CONGRUENCIA, TIEMPO Y CIRCUNSTANCIAS



Era un día de mayo de 1968, cuando recién el Comité Ejecutivo Nacional del PRI había destapado como su candidato al gobierno de Veracruz al Senador Rafael Murillo Vidal, en la casa de Irlanda 109 de la colonia San Andrés Churubusco en el Distrito federal, se reunió un grupo de jóvenes encabezados por Juan Maldonado Pereda con el Senador Arturo Llorente González, frustrado aspirante a aquella candidatura. La intención de la visita era expresarse mutua solidaridad pues el grupo formaba parte de los miles de veracruzanos que apostaron por la pre candidatura de Don Arturo Llorente al gobierno veracruzano.


Atento, ciertamente impactado por los acontecimientos, el Senador Llorente González se mostraba abierto a las preguntas de sus partidarios acerca del proceso en el que habían participado. Uno de estos le preguntó al senador si durante el desarrollo había hablado de sus aspiraciones con el presidente de la República, a lo que sin reserva alguna respondió que no, que él había confiado en su amigo el Secretario de Gobernación Luís Echeverría Álvarez, quien por cierto era mencionado como uno de los aspirantes a la presidencia de la república en la ya próxima sucesión de 1970.


El Presidente de México era Don Gustavo Díaz Ordaz, hombre de carácter recio, de mano firme para las decisiones en la función pública, en cuyos derroteros había recorrido diversas posiciones, entre otras, Secretario de Gobierno de su natal Puebla, Diputado Federal y Senador en el periodo alemanista. En el Senado convivió con otros políticos, entre ellos con su antecesor en el cargo presidencial, Adolfo López Mateos, con el gobernador Fernando López Arias, también Senador y con Rafael Murillo Vidal, Oficial Mayor de aquella Cámara.


Las cosas en política no son casuales, tienen una causalidad que, si bien no siempre determina, sí explica mucho de los acontecimientos. Generacionalmente el presidente Díaz Ordaz estaba más identificado con Murillo Vidal que con Llorente González, cuya actividad política se había iniciado y desarrollado en ámbitos y tiempos diferentes. Rafael Murillo Vidal perteneció en sus inicios al numeroso grupo que se formó en torno de la figura de Miguel Alemán Valdez quien, veracruzano por añadidura, aún como ex presidente no dejó de influir en la política de su Estado y en lo relativo a las sucesiones de gobierno, al menos era informado de la decisión.


Gustavo Díaz Ordaz estuvo ligado al alemanismo durante buen trecho de su carrera política y para referirse a Murillo Vidal lo hacia con el diminutivo afectuoso de “Rafaelito”, esto último era ignorado por aquel grupo de jóvenes en torno de Llorente y, por supuesto, por la gran masa de seguidores y promotores de la candidatura del ex alcalde jarocho. ¿Si hubieran tenido ésa información, se habrían “equivocado“? No se olvide que la decisión única para un gobierno estatal partía casi de manera vertical de la presidencia de la república. Aspirante que no contara con el voto presidencial caminaba sin brújula hacia el fracaso. Por ello, al escuchar de labios del senador Llorente González que no había hablado con el presidente Díaz Ordaz sobre sus aspiraciones, aquellos jóvenes supieron la causa del descalabro.


Les explicaba Llorente González cómo en todo el territorio veracruzano se habían formado cuadros a su favor en Xalapa, Tuxpan, Veracruz, Córdoba, Coatzacoalcos, San Andrés Tuxtla, que funcionaron de maravilla cuando manifestaron su adhesión a la causa llorentista al presidente del CEN priista Alfonso Martínez Domínguez, en su gira de consulta por el Estado denominada “De La Periferia al Centro”. El único lugar, les dijo, en donde no se pronunciaron abiertamente en su favor fue en Acayucan, en donde un político local, el alemanista Ramiro Leal Domínguez, “le volteó” la gente a favor de Don Rafael Murillo.


Efectivamente, aquella gira de consulta de Martínez Domínguez resultó un eventual éxito para los prosélitos de Llorente González y para éste último, pues según se percibía tenía a su favor buena parte de la clase política veracruzana. Solo que el peso de este conglomerado de partidarios resultaba similar al de una pluma, porque en el otro plato de la balanza se ubicaba algo equivalente a una tonelada de plomo, simbolizado en la figura del presidente de la república, cuyo voto en este caso ya había sido para Rafael Murillo Vidal, quien finalmente fue el candidato y resultó un excelente gobernador.


Decía el senador Llorente que después del “destape” de Murillo Vidal, muchos de sus partidarios le habían llamado para solidarizarse con él y expresarle que si se lanzaba por otro partido lo respaldarían. Sólido en sus convicciones reflexionaba que nunca adoptaría esa posición contra un Partido que lo había hecho alcalde, diputado y senador de la república. “Sería lamentable que ahora en que mi partido no respalda mi aspiración yo lo traicionara, porque estaría negándome a mí mismo. Apoyemos ahora a Don Rafael del que ustedes han visto soy amigo. Primero paisano que Dios, como dicen en la cuenca”.


Sintiendo el peso del momentáneo revés aquel grupo de veracruzanos se despidió del Senador Arturo Llorente González, no sin antes agradecerle la lección de madurez, congruencia e integridad política mostrada al haber rechazado, al igual que Odiseo, el canto de las sirenas que lo invitaba a seguir el camino del saltimbanqui político, por cierto muy en boga en nuestros días. Congruencia, aunque según el tiempo y las circunstancias.
(El domingo 16 del presente falleció Don Arturo Llorente González, lega a los veracruzanos un ejemplo de honestidad a toda prueba. Descanse en paz)


Alfredobielma@hotmail.com