UNIVERSIDAD Y CULTURA



Por Alfredo Bielma Villanueva




Sin lugar a dudas, todo ámbito universitario refleja la realidad que lo circunda; su campus está enriquecido con la pluralidad de pensamiento y el pluriclasismo de quienes componen su matricula; es la esencia de la sociedad, y lo que en esta ocurre impacta directamente en el seno universitario. Entre la universidad y el acontecer social hay establecida una interrelación permanente en la que el rumbo universitario, incluido el académico, es guiado por los vaivenes sociales. Nada en una universidad es invento de utopía, porque aún las ideas más retardatarias o las extravagancias existencialistas encuentran fundamento y raíz en el contexto social de su desempeño.



Para contextualizar podemos tomar un caso revelador: la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana está ofreciendo tres diplomados: uno sobre Derecho Electoral; sobre Juicios Orales otro y uno más sobre Derecho Ambiental; como se podrá observar la materia de esos cursos guarda estrecha relación con la temática que mantiene preocupada a la sociedad. Los temas son de una actualidad extraordinaria porque su contenido forma parte de lo que interesa al género humano en cuanto a asuntos del interés general.



Para efectos de nuestro comentario, dada la actualidad del tema, lo electoral cobra especial importancia justo ahora que la ciudadanía veracruzana y la de otros once Estados de la federación transitan por procesos comiciales para el cambio de sus autoridades; esto nos recuerda que el conocimiento de la normatividad electoral cobra vital importancia por cuanto a que es conveniente para el desarrollo democrático de los pueblos.



En tiempos de la república juarista cuando obligado por las circunstancias Juárez debía permanecer en continuo peregrinar por el país, era prácticamente imposible realizar elecciones que legalizaran el status jurídico del gobierno, tal como la oposición conservadora lo exigía. Sin embargo el imperio de la ley se respetaba, y aunque las elecciones eran meros simulacros se llevaban a cabo para cubrir el requisito constitucional que el benemérito necesitaba para mantenerse en la legalidad. No podía hacerse de otra manera, sobre todo si consideramos la condición analfabeta de la gran mayoría de la población.



No había “pueblo político”, esto es, un sector poblacional preparado para participar en elecciones y comprender el sentido de estas. Ahora a ése “pueblo político” se le reconoce como ciudadanía, que es la más noble de las condiciones del hombre viviendo en sociedad. No obstante, corriendo el tiempo se ha demostrado que el ciudadano mexicano aún no toma plena conciencia respecto de la importancia de su participación en los comicios, al ignorar que en una democracia la formación de todo gobierno debe pasar por el filtro de la sociedad, representada para estos efectos por la ciudadanía.



En el devenir de nuestra historia como nación la consolidación de la democracia ha sufrido serios tropiezos; hemos sido testigos de fraudes electorales, de imposiciones desde el poder, de simulación electoral, etc., entre otras muchas, estas han sido las características que identificaron a nuestros comicios antes (y aún después) de sacar al gobierno de su organización.



Es pertinente recordar que ninguno de los avances en materia de instituciones y leyes electorales le ha sido dado a la población por obra y gracia de la autoridad, nada ha sido gratuito porque se han conseguido mediante la presión ciudadana. En 1991 nació el Instituto Electoral que se encarga de organizar los procesos del orden Federal, fue en respuesta a la presión ciudadana originada en las dudas que dejaron los resultados de la elección presidencial de 1988. Posteriormente, a cada Estado le ha correspondido crear sus respectivos Institutos Electorales, que son instituciones cuya encomienda es otorgar credibilidad y confianza a los procesos electorales, con la encomienda de suprimir los tradicionales fraudes organizados desde el poder.



Tomando por caso las experiencias de la actuación del Instituto Federal Electoral, aún con toda la autoridad profesional de quienes lo integraban en 2006, vivió momentos en los que su credibilidad estuvo en tela de duda por el sesgo que tomaron los acontecimientos previos a su dictamen final respecto del vencedor en la contienda presidencial de ese año. El resultado ha sido un gobierno enmarañado en la sospecha de su origen, aunque legitimado formalmente según las reglas establecidas. La consecuencia de aquellos titubeos del árbitro electoral fue el desfiguro de los inicios del nuevo gobierno, a ese grado llega el impacto de su importancia.



Ello nos lleva a deducir que, si el órgano electoral pierde autoridad porque su proceder es errático y suscita desconfianza, estará mandando una mala señal para acontecimientos futuros. Si el órgano es acusado de comportamientos parcializados y estos son comprobables el diagnóstico puede ser de pronóstico reservado.



De allí la importancia de que la ciudadanía permanezca vigilante de que, en el caso de Veracruz, el IEV prestigie las intenciones que le dieron origen y garantice imparcialidad y limpieza electoral.



Ese es el sentido, la idea, del Diplomado universitario a que hicimos referencia: “desarrollar y fortalecer habilidades, actitudes y valores que fortalezcan la educación cívica y la cultura democrática, que permitan la adecuada defensa y garantía de los derechos políticos de los ciudadanos y la existencia de una democracia sustantiva, verdaderamente efectiva, capaz de lograr los acuerdos necesarios para el desarrollo integral de nuestro país”, según se afirma en la convocatoria a la inscripción.



Del Diplomado sobre Juicios Orales, el dictamen sobre el caso del “Padre Chuchín” habla por sí sólo acerca de la necesidad de “desarrollar las destrezas técnicas necesarias para dicho desarrollo jurídico acusatorio”. Qué decir del Diplomado sobre la protección al medio ambiente, un asunto de vida o muerte para la humanidad que en Veracruz el caso de “Tembladeras” nos recuerda permanentemente.



La sociedad no avanza sin gobierno; la fuerza auto regeneradora de la naturaleza es incuestionable, pero sin cultura que la proteja contra la tendencia depredadora del hombre pronto empeorará aún más; allí se encuentra el por qué debemos concientizarnos acerca de la necesidad de un buen gobierno que se preocupe por el hombre y su ambiente, antes del propósito egoísta de trascender su mandato a como de lugar.



alfredobielmav@hotmail.com




Junio 2010