PREMIO SIN DESTINO

Por Alfredo Bielma Villanueva




En su colaboración hebdomadaria en el Diario El Universal del 24 de enero, Jacobo Zabludovsky en su inigualable estilo hace una breve reseña de la premiación que organizaciones de periodistas en España hacen a los mejores en economía, periodismo, deportes y política. En economía, periodismo y deportes hubo premiados, no así en política porque se declaró desierto, es decir, sin destinatario con méritos, debido a “la incapacidad de todos los dirigentes políticos de llegar a un consenso o fórmula para gestionar la actual crisis económica, financiera y social”. En el evento estuvieron presentes, entre otros, el alcalde de Madrid y el vice-presidente del país, del Partido Popular y del Partido Socialista, respectivamente.

Entre nosotros, el dato debe inscribirse como una elocuente lección de desarrollo democrático y madurez profesional para expresarles a los políticos lo que la ciudadanía opina de su actuación. Como se observa, el juicio negativo respecto de la clase política no es privativo de México; si, en cambio, pudiera ponerse en el tapete de la discusión la posibilidad de que aquí pudiéramos dar ese paso adelante en declarar desierto un premio instituido para calificar la actuación de los políticos sin temor a una represalia económica o política.

“Reconocimientos” los hay y muchos, pero son a todas luces movidos por el interés de quedar bien con quien ejerce el poder y puede direccionar el recurso público de tal manera de retribuir a quienes premian. Sin embargo, la idea de establecer una premiación por auténticos merecimientos al servidor público que lo merezca no es descartable, aunque honestamente aquí difícilmente encontraríamos a quien otorgárselo, con todo y que haya sus respetables excepciones.

Acá en la aldea veracruzana tendríamos que hacer un esfuerzo de escaneo profundo para dar con algún potencial premiado. Por descontado, entre los candidatos no pudieran estar, por ahora, ni el gobernador actual ni su equipo de colaboradores pues inician gestión por lo que aún no hay referencias de sus hechos. Pero de entrada excluiríamos a los diputados, que vienen en demérito porque lo único que han demostrado en su primer periodo de sesiones es su excelente disciplina para acatar indiscriminadamente las directrices provenientes del Ejecutivo. Un premio a la disciplina si lo ganarían, no faltaba más en un sistema en el que se privilegia la partidocracia sobre el interés colectivo.

Ahora, si a alguien se le ocurriera organizar este tipo de recompensas en Veracruz y se escogiera para premiar a quienes ya han tenido la oportunidad de servir, seguramente se opondrían serias dificultades para encontrar candidatos al premio y es mas que probable que éste se declararía desierto en lo correspondiente a los políticos. Sobre todo, porque una referencia obligada sería el gobierno que recientemente terminó su gestión el que, salvo opiniones en contrario, merece más bien una formidable rechifla por haber heredado a su sucesor la onerosa deuda pública que lo agobia y una enorme cauda de deudores que sufren de insomnio porque no les retribuyen lo que en su momento proveyeron al gobierno.

Volviendo a Zabludovsky; en su mea culpa, el alcalde madrileño expresó: “Esta llamada resulta urgente y provechosa... debemos tomar nota del motivo de censura que supone declarar desierto este premio... ser plenamente conscientes de que hay una demanda de la sociedad, de que ese reproche... no llegar a un consenso... es el que se nos hace este día a la clase política... Hoy, ni políticos ni periodistas están a la cabeza de la popularidad ni de la estima de los ciudadanos. Pero yo, de este acto de esta noche, me llevo una lección aprendida, porque creo que quizás alguien nos ha dicho por qué”.

Sería Perogrullo afirmar que esa reprimenda moral estaría a la medida de la clase política mexicana, y redundaríamos sino obviáramos el hecho de que parece un traje hecho a su medida.

Para confirmar, y es fortuita la coincidencia, en su informe anual de actividades 2010, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Raúl Plascencia Villanueva, precisó que el Congreso de Veracruz, así como los ayuntamientos de San Juan Evangelista y Agua Dulce no aceptaron las recomendaciones emitidas por la CNDH pues, dijo, “hay instituciones de gobierno sólo acostumbradas a recibir reconocimientos, no aceptan fácilmente observaciones ni se muestran inclinadas a reconocer eventuales fallas, excesos o abusos en el ejercicio de la función pública”.

Como bien es posible observar en ocasiones, más que reconocimientos, en nuestro entorno político-social el ejercicio de la función pública bien merece un acentuado reproche público, como prueba de una descalificación ganada a pulso. Por cierto, en estos tiempos en los que están de moda las mediciones y las consultas de opinión ojala se levantara una entre la población afectada por los disturbios meteorológicos de septiembre de 2010 y entre quienes diariamente cabildean en las ventanillas de pago del gobierno del Estado el justo pago a los servicios prestados. La pregunta obligada sería: ¿les cumplieron los ofrecimientos?

El resultado sería de pronóstico reservado, porque quizás ante el temor a quedarse sin la posible ayuda algunos responderían afirmativamente y los otros, ante la esperanza de recuperar algo de lo perdido no se aventurarían a dar una respuesta abiertamente negativa. Esta hipotética condición nos traduciría fielmente el pobre avance democrático que hemos logrado, ya que en vez de exigir el cumplimiento penamos porque se nos retribuya lo que en justicia nos corresponde.

Entonces, bien valdría crear desde la sociedad civil un Premio de reconocimiento al mejor servidor público; al mejor comunicador social, al mejor deportista y al mejor empresario del año. No sería copia de lo que Zabludovsky reseña porque para empezar nuestra idiosincrasia es diferente a la española y en concientización ciudadana estamos en pañales; pero siempre hay una primera vez. Quizás parezca trasnochada la propuesta pero no estaría de más.

alfredobielmav@hotmail.com
Febrero 2011