LA CUESTA DE ENERO

“El problema del campo mexicano estriba en que los campesinos están organizados para votar, no para producir”, dijo en un exabrupto de sinceridad Oscar Brauer Herrera, entonces Secretario de Agricultura del presidente Luís Echeverría (1970-1976). Sabía de lo que hablaba porque ésa fue una de las tremendas desviaciones que se le hicieron al sentido de la Revolución al conducir al campo mexicano hacia un callejón sin salida, cuando todo se quedó en el reparto agrario y en la política clientelar plena de corrupción que de ello se derivó.


La Reforma Agraria, un proceso revolucionario de la que ya nadie se acuerda, tuvo como principal objetivo proporcionar al hombre del campo la tierra suficiente para su subsistencia y arraigo y para terminar con las condiciones feudales en que vivía. Pero todo se quedó en la etapa del reparto agrario injusto e insuficiente, nunca se pasó a la etapa de la Reforma integral que consistía en la tecnificación del campo mexicano para que sirviera al desarrollo industrial, en base a una economía guiada por el Estado que privilegiaba ante todo la soberanía nacional.


Durante muchos años nuestra economía creció aceleradamente, a la par que los salarios aumentaron sobre una inflación que no rebasaba al 6%. La imprudente conducción económica de Echeverría dio al traste con aquel crecimiento sostenido al exagerar la utilización de créditos y recursos fiscales que provocaron la grave crisis económica del fin de su sexenio, no sin antes haber declarado que la economía se guiaba desde los Pinos. Mal remedio que siguió su sucesor López Portillo quien no supo “administrar la abundancia” derivada de la explotación del petróleo y tras un exagerado gasto público concluyó con otra gran crisis económica, expresada en catastróficas devaluaciones que dieron al traste con todo lo que anteriormente se había avanzado. Esto definió el rumbo del país pues lo obligó a decidir que su sucesor fuera Miguel de la Madrid, punta de lanza del neo-liberalismo y de la arribazón de los tecnócratas al poder nacional.




Después llegamos al colmo de nuestras desgracias con la firma del Tratado de Libre Comercio en 1994 con las dos economía más desarrolladas del continente y nos pusimos la soga al cuello al aceptar consolidar lo que ya desde 1982 había comenzado el gobierno de Miguel de la Madrid para imponer el liberalismo económico en aras de una globalización supuestamente inevitable.


Al establecer esa relación de compromisos con economías con tan dispar desarrollo respecto de la nuestra se puso en jaque el porvenir de la nación vía su soberanía alimentaria, todavía más porque los gobiernos subsecuentes, conociendo de las previsiones que debían tomarse por la entrada en vigor de nuevas cláusulas, no diseñaron ni ejecutaron las políticas públicas que evitaran el impacto de su aplicación, tal cual ocurrirá en el presente año con la entrada libre, por el arancel cero, de fríjol, maíz, leche en polvo y azúcar, etc. Dejando en la más absoluta indefensión a gran parte del campo mexicano, que se ve aceleradamente despoblado por la emigración de sus jóvenes, único recurso que nuestra paupérrima economía exporta.


La disparidad entre nuestra precaria producción de maíz, por ejemplo, que cuando mejor nos va promedia cuatro toneladas por hectárea contra las 10 que promedia la agricultura de los Estados Unidos, es solo un ejemplo de la nula competitividad de nuestro renglón agrícola. En cuanto al fríjol, mientras una hectárea en EU rinde 1,800 kilos, en México apenas se producen 600 kilogramos. Además los campesinos de aquél país están subsidiados y cuentan con tecnología de apoyo, mientras que los nuestros ni del precio de garantía pueden gozar. Respecto del azúcar, nuestra industria está para llorar pues aquel intento de reconversión industrial que se hizo en el gobierno de de la Madrid para modernizar la planta productiva se quedó en ciernes y ahora cuesta mas caro producir un kilo de azúcar que comprarlo en el extranjero; así, ¿cuál competitividad?

Ante este triste panorama, en cuanto a asimetrías patéticas, observamos cómo el actual Secretario de Agricultura promueve un spot en donde aparece la triunfadora Lorena Ochoa promocionando a nuestro “exitoso” campo mexicano. Si usted encuentra alguna relación, así sea subliminal, entre un campo de golf en donde campean quienes han alcanzado un cierto nivel de holgura económica, con nuestro averiado surco campirano en el que sobreviven en condiciones de miseria millones de compatriotas, entonces quienes no avizoramos sino una enorme estulticia del funcionario que aprobó el mensaje estamos fuera del contexto.


Pero algo muy cierto es que, por mas optimista que queramos o podamos ser al pensar que la llamada cuesta de enero se constriñe únicamente a éste mes, la realidad nos indica que solo es el punto de marcha de una serie de descalabros económicos, gasolinaza incluido, que esperan al pueblo de México, que al parecer no encuentra en el gobierno al piloto que conduzca con precisión la nave de su destino.


alfredobielma@hotmail.com
Enero 2008