EL PRI Y PEMEX



El tema sobre PEMEX convoca la atención de un gran sector de la población mexicana, y no es para menos porque se está definiendo no sólo el futuro de esta paraestatal sino la trascendental decisión que señala el camino que éste país habrá de transitar durante los próximos años.


A partir de 1982 hemos venido escuchando voces de alerta en el sentido de que no se estaba invirtiendo en PEMEX, con el propósito de preparar las condiciones para su forzosa venta, facilitando el trámite para superar el escollo nacionalista establecido en el Artículo 27 Constitucional; una tarea de compromisos inconfesables para satisfacer al capital internacional.


Cuando lo cierto es que dejándole los recursos que tiene sería suficiente para su pleno desarrollo, el presidente Calderón maneja el argumento de que la precaria situación de la empresa obliga a entregarle mayor cantidad de recursos que se tienen disponibles para el desarrollo social. Oculta con subterfugios el hecho de que, si no se la expoliara con la enorme tajada de recursos por concepto fiscal, esta empresa sería una de las transnacionales de mayor éxito en el planeta.


Como la sorpresa nunca falta, ahora asombra la revelación que hace el ex director de PEMEX en el periodo salinista, Francisco Rojas, acerca de que la empresa dispone de 300 mil millones de pesos que son producto de las desgravaciones fiscales de 2005 y 2007 y que, además, el gobierno quiere “chatarrizar” a PEMEX para poder venderlo. Vaya que sí lo sabe, no es coincidencia que desde el tiempo en que él era Director de esa empresa ya se hablaba del abandono en que se tenía a la paraestatal con el perverso propósito de enajenarla.


De que ya hay inversión privada en los contratos que PEMEX otorga es un secreto a voces, tiempo ha que ello ocurre. Forma parte de la añeja pretensión de darle oportunidad al capital internacional para que penetre aún más en México. No aprendemos de las experiencias más recientes: Se privatizaron los Bancos y ahora están en manos de extranjeros; se privatizó ferrocarriles y son extranjeros sus dueños; se dio oportunidad al capital privado para generar energía eléctrica y su participación en el sector es cada vez mayor, son pedazos de soberanía mexicana que poco a poco ha venido entregando el neoliberalismo.


De la larga convivencia de proyectos y acuerdos entre el PRI y el PAN hay múltiples constancias testimoniales, sobre todo a partir de 1988, dos años después de que la ruptura al interior del tricolor obligó a parte de su ala izquierda a emigrar. Ahora están en el dilema de conciliar el contenido de su Programa de Acción en materia de energéticos con el Proyecto de privatizar sin reformar la Constitución. Es una historia que involucra no solo a los gobiernos panistas, pues también los gobiernos “priístas” de De la Madrid, de Salinas y de Zedillo impulsaron esas acciones entreguistas.


Si el PRI celebrara un Consejo Político para definirse acerca de la propuesta para abrir PEMEX al capital privado en grado de copartícipe de sus ganancias, tendrán que modificar la parte de su Programa de Acción que señala: “Los priístas encabezamos la defensa del pleno dominio de la Nación sobre los recursos naturales y reclamamos del gobierno el cumplimiento de las disposiciones que se establecen en los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, particularmente con relación a los hidrocarburos…y enfáticamente sentencia: “Cualquier subterfugio que tienda a disminuir esas atribuciones será tajantemente rechazado, porque atenta contra la integridad del Estado y disminuye su capacidad soberana”.


Pronto sabremos cuál será la decisión que tomarán quienes lideran la bancada de diputados priístas en el Congreso de la Unión, si respaldan la idea de inversiones mixtas apoyándose en previas reformas a la ley reglamentaria del Artículo 27 Constitucional o, en congruencia con su Programa de Acción, asumen que hay recursos suficientes para contratar tecnología, pagarla y permanecer lejos de las tentaciones imperialistas del capital transnacional. Poco vivirá quien no lo vea.


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