PERSISTENCIA Y CIRCUNSTANCIA

Por Alfredo Bielma Villanueva


En 1973 se celebrarían las elecciones intermedias en el gobierno de Luís Echeverría Álvarez quien previamente, durante su campaña para acceder al cargo de presidente de la república, había pronunciado una frase que se hizo famosa “prefiero un voto en contra que una abstención”, pues era ya manifiesto que el régimen de partido hegemónico estaba perdiendo de manera acelerada su sustento social. Una vez al frente del gobierno, Echeverría incluyó en su agenda hacer una intensa campaña de promoción al voto, tarea que encomendó para su desarrollo a la Secretaría de Gobernación que entonces encabezaba Mario Moya Palencia.


La promoción se puso en práctica en la campaña para renovar la Cámara de Diputados federales en las elecciones de mitad de sexenio, en 1973. Tiempos aquellos en los que los gobernadores tenían la obligación meta-constitucional de someter al juicio del gobierno federal las listas de candidatos a diputados federales de sus respectivos estados. Tiempos en los que regía la consigna de que los diputados federales eran del presidente de la república y los diputados locales y alcaldes les correspondían a los gobernadores de los Estados. Tiempos en los que ser candidato del PRI a cualquier cargo electoral era un simple requisito previo, la segura antesala para conseguirlo.


En este marco de acuerdos políticos interinstitucionales preestablecidos por el centralismo presidencialista, en febrero de 1973, el gobernador veracruzano Rafael Murillo Vidal partió a la Ciudad de México, en su agenda se contemplaba la entrevista con el Secretario de Gobernación para revisar la lista preliminar de los candidatos a diputados federales veracruzanos que conformarían la XLIX Legislatura Federal. En el escrutinio todo iba bien hasta que tocó el turno al distrito de Misantla, para donde el gobernador había situado, por lógicas razones, el nombre de Don Rafael Hernández Ochoa, pero su sorpresa fue magna al ser vetada su propuesta por el Secretario de Gobernación, quien le pidió sugiriera otro candidato para ése Distrito y entonces la renovada propuesta favoreció a Rodolfo Virués del Castillo, quien por unos días acarició la ilusión de convertirse nuevamente en candidato y diputado federal.


Las razones lógicas del porqué se incluyó a Don Rafael Hernández Ochoa en la lista de candidatos se explicaban porque éste era un reconocido amigo del presidente Luís Echeverría, del que había sido su colaborador como Subsecretario en Gobernación y, una vez en la presidencia, como titular de la Secretaria del Trabajo, de donde había salido por motivos de salud, siendo sucedido allí por Porfirio Muñoz Ledo. Ahora, sorpresivamente era vetado en su aspiración de convertirse en legislador y el verdugo era precisamente su amigo y compadre Mario Moya Palencia, obviamente siguiendo instrucciones de la presidencia de la república.


Por cierto que Moya Palencia también había pedido al gobernador Murillo Vidal sugiriera por Acayucan otro nombre que no fuera el propuesto General Celso Vázquez Ramírez, quien ya en el trienio 1967-1970 había sido diputado federal. En éste último caso, la perspicacia política del gobernador era tal que ya no sugirió a nadie más por ése distrito, dejándole a Moya Palencia esa primicia, entonces surgió la oportunidad para Serafín Domínguez Ferman, originario de San Andrés Tuxtla e identificado con el grupo que el Secretario de Gobernación preparaba para, madurados los tiempos, proyectarse a la candidatura príista a la presidencia de México.


Al enterarse de su situación política Don Rafael Hernández Ochoa movió los hilos a su disposición, como Carlos Sansores Pérez el líder cameral de los diputados priístas; aunque no muy convencido, Jesús Reyes Heroles, presidente del PRI nacional y el definitivo y también todopoderoso conducto de Doña Ester Zuno, esposa del presidente Echeverría, con la que Doña Teresa Peñafiel, esposa de Hernández Ochoa, guardaba una estrecha y afectuosa amistad. El indiscutible peso político de Doña Ester se vio reflejado cuando finalmente en la lista definitiva de aspirantes a legisladores federales fue incluido el nombre de Rafael Hernández Ochoa, no sin antes éste escuchara el rumor de que el presidente de la república había proferido la sugerente frase: “Está bien, pero que se olvide de la coordinación de la Cámara”. Un subliminal mensaje que se refería al ya próximo relevo en el gobierno veracruzano.


Fue así como se completó la lista de los candidatos a diputados federales veracruzanos para una singular Legislatura en la que figuraron los nombres de Silverio Alvarado, Demetrio Ruiz Malerva, Ignacio García, Patricio Chirinos, Rafael Hernández Ochoa José Luís Melgarejo, Delia de la Paz Rebolledo, Mario Vargas Saldaña, General Modesto A. Guinar, Rogelio García González, Lilia Bertely, Fidel Herrera Beltrán, Serafín Domínguez, Manuel Ramos Gurrión. Una configuración de políticos que de alguna u otra manera trascendieron en el ámbito de nuestro Estado pues tres de aquellos diputados alcanzaron la gubernatura, en su orden: Rafael Hernández Ochoa (1974-1980), Patricio Chirinos Calero (1992-1998) y Fidel Herrera Beltrán (2004-2010). Que se recuerde en ninguna otra hornada legisladora se ha presentado esta particularidad.
De estos legisladores, además de los ya citados gobernadores, Mario Vargas Saldaña y Manuel Ramos Gurrión aspiraron, sin conseguirlo, a gobernar Veracruz quedándose en el intento. En el rango del “hubiera”, el tuxpeño Demetrio Ruiz Malerva, cercano colaborador y amigo del entonces Secretario de Programación, Carlos Salinas de Gortari, figuraba como fuerte prospecto a ocupar la Secretaría de Gobierno cuando Gutiérrez Barrios tomara posesión de su cargo como gobernador de Veracruz y, por aquella relación, se le mencionaba ya como fuerte prospecto al gobierno veracruzano solo que, cuando por segunda vez era diputado, en una desafortunada confusión fue abatido a tiros en la ciudad de Álamo en 1986.


La historia está plena de hechos en los que un segundo esfuerzo, o muchos más que siguen a la primera frustración, concluyen en coronados éxitos, como el de Don Rafael Hernández Ochoa quien sin darse por vencido logró convertirse en diputado federal y desde esa posición alcanzó la candidatura al Gobierno del Estado, no sin antes transitar al través de un accidentado proceso que marcó aquella época veracruzana y que es conocido como “El Carbonelazo”, un fenómeno político en el que abortó la precandidatura de Manuel Carbonell de la Hoz al gobierno de Veracruz cuyo colofón lapidario está escrito en las ocho columnas del periódico Excelsior: “Yo como veracruzano no he votado por él”, frase con la que Don Jesús Reyes Heroles, presidente del CEN priísta, dio la pauta para iniciar un nuevo proceso para escoger a quien sucedería en el gobierno de Veracruz a Don Rafael Murillo Vidal.


Por lo pronto, al ganar Rafael Hernández Ochoa la candidatura a la diputación federal, se estaba definiendo también el destino político de otros personajes de la trama política veracruzana: Carlos Brito Gómez y Gonzalo Morgado Huesca, entre ellos. Esa es otra historia.