EL ESTRENO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Como todo inicio de Gobierno, el encabezado por Javier Duarte de Ochoa en Veracruz no está exento de los sofocos del noviciado y de las consecuencias derivadas de los prolegómenos de su elección. La integración misma del equipo de gobierno, el origen de cada uno de los nombramientos, nos proporcionan señales muy claras acerca de cómo se vive al interior de un equipo entreverado de gente con experiencia y de quienes inician carrera política, entre ellos los reclutados por el signo de la amistad, otros por los compromisos contraídos en el fragor de la lucha electoral, y algunos porque su experiencia los garantiza. De la eficiencia y de la eficacia de su desempeño darán fe los resultados.

Sería infantil intentar una temprana evaluación de las acciones de un gobierno con apenas tres meses de funcionamiento, enfrentado a serias carencias financieras, apurado en formularse un diagnóstico cierto acerca del pasivo circulante y diseñando las estrategias para arrostrar el elevado monto de la deuda pública heredada. Sin embargo, ese panorama no obsta para calibrar lo que a simple vista es notable: un inicio de traspiés entre miembros del gabinete y los desaciertos de quienes por su encargo deberían revestir de sensatez a sus acciones.

De entre estos últimos, es proverbial la medida anunciada por las autoridades de turismo en el Estado acerca de que durante el Carnaval se prohibiría la tradicional estancia de visitantes en el “Hotel Camarena” y que para resarcirlos se les acondicionaría lugar en las escuelas de la conurbación. La desacertada medida no tardó en traer consecuencias, aparte del justo reclamo de los hoteleros que piden competencia honesta, la más rotunda provino del Secretario de Educación quien negó el uso de los espacios educativos para el fin anunciado; esta sí es una disposición ponderada y sin duda mejor meditada porque de ello se deduce que no existió un previo acuerdo, salvo que las protestas obligaran la reversa.

Para nadie es un secreto que el turismo que regularmente nos visita proviene de los estados de México, Tlaxcala, Hidalgo, Puebla y del Distrito Federal, en su generalidad de muy escasos recursos. Es el turismo “de horchata, torta y Jícama”, como coloquialmente se le denomina; para ellos disfrutar del mar y del calor veracruzanos es un aliciente anual, ahorran lo poco que pueden y salen a la aventura con grabadora en mano. Privarles de las noches de playa sería un atentado a su libertad para divertirse, no hay que olvidar que en esa eventual migración vienen familias enteras.

En abono a la idea de las autoridades de turismo pudiérase suponer que la medida intentada era para propiciar un turismo de mayor rango, pero ese fenómeno demográfico sin duda no se resuelve de la manera propuesta. Se requiere de un serio programa de promoción y fomento, que no necesariamente significa un repentino viaje a España con un costo cercano a los 500 mil pesos cuando no se tiene siquiera el programa de desarrollo turístico a la mano; así, por inspiración o improvisación no se conseguirá mas que proseguir el derroche presupuestal con resultado positivo.

En otro orden de ideas, a claras muestras se advierte que los rumores prosiguen a la orden del día: hoy renuncia el Secretario de Finanzas, mañana lo hace el de Agricultura; le sigue un ligero “llegue” a la alcaldesa xalapeña y prosigue con una manifestación de reclamo a joven legislador xalapeño; no escapa al síndrome el Banco de Obras y Servicios al que le arman una breve y desarticulada manifestación. Si juzgáramos por métodos estadísticos, por el número de declaraciones en torno a los transportistas y placas de taxis, se pudiera concluir que el Secretario de Gobierno tira más a Director de Tránsito que a regulador de la política interna; cuando se supone que debe ayudar a su jefe a poner un hasta aquí a las animosidades descritas; convocar a los actores políticos a guardar la serenidad necesaria en estos tiempos en los que, más que nunca, se requiere de unidad en el corporativo del gobierno.

Porque, por si fuera poco, en otro de los poderes-el Legislativo- se están dando hasta con la cubeta. De allí partió la descobijada por la que nos enteramos que algunos ex ediles merecedores de estar detrás de las rejas gozan de cabal impunidad, debido a los arreglos entre las cúpulas partidistas para proteger a quienes abusaron del erario municipal que tuvieron a su disposición. Vox populi sabe quienes son, en cada uno de los municipios el dedo flamígero de la moral pública señala a los infractores, a quienes salvaguardan inconfesables compromisos políticos. ¿Dónde están las cuentas públicas de Acayucan, de Minatitlán, de Cosoleacaque, de Córdoba, de Tuxpan, de Iztazoquitlán, etc.? Sin duda, la impunidad cubre al comendador.

También en esa vitrina de cristal que es “la casa del pueblo”, o sea el Palacio Legislativo, se ventilan malosamente los estratosféricos sueldos que reciben los legisladores, coloquialmente conocidos como “representantes populares”. Sin duda, a más de uno de entre ellos les brotará un acerado remordimiento (¿?) por recibir un emolumento que está directamente en proporción inversa a lo que la sociedad veracruzana obtiene de su actuación. Inútil por evidente es recordar que más de la mitad de nuestros coterráneos vive en pobreza extrema.

No todo está podrido en Dinamarca. La iniciativa que el gobernador Duarte de Ochoa acaba de remitir al Congreso local para otorgar pensión vitalicia y vivienda propia a deudos de policías estatales caídos en cumplimiento de su deber en la lucha contra la delincuencia, es un gesto que denota sensibilidad del gobernante al dar pronta respuesta al cuestionamiento que se le hiciera cuando privilegió a los militares en el mismo sentido que ahora lo hace con los cuerpos policíacos veracruzanos. Una buena señal porque es un beneficio concreto, sin las taras del lirismo discursero que solo promete y nada cumple.

Esto apenas comienza ¿qué más viene?

alfredobielmav@hotmail.com
Febrero 2011