MEXICO EN LA ENCRUCIJADA ECONÓMICA
Ya en vías de una definitiva decisión de abrir la economía mexicana el presidente Salinas estableció tres prioridades: 1) Renegociación de la deuda externa, 2) La privatización del sector paraestatal y la firma de un Tratado de Libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Es un hecho histórico el que las tres propuestas fueron cabalmente cumplidas. La base de sus propósitos las encontró en las recurrentes crisis económicas de fines de sexenio de los gobiernos de sus tres inmediatos antecesores que se tradujeron en devastadoras devaluaciones y en incontrolable inflación. De allí la renegociación de la deuda externa y la venta de empresas públicas, esto último para reducir la deuda interna. Fue así como de las más de 800 empresas propiedad del Estado mexicano fueron enajenadas y el patrimonio nacional se redujo de manera considerable.
A estas alturas de la vigencia del TLC no estaría por demás discutir su renegociación en el capitulo agropecuario, aunque no hay que olvidar que cada socio tiene sus particulares intereses. Es verdad que la puesta en marcha de éste Tratado ha sido un éxito, sólo que la parte beneficiada es mínima pues no debemos olvidar que hay muchos Méxicos y el de los pobres es la porción más grande. Aunque, si bien es cierto de que no debió haberse firmado en los términos en los que se hizo este Tratado, también es verdad que nuestros gobiernos, conociendo los términos de su contenido, no aplicaron las medidas correspondientes para paliar el impacto que representa para la más débil la interrelación entre economías de diferente desarrollo.
Los gobiernos de Zedillo y Fox siguieron a pie juntillas el tradicional “ahí se va”, expresado con claridad en la anécdota acerca de las recomendaciones para gobernar a este país que en tres sobres entregaba el presidente que salía a su sucesor: Dado el periodo de aprendizaje de los integrantes del flamante gobierno, ante la dificultad de resolver los problemas, en el primer sobre se decía: “Frente al cúmulo de problemas no resueltos, le echas la culpa a tu antecesor”. Después, por la falta de resultados, el segundo sobre recomendaba: “Le echas la culpa a tus colaboradores y haces cambios en tu equipo de gobierno”, para esta etapa ya habían transcurridos cuatro años y era hora de pensar en abrir el tercer sobre en el que se establecían las reglas para preparar la sucesión. Una pésima costumbre que para mala fortuna del pueblo mexicano aún guarda vigencia en la agenda de los estratos gubernamentales.
Después de varios sexenio de seguir puntualmente el decálogo del Consenso de Washington, aplicando las recetas macroeconómicas y cumpliendo con las reformas estructurales mandadas a hacer por el Fondo Monetario Internacional y el Banco interamericano de Desarrollo, nuestro país no ve la salida y, como decía Don Teofilito, ni la verá si, como se observa, el gobierno se empecina en privilegiar el control de la inflación sobre la mejora salarial de los trabajadores; si persiste en su actitud de ignorar que para hacer producir el campo se requiere de programas de tecnificación, riego y precios de garantía. Un campo desarticulado como el nuestro, sin canales de comercialización, en donde el intermediario se lleva las ganancias está condenado a la pobreza. De cualquier manera, las grandes tasas de crecimiento económico y el aumento del bienestar de la población anunciados por Salinas de Gortari en abono al TLC no han llegado.
Ahora escuchamos al presidente Calderón, siempre optimista, declarar multimillonarios apoyos al campo como nunca antes, solo que la eterna esperanza del mexicano se va mermando a pasos acelerados al recordar similares anuncios de anteriores presidentes sin resultados benéficos para la mayoría poblacional. Hace poco menos de un año sobrevino el problema del incremento al precio de la tortilla, de inmediato el presidente anunció la disposición de miles de millones de pesos para comprar maíz “en donde fuere” para evitar el alza de su precio; también se anunció la implementación de programas para que el campo mexicano se tiñera del verde maíz, ¿alguien ha hablado de resultados? No, porque fue simple retórica pues ni el precio de la tortilla bajó ni hubo la gran siembra de maíz que se esperaba.
Es muy grave lo que sucede en nuestro país si consideramos que el cansancio social se va recrudeciendo y si observamos cómo desde la cúpula gubernamental padecen de un optimismo sin sustento ante un panorama de auténtica crisis. Nadie con madurez desea que al gobierno se le salgan de control los problemas, por esta razón desearíamos escuchar sin eufemismos un diagnóstico serio de la situación y no anuncios de inversiones millonarias sin sustento programático.
Pero la historia de nuestro país está colmada de ejemplos en los que la clase política hace como que la virgen les habla para evadir realidades adversas. Pero no es actitud nueva; un ejemplo de cómo se ignora irreflexivamente la realidad lo dejó asentado en su renuncia al cargo de presidente de la república Porfirio Díaz, el 25 de mayo de 1911, ante el Congreso: “El pueblo mexicano, ese pueblo que tan generosamente me ha colmado de honores…se ha insurreccionado en bandas milenarias armadas… No conozco hecho alguno imputable a mí que motivara ese fenómeno social”. Más claro, ni el agua.
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Enero 2007