PÍCAROS

Por Alfredo Bielma Villanueva



De una vez por todas acabaremos por convencernos que en este país en cuestiones de impunidad no pasa nada y que cuando ocurre, tampoco pasa nada. Para nadie es un secreto que la democracia en México está en pañales y que se corresponde con el grado de inmadurez ciudadana que prevalece en este país a pesar de los múltiples avatares que hemos vivido y de los que, desafortunadamente no hemos aprendido para superarnos, aún justo ahora cuando presumimos de celebrar el bicentenario del grito de independencia de 1810 y el centenario del movimiento armado iniciado por Francisco Madero en 1910. Se dice pronto, pero es mucho tiempo el transcurrido sin que hayamos alcanzado la madurez necesaria que nos capacite para poner un hasta aquí a los gobernantes y a la clase política en general por cuanto a lo que a su conducta desenfrenada se refiere.

Ya se ha escrito hasta la saciedad que el actual proceso político veracruzano se caracteriza por el cúmulo de irregularidades que se han venido presentando, por ser una elección de Estado y por la guerra de lodo que a través de la web presenciamos. Lamentablemente, el arbitro electoral veracruzano ve otro panorama, según lo expresa su presidenta: “Yo no sé porque insisten los medios en un riesgo, yo hasta ahorita no veo nada en que nos pueda arriesgar el proceso electoral, efectivamente las autoridades en todo han actuado, y han demostrado que las acciones han sido situaciones muy distintas que no están conectadas con el proceso electoral, si ha habido algún incidente todo se ha resuelto y el estado está tranquilo”. Una visión que en pocas líneas encierra severas inexactitudes porque ni el Estado está tranquilo ni el proceso electoral está exento del riesgo de ser afectado.

No hay peor ciego que el que no quiere ver, porque está a la vista de la población veracruzana lo que ocurre en el Estado en materia de inseguridad, y en cuestión electoral todos los días somos testigos de las irregularidades cometidas por quienes participan en el proceso. Por caso, ¿Qué importancia le dará el IEV a las grabaciones publicadas en el Excélsior? Salvo que pida pruebas fehacientes acerca de si es la voz del gobernador y que a la vez exija una investigación para saber quién grabó el desparpajo gubernamental, no hay evidencia tan contundente como esa para demostrar que esta elección, al igual que su similar de 2004, es una elección de Estado y que se está configurando un indeseable final.

El caso concreto de las grabaciones en donde se escucha al gobernador instruyendo asuntos relacionados con lo electoral no pertenece al casillero de la “guerra sucia”, es, por el contrario, una contundente prueba de la intromisión gubernamental en los asuntos que solo competen a partidos políticos y candidatos. Es también labor de espionaje, punible por supuesto, pero “no obsta para que conste” porque por todos lados se emplea esa práctica para obtener información de “inteligencia” y para establecer estrategias de ataque. Allí queda el “tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata”. Si como se presume se están destinando recursos públicos para favorecer a determinados candidatos, el IEV tiene la obligación de investigarlo y rendir cuanto antes un informe a los partidos contendientes y, por supuesto, a la ciudadanía veracruzana que también es agraviada, por si no se recuerda al interior del árbitro electoral el origen netamente ciudadano de su matriz, el IFE.

No por nada el PRI perdió adeptos entre la juventud en las últimas décadas del siglo XX, actitudes como las que aquí se comentan representan parte de lo más indeseable y turbio de nuestra historia política. Son procedimientos que no debieran subsistir ya, porque si quisiéramos presumir de democracia avanzada, de desarrollo político y de aseo moral, bueno será manifestarse en contra de ese viejo lastre, que por asepsia política el mismo PRI debiera repudiar.

No es ociosa la convocatoria de Dante Delgado cuando exclama: “Lo único que estoy invitando a los veracruzanos es a que despierten de esta pesadilla de perversión en la que nos tienen acostumbrados desde el manejo absurdo e indiscriminado y perverso de los recursos públicos con profunda perversión y con un agravio a la sociedad que hoy debe preguntarse ¿Por qué los jóvenes tienen que salir a buscar oportunidades de empleo si vamos bien?

Peor aún, puede suceder que lo descubierto aquí quede pero, como dice el candidato del PAN al gobierno del Estado, Miguel Ángel Yunes: “Eso no lo podemos permitir, no puede quedar como una simple anécdota”. No sería extraño que el desenlace final del “no pasa nada” se atribuya a la “habilidad política”, cuando no llega sino a burda manipulación.

Sin embargo, la presidenta del IEV no avizora nada anómalo en el panorama estatal y prefiere apegarse al sobado argumento gubernamental del consuelo de muchos y del “no pasa nada”: “Lo he reiterado en muchas ocasiones. Sí comparamos el estado de Veracruz con el resto del país, especialmente con el norte, siento que es un estado que estamos tranquilos. Lógicamente hay unas situaciones que se están realizando, pero al proceso electoral no le impacta.”

Los principios rectores que orientan la actividad del Instituto Electoral: legalidad, independencia, objetividad, imparcialidad, certeza y equidad representan un importante bagaje que debe ser preservado con una actividad congruente; debe ser prioridad evitar ponerlos en tela de duda porque perdería la esencia que le dio vida. La responsabilidad que implica acomodar la acción con los principios es colosal, como grande es la misión que se tiene para auspiciar un proceso electoral con resultados libres de toda sospecha.

No por pesimismo pero, por lo que hasta ahora hemos venido presenciando, el ambiente pronostica tormentosos acontecimientos y mucho se teme que lo hasta ahora visto no pare allí. Sea por Dios y venga más, decía el clásico.

alfredobielmav@hotmail.com
Junio 2010