LA MINIFRACCIÓN, EL PACTO Y LA GOBERNABILIDAD

Por Alfredo Bielma Villanueva


Imperceptiblemente en los medios políticos y del pensamiento se ha ido relegando el por mucho tiempo infaltable vocablo “Democracia”, insustituible en el discurso y la perorata pública. En ese contexto pareciera que fue perdiendo contenido o que la fuerza de las circunstancias ha derivado la atención hacia otros conceptos que expresan, implican y presuponen la democracia con mayor acento y explican el entorno social y político de la actualidad.


“Gobernabilidad y transparencia” pudieran ser algunas de las razones por las que el vocablo “democracia” ha pasado a segundo término. Además, gobernabilidad-sin existir sinonimia- presupone democracia, pues por ésta se genera la pluralidad, las diferencias y los choques de opinión, la lucha contra la desigualdad, la búsqueda del equilibrio de las fuerzas y, por supuesto, los márgenes mínimos para la acción.


Dice Rousseau: “Tomando la palabra en su rigurosa acepción, no ha existido ni existirá jamás verdadera democracia. Es contra el orden natural que el mayor número gobierne y los menos sean gobernados”. Claridoso, afirma: “El pueblo Inglés (el mexicano o el que ud. quiera), piensa que es libre y se engaña; lo es solamente durante la elección de los miembros del Parlamento: tan pronto como estos son elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada.”


Entre las acciones de ésa libertad está la de elegir-para bien o para mal- a sus representantes legislativos. Acontecen ocasiones en las que una votación equilibra las fuerzas en pugna y entonces se requiere de esfuerzos adicionales para lograr los consensos; así sucedió en el Estado de Veracruz con el resultado electoral de 2004. Las circunstancias en las que el PAN logró una pírrica mayoría legislativa, pero un sustancial número de ayuntamientos de su afiliación, obligaron al gobierno estatal a crear los mecanismos de negociación que hicieran posible la gobernabilidad; así nació el Acuerdo para la Gobernabilidad y el Desarrollo.


Tres años después las circunstancias han cambiado, el gobierno ya no tiene óbice alguno que le impida proceder a discreción en los asuntos en los que interviene el Congreso porque allí el PRI tiene mayoría simple y una reserva, sin voz alguna por supuesto, en la recientemente aprobada minifracción legislativa, a cuyos componentes complacieron para mantenerlos como una “confiable reserva” de votos. Sui géneris fracción, porque allí se juntaron de chile, de dulce y de manteca, demostrando que el dinero asocia lo que la política desune.


Ya sin el escollo de la obligada negociación por la apabullante mayoría que tiene el PRI, los diputados lograron avanzar en su quehacer legislativo; lástima que en nuestra estructura gubernativa el Poder Legislativo aún padece el grave síndrome de la dependencia respecto del Ejecutivo y por esa supeditación se inhibe la posible capacidad-no la facultad- para legislar libremente. En este punto es preciso recordar que, al menos en nuestro país, la teórica división de poderes se queda en hipotética instancia, pues el poder no se divide realmente; quizás se comparte y su usufructo se distribuye, pero jamás se divide.


La nueva conformación de la Cámara de diputados veracruzana lleva a reflexionar acerca de la permanencia del Pacto de Gobernabilidad, nacido para negociar con las diferentes fuerzas políticas los asuntos de las agendas pública y legislativa. La historia de éste Acuerdo es concisa y explica la crónica de una breve etapa en la que el PAN tuvo su probadita de gloria al compartir el poder en el ámbito legislativo; desaparecida esta circunstancia, palidecen las causas que dieron origen a aquel mecanismo de mediación negociadora.


Así pues, en la lógica derivada de las circunstancias actuales este Acuerdo debería desaparecer, puesto que los motivos que lo originaron se han evaporado por completo. Recientemente lo confirmó el hecho de que el arreglo para dar ingreso al señor Rosendo Guzmán Aviles a la Cámara local fue tomado abiertamente en Palacio de Gobierno, el Congreso no hizo sino levantar el dedo aprobatorio.


Ahora se sabe que le pondrán al Acuerdo nueva indumentaria, “una instancia de coadyuvancia”, para el empleo y las inversiones, pero finalmente no será sino, pragmáticamente, otro elemento de control sobre las fuerzas “discordantes” que, encebadas, encuentran en el erario una fuente más de las canonjías que el usufructo del poder les proporciona.


Son las colillas de la democracia. ¡Ah, pero eso sí!, el pueblo vota libremente.


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