SIMULACIÓN Y MENTIRAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



El acre desprestigio que caracteriza a la clase política mexicana no es un fenómeno de reciente configuración, data de años atrás, siglos tal vez. Pudiera deberse a raíces culturales porque un ingrediente que la acompaña es la corrupción, un lastre que en este país ha sido signo de muchos siglos. Con no poca frecuencia se escucha decir a gente seria, responsable, trabajadora, enterada de lo que acontece en el contexto social, económico y político de su entorno que todo lo relativo a la política son meros cuentos, mero teatro, “todos son iguales”, “pura mentira” etc. Son expresiones que reflejan un amargo sentir ciudadano hacia una actividad que de origen debiera ser noble pero que en México está gravemente infestada por la mentira, el engaño, la simulación, la ignorancia, la corrupción, la ineptitud, etc.

Hay ineptitud y mentira, cuando los gobernantes no cumplen con lo ofrecido. Por ejemplo: ¿Alguien recuerda aquel publicitado y disputado debate nacional acerca de la refinería que después de tanta polémica el gobierno federal se comprometió a construir en Tula, Hidalgo? Bueno pues, según todo lo que se informó originalmente, desde hace un mes ya debieron iniciarse los trabajos para construirla y hasta ahora nada que se parezca a eso señala el cumplimiento de lo acordado.

Hay mentira y simulación porque, por ejemplo, después de la marcha contra la inseguridad pública, cuando se escuchó en todo México el “¡Si no pueden renuncien!, uno de los compromisos acordados para mejorar las acciones de seguridad pública, fue el de crear un Observador Ciudadano, órgano a través del cual la sociedad evaluaría y permanecería vigilante de las acciones que sobre la materia implementaren los gobiernos estatales. Al menos en lo que corresponde a Veracruz, después del efímero paso de Ahued por esa esperanzadora responsabilidad, que se sepa, ni siquiera se ha nombrado a su sucesor y nunca se supimos qué es lo que hizo allí el actual diputado federal xalapeño. No por olvidado este expediente deja de revelar el escaso compromiso del gobierno estatal para colaborar eficientemente con el punzante tema de la seguridad pública. Es un punto de la agenda del sector público que requiere explicación por parte del gobierno y del ahora diputado federal.

Es corrupción moral y simulación política cuando desde la condición de aspirante a un cargo de elección popular: llámese gobernador, diputado, senador, ediles, se hacen ofrecimientos exclusivamente con el ánimo de atraer votantes, porque no son compromisos documentados de tal manera que su cumplimiento sea exigible. De las expectativas que en cada campaña levantan esperanzas populares está repleto el expediente de las no cumplidas.

Es simulación, demagogia y engaño cuando, después de endrogar las finanzas estatales bursatilizando los ingresos por concepto del impuesto a la tenencia vehicular, ahora el gobernador nos salga con la ocurrencia de que va a desaparecer esa carga fiscal. Este acto, más que una acción de gobierno, se asemeja a una voluntariosa trama electoral que afectará a quien vaya a ser el sucesor a partir de diciembre del presente año. No se explica de otra manera porque, a sólo seis meses de entregar el cargo, cuando ésta administración ya cobró la tenencia del presente ejercicio y de los cinco anteriores, la población veracruzana no se beneficia absolutamente en nada con el acto anticipado. Además riñe con la prudencia, pues en los actuales tiempos electorales la intención de desaparecer este impuesto ya había sido anunciada como ofrecimiento de campaña por los candidatos del PAN y del PRI.

Existe simulación, engaño y corrupción cuando desde el poder se anuncian obras supuestamente concluidas y con el reporte de su financiamiento totalmente finiquitado. Lo sorprendente es que ante las denuncias públicas provenientes de la propia ciudadanía no se ejercita investigación alguna, comprobando una vez más la acostumbrada impunidad.

Por alguna nada ociosa razón, cuando fue “destapado” como candidato del PRI a la presidencia, en noviembre de 1969, Luís Echeverría dijo: “Estoy inconforme con los que dicen trabajar y no trabajan; estoy inconforme con los que dicen enseñar y no enseñan; estoy inconforme con los políticos que prometen y no cumplen…”, estaba inconforme con muchas cosas más quien, ya como presidente, se dedicó a viajar por todo el país, al que dejó temblando con una deuda nunca vista y que sus sucesores en el cargo elevaron a la quinta potencia.

Sería extensa la relación detallada de actos provenientes de la clase política, muy propios para comprobar el porqué se su descrédito. Pero bien valdría recordar que esa pandemia solo será posible desaparecerla con una mayor participación ciudadana en los asuntos de interés público. En la medida que lo hagamos impondremos límites al anchuroso espacio en el que se mueven los políticos al estilo mexicano que mucho padecemos. Por ello, el ejercicio de la denuncia pública es y será siempre saludable para el desarrollo de nuestra democracia. Sino, no, dijera el gallego.

alfredobielmav@hotmail.com

Junio 2010