompañó con la expropiación de una de sus haciendas preferidas y del desafuero de diputados y senadores adeptos, así como el desconocimiento de los poderes de algunos gobernadores que habían sido incondicionales del caudillo en desgracia.

La presidencia imperial vivió tiempos de gloria durante el gobierno de Luís Echeverría, al grado que no se midió al pretender acosar a su sucesor cuando, a penas se destapó a López Portillo como candidato del PRI a la presidencia, lo rodeó de incondicionales con el propósito de, a través de ellos, repercutir su poder: Muñoz Ledo a la presidencia del PRI, luego a secretario de Educación, Gómez Villanueva en la secretaría priísta y de allí al liderazgo de la cámara de diputados. Aunque pronto fueron defenestrados de esas posiciones, el presidente López Portillo fue acosado por su antecesor al proponerle la figura de senador vitalicio para los ex presidentes.

Mas reciente fue la desavenencia pública entre el presidente Zedillo y su antecesor en el poder, Carlos Salinas de Gortari, quien pensaba trascender su poder al mandato que le correspondía. Pero como unos visten el altar para que otros digan misa, no habían pasado seis meses cuando el expresidente se vio obligado a representar en escena pública, televisada, una huelga de hambre, y sufrir el encarcelamiento del hermano incómodo. Después de navegar por el Caribe, hacer escala en Cuba y, “serenado” por los acontecimientos, se vio obligado a emigrar hacia Irlanda, perdiendo la oportunidad de encumbrarse en la dirección de la OCDE, como eran sus deseos. Durante el sexenio de Zedillo bastaba con que Salinas anunciara su visita a México para que la prensa desplegara en su contra una serie de arremetidas que lo mostraban como el mayor ogro del país. Fue tal la sevicia y el escarnio que hasta ahora perdura la imagen de Salinas como la de un demonio suelto.

Todo indica que al mejor cazador se le va la liebre, lo cual en política es factible desde que los pájaros le disparan a las escopetas. Pero la burra no era arisca, pues la historia demuestra que aceptar el cuento de que si quieres al perro acepta las pulgas no siempre deja buenos dividendos porque, según es el pájaro así es el nido. Es conveniente recordar que agua pasada no mueve molinos, y este caso se ajusta al dicho de que quien no buscó amigos en la alegría, en la desgracia no los pida, porque la mentira dura, mientras la verdad llega.

alfredobielmav@hotmail.com

Agosto 2010