¿ALIANZAS PERVERSAS?

Por Alfredo Bielma Villanueva



A partir de que la ciudadanía empezó a hacer valer su voluntad sufragante han surgido diferentes señales, nunca antes advertidas en los tiempos de la insípida democracia de un solo partido. Durante la hegemonía priísta todo mundo suponía que el PRI ganaba las elecciones gracias a su arrolladora simpatía, una apreciación incorrecta porque la realidad no lo registraba en esos términos.

Si bien el único partido que garantizaba a los noveles políticos su entrada al mundo oficial era el PRI, en la arena política se producían ciertos acontecimientos para facilitarlo, todos ellos conocidos por la población, como si fuera un valor entendido entre el ciudadano y el gobierno. El relleno de urnas era la rutina mayormente conocida, y como durante la jornada electoral los partidos de oposición al PRI no alcanzaban a cubrir la totalidad de las casillas con sus representantes se ocasionaba la oportunidad de que votaran hasta los muertos. Increíble, pero cierto. No había problema alguno, el gobierno organizaba las elecciones, las calificaba, controlaba las comisiones electorales y acomodaba a voluntad y gusto el registro de electores; disponía también del erario para lo que hiciera falta en los menesteres electorales.

Pero en la sociedad nada es estático, todo está sujeto a las leyes del cambio. En el siglo pasado, durante el periodo 86-88 fuimos testigos de la ruptura entre parientes que integraban la “familia revolucionaria” domiciliada en el PRI. La discusión se centró en el camino a seguir, el de la derecha que señalaba el pariente rico, poderoso, bilingüe, o el de la centro izquierda de pantalón de mezclilla y chamarra de pana, alérgico a la corbata, que deseaba compartir parte del avance económico con los vecinos más pobres. No conciliaron intereses y la familia antes monolíticamente unida diversificó sus rumbos y, como casi siempre sucede, olvidándose de sus comunes orígenes los ánimos se caldearon acabando por darse hasta con la cubeta.

Quienes se retiraron del dulce hogar se fueron casi con las manos vacías, pues pocos quisieron seguir su aventura al preferir la seguridad que los parientes ricos le proporcionaban; para acabarla, a quienes emigraron se les calificó de traidores, de apóstatas que olvidaban los beneficios que la casa paterna les había conferido y ahora le hacían oposición.

Al cambiar de domicilio otros vecinos se sumaron a su lucha, se trataba de aquellos a quienes antes se combatía en un juego de valores entendidos, eran los de “la auténtica izquierda”. Adicionalmente, quienes desde fuera del calor político hasta ese entonces se abstenían de participar, cansados de la impunidad de los fraudes electorales y de la deshonesta manera en que la clase política arreglaba sus diferencias hasta con crímenes irresueltos, decidieron entrarle para cambiar las reglas del juego, adecentar los procedimientos, conductas políticas y la política misma. Así fue naciendo una mayor oposición al PRI, que en un principio caracterizaba únicamente el PAN y, a partir de la ruptura del 86-88, también por los parientes más cercanos aglomerados desde el 5 de mayo de 1989 en el PRD.

Lo que sucedió después ya lo sabemos: fiel a su costumbre, la izquierda mexicana, sobreactuada, plena de individualidades autosuficientes que presumen del absoluto patrimonio de la verdad, se fracciona hasta el infinito y en las elecciones subsecuentes a las de 1997, cuando obtuvo un gran número de curules consolidándose como la segunda fuerza, fue perdiendo capacidad de convocatoria y en los comicios del 2000 simplemente ya no dio color y fue el PAN el partido que usufructuó el movimiento para el cambio iniciado por las izquierdas.

Así llegó la izquierda al 2006 con un mesías que paradójicamente dio al traste con su oportunidad de arribar a la presidencia de la república. Esta izquierda no ha sabido aprovechar la circunstancia de un universo proclive a sus designios, pues el reino los pobres está a su alcance. No ha sabido abrevar de la experiencia de quienes, forjados en la escuela priísta, han enriquecido sus filas con ánimo vencedor y alforjas cargadas de pragmatismo político.

Con todos sus defectos, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel López Obrador, Manuel Camacho Solís, Dante Delgado, Gabino Cue, Ricardo Monreal, Demetrio Sodi, Alfonso Sánchez Anaya, Leonel Godoy Rangel, Leonel Cota Montaño, etc., salieron de las filas priístas capacitados para la operación política-electoral, unos empujados por su deseo de cambio, otros porque contando con respaldo ciudadano no fueron favorecidos con una candidatura y las encontraron en la franquicia del PRD convirtiéndose en gobernadores de sus estados al derrotar a su antiguo partido (Ricardo Monreal, Sánchez Anaya, Leonel Cota, etc.).

El boom de la izquierda obligó al PAN y al PRI a coaligarse para contrarrestar su avance, como la alianza que hicieron en 1992 para desalentar las presiones que Cárdenas (PRD) hacía para que se reconociera el triunfo del ex priísta Cristóbal Arias en Michoacán; esa alianza benefició a Eduardo Villaseñor quien se convirtió en gobernador de aquel. Otras alianzas entre el PRI el PAN constatan sus continuos entendimientos y explican la reacción pasional del PRI cuando el PAN buscó la leña de otro hogar.

Cuando en Marzo del año en curso se anunció la alianza entre el PAN y las apabulladas izquierdas (PT, PRD, Convergencia) el priísmo levantó las cejas y calificó la sorprendente nueva hermandad como perversa y contra natura, bien sabían de los desfavorables efectos de esa coalición de esfuerzos cuando ya se sentían sin adversario al frente en su marcha hacia la presidencia de la república. El mismo Peña Nieto sintió que sus bases (¿de barro?) se estremecían y de que pueden colapsar si la mentada alianza se concreta el próximo año para la elección de su sucesor; la nueva correlación de fuerzas políticas en el Estado de México ocasionaría un innegable cambio que repercutiría en lo más profundo del priísmo con todo lo que ello significa para el año 2012.

Quienes se ocupan de reflexionar, bien recuerdan que hace seis años el PRI tenía arraigada la percepción de que en 2006 recuperaría la presidencia de la república; con Vicente Fox deteriorado por el incumplimiento de sus exorbitadas expectativas, el adversario de peligro era Manuel López Obrador a quien el presidente Fox le estaba haciendo la chamba para desaforarlo. Sin embargo le temblaron las corvas, dio marcha atrás y el tabasqueño continuó en la brega hasta hacerse el harakiri.

Acontecimientos como los pleitos entre Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo que la obligó a salir del partido, y de Roberto Madrazo con el famoso TUCOM produjeron un candidato priísta débil, con una estructura reblandecida como consecuencia de las fisuras internas en su partido dejándolo en la más completa indefensión.

Ahora, sin lugar a dudas, el resultado electoral de 2010 imprime otro cariz al panorama partidista de México: Si bien el PRI recuperó en pírrica ganancia tres estados, Aguascalientes, Tlaxcala y Zacatecas, perdió en cambio Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Ante quien haya sido, es obvio que las derrotas contrastan con el carro completo triunfalmente anunciado en la víspera y que la dirigencia nacional encabezada por Beatriz Paredes ha sufrido serias abolladuras. Como sea, Peña Nieto representa la unidad en la cúpula priísta; si esta carta se pierde júrelo usted que empezará el pleito entre las otras personalidades que el operador mayor, Salinas de Gortari aún puede manejar. Las televisoras se conducirán según vaya soplando el viento.

El cómo vaya a ser el comportamiento de los ganadores de Sinaloa, Oaxaca y Puebla una vez constituidos en gobierno no cambia para nada el balance electoral, pero se supone que el fruto de las alianzas ha prendido focos rojos en la dirigencia del otrora invencible partido, por cuanto a que el mensaje de la ciudadanía revela que la memoria histórica está pesando al interior de una población votante a la que basta con presentarle opciones atractivas para cambiar la dirección del voto. Una condición que, por lo visto, no favorece al PRI.

alfredobielmav@hotmail.com

Julio 2010