EL PRI

Por Alfredo Bielma Villanueva


El jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard acaba de expresar lo que ya es un lugar común entre los políticos que aspiran a un encargo más elevado del que ostentan: “Lo he dicho y para eso me he estado preparando muchos años…” para referirse a su aspiración de lograr la candidatura de su partido-o alianza- para competir por la presidencia de la república. Tan es un lugar común que semejante argumento lo escuchamos un sinnúmero de veces en Veracruz proveniente de quien estuvo al frente del gobierno veracruzano en el pasado reciente, aquel que presumía de haberse preparado por más de treinta años para ser gobernador, hombre de inteligencia más que despierta pero que, en los hechos, desafortunadamente para los veracruzanos demostró lo deficiente de su preparación para el arte de gobernar. La conjetura no es artera porque no hay calificación más desaprobatoria que los resultados, tan a la vista de la opinión pública en grado superlativo que ni los antiguos panegiristas cómplices en la unanimidad podrían argumentar en contrario.

En cambio: “ A lo largo de mi carrera política nunca me propuse llegar a la Presidencia de la República, preferí trazarme objetivos inmediatos que pudiera alcanzar con cierta seguridad; desempeñar lo mejor posible cada una de las nuevas tareas que se me asignaran fue mi norma de acción y ojala haya procedido congruentemente. En mi caso, fijarme una meta tan específica habría sido un obstáculo antes que un aliciente”. Así registra en sus Remembranzas el Lic. Miguel Alemán Valdés, ex senador, ex gobernador de Veracruz y ex presidente de la República. Visiones y resultados diferentes, al igual que su ubicación en la historia, ese gran depósito de casos utilizados como paradigmas a seguir y también de malos ejemplos que por ser nocivos deben ser desechados.

Dejémoslo como dato cultural, y vayamos al meollo del tema de actualidad: el Partido Revolucionario Institucional, que ha acumulado un aniversario más en su ya larga existencia (65 años) como institución política que marcó toda una época en la historia de nuestro país y que pareciera exclamar emulando a Don Teofilito: “la marqué, la marco y la seguiré marcando”.

No es oficiosa la cita referente al Licenciado Miguel Alemán Valdés puesto que en la encrucijada histórica tiene mucho que ver con el PRI, nada menos porque fue el primer presidente emanado de sus filas y porque la primera acción de este Partido consistió en postularlo a la Presidencia de la República el 19 de enero de 1946; el día anterior, 18 de enero, la Convención había decidido el cambio de denominación de Partido de la Revolución Mexicana a Partido Revolucionario Institucional.

Fue aquel un periodo de cambios derivados de múltiples causas, entre ellas la Segunda Guerra Mundial que impactaron en la economía y en la política; tiempos en que se advertía el relevo generacional y que los futuros gobernantes provendrían de las aulas universitarias y no del campo de batalla. El bouquet de Lavanda sustituiría al olor a pólvora; sería el gobierno de Alemán un “gobierno de abogados”.

Son muchos los factores a los que atribuir la larga permanencia del PRI en el Poder, desde el momento de su creación hasta el año 2000, pero evidentemente uno de ellos habría que ubicarlo en la normatividad jurídica que enmarcó los procesos electorales durante el prolongado lapso. Por lo menos, existe una coincidencia entre la fundación priísta y la entrada en vigor de una nueva Ley Electoral en 1946. Por este ordenamiento, la preparación, vigilancia y desarrollo de los procesos electorales quedarían a cargo del gobierno federal a través de la Comisión Federal de Vigilancia, presidida por el Secretario de Gobernación e integrada, además, por un representante del Poder Ejecutivo, dos del Legislativo-un diputado y un senador-, más dos representantes de los partidos políticos. No se requiere de mucho esfuerzo deductivo para concluir quién tenía el control de las ganancias y repartía las canicas del juego.

En las elecciones del 7 de julio de 1946 el Partido Revolucionario Institucional obtuvo su primera gran victoria; su candidato, Miguel Alemán Valdés (a quien el PRM ya en agonía hizo su candidato en 1945 y en su Convención de los días 18 y 19 de enero de 1946 lo ratificó pero ya convertido en PRI), derrotó en las urnas a Ezequiel Padilla Peñaloza que fuera el abanderado del Partido Demócrata, al que se sumaron los militantes del PAN, que no presentó candidato porque a quien se la ofrecieron, el ideólogo del carrancismo Don Luís Cabrera no aceptó la postulación. Por cierto, para quien imagine que el transfuguismo político es un fenómeno de reciente formación en México habría que recordarle que Padilla Peñaloza militó en el Partido Nacional Revolucionario y en el Partido de la Revolución Mexicana, además de haberse desempeñado como Secretario de Relaciones Exteriores en el gabinete del presidente Ávila Camacho, cuyo voto se inclinó por Alemán, su Secretario de Gobernación.

Es añejo también el procedimiento de diseñar los Programas de Gobierno tomando como base la consulta popular. Con ese propósito, en la campaña de Alemán Valdés se inauguró en el PRI la celebración de “conferencias de mesa redonda” para conocer los problemas de cada región del país. En esta lógica se celebraron 21 “Mesas Redondas”, con diferentes temas en varias ciudades de la república, mexicana seleccionadas en base a su principal actividad económica: en Puebla, sobre industria textil, en Acapulco sobre turismo, en León, Guanajuato, sobre la industria del calzado, en Monterrey, sobre siderurgia, en Veracruz, sobre marina mercante, etc.

En el acta de nacimiento del PRI se reconocieron los principios de la Revolución Mexicana, el apoyo al Municipio como institución política cercana a la gente; que la mujer gozara de los mismos derechos políticos que el hombre (por cierto, Zaida Lladó ha hecho un acucioso y extraordinario estudio sobre la participación femenina en política de partido); se reconocía como obligatoria la intervención del Estado en la economía guardando el interés de las mayorías y de la nación. Para escoger a su candidato a la presidencia el Comité Central Ejecutivo convocaría con nueve meses de anticipación a la fecha de las elecciones constitucionales a una Asamblea Nacional de delegados en la que una o más delegaciones estatales propondrían candidatos, etc.

Esa fue la base estatutaria e ideológica con la que nació el Partido Revolucionario Institucional, que se mantuvo en la presidencia de la República desde su creación hasta el año 2000 en el que fue derrotado en un proceso electoral y político con antecedentes en los comicios de 1988, los que abrieron la puerta a una intensa participación ciudadana para hacer posible la creación del IFE y un nuevo marco normativo electoral que le arrebató al gobierno la organización y el control de los procesos comiciales.

Muy probablemente, en el veredicto de la historia, el Partido Revolucionario Institucional deberá ser considerado como una de las instituciones políticas más significativas del México moderno, sin cuyo concurso no sería posible explicar la historia del siglo XX mexicano.

(Para mayor abundamiento sobre este apasionante tema, el próximo 3 de marzo, a las 18.30 horas, en el Colegio de Veracruz presentaré mi Libro intitulado “El Fin de una Era”, evento al que está usted cordialmente invitado).

alfredobielmav@hotmail.com

Febrero 2011