Tiempos
de cambio
Alfredo
Bielma Villanueva
CAMALEÓN
Inédito,
increíble, inaudito, inesperado, son algunos de los adjetivos con los que
podríamos calificar a lo que está ocurriendo en el ámbito político-financiero y
económico de Veracruz. Después del “Carbonelazo” ocurrido en marzo de 1974, un
evento que estremeció a las cúpulas partidistas del PRI, no se había suscitado
una sacudida igual al interior del priismo veracruzano. Aunque la decisión de
defenestrar a Manuel Carbonell de la Hoz de la posibilidad de hacerlo candidato
priista al gobierno de Veracruz la tomó directamente el presidente Luis
Echeverría sin considerar la opinión del gobernador Murillo Vidal, tal cual
correspondía al autoritarismo centralista de aquellos tiempos, el súbito cambio
de opinión no se reflejó en las urnas; eran tiempos de la hegemonía priista,
del Sistema de Partido Único cuando el que se movía no salía en la foto; de
disciplina aborregada, de opinión priista acrítica, los gobernadores,
senadores, diputados, obedecían la voz del Tlatoani mayor sin chistar, él los
ponía, él los quitaba.
Pero el
síndrome del “sí señor, lo que usted mande”, al menos en Veracruz se ha roto, a
medias pero la oportunidad representa una fisura por donde se filtra buena
dosis de dignidad y decoro hacia la elite priista. La inédita aunque no
inesperada reacción de los senadores José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa
ante el súbito anuncio de un cambio en
la dirigencia del PRI estatal corresponde a la intención de adecentar la
política veracruzana, de encarrilarla por senderos de congruencia pues los
actuales no son tiempos para acomodar ocurrencias. Si bien es explicable la tendencia
del grupo en el poder por permanecer en el mando político veracruzano, los
resultados de la gestión del gobierno priista no avalan esa querencia
continuista, de allí que haya preocupación en la elite priista ajena a ese
grupo para derivar hacia otros ámbitos el derrotero del PRI estatal, ya que nunca
como ahora las condiciones sociales, políticas y económicas de la entidad están
acomodadas para propiciar una derrota al PRI que traiga como consecuencia la
primera alternancia a Veracruz.
No
obstante que la estrategia del PRI para disminuir y dispersar al adversario ya está
en marcha, no le será suficiente sin un candidato competitivo, y en el
escenario priista solo los senadores José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa
alcanzan esa característica, aunque como condición sine qua non prevalece la
necesidad de que entrambos, quien no resulte el candidato apoye sin reservas al
otro. No se requiere de aptitudes adivinatorias para concluir que cualquiera
otro actor del priismo veracruzano entraría a la contienda electoral 2016 en
una tesitura de acentuada desventaja, porque enfrentaría, a la vez, la inconformidad
al interior del PRI y al creciente clamor contra el gobierno estatal, que por
mucho que se proponga remediar ya poco podrá hacer para revertir el desengaño y
la irritación de la sociedad veracruzana.
Muy
válido resulta que el grupo político que le heredó a Veracruz el actual
desterrado en Barcelona movilice sus esfuerzos e implemente estrategias para
propiciar el continuismo, al margen de consideraciones éticas tal proceder es
posible en una democracia como la nuestra. Solo que en 2010 quien impulsó al
actual gobernador activó todo un aparato electoral a un costo cuya cuantía
pudiera estar reflejada en buen porcentaje en la deuda pública, el voto resultó
demasiado caro pero se alcanzaron los propósitos; sin embargo, en el ambiente
quedó la percepción que bien pudiera recordar la histórica frase de Pirro, General
Macedonio: “Otra victoria así y estamos perdidos”.
Está
visto que en la mecánica de la lógica sucesoria se recurre al fenómeno
calificado como de “texto servicio” cuyos practicantes realizan una labor por
pedido y forman parte de la “correa de transmisión” de que se vale la
estrategia oficial para difundir lo que a sus intereses conviene, de allí la
importancia de oír al mensajero para escuchar al patrón; aunque si para este
propósito no se utilizaran recursos públicos, esta manipulación del “texto
servidor” nada tendría de criticable. A través de ese bien maiceado conducto se
intenta justificar movimientos y “formar imagen” del que ahora promueven para
dirigir al PRI estatal, a la vez que se enaltece el evento como una “victoria” del
gobernante estatal. Esto último también sería aceptable si no se acudiera a la
práctica errónea de confundir al correligionario discrepante como si fuera el
adversario a vencer.
Por esa
equivocada visión, con la que se conjuga el prurito de demostrar un invisible e
inexistente “músculo” político, la dirigencia nacional priista debe estar más
que preocupada, y la preocupación quizá vaya a manifestarse en la personalidad
del nuevo Delegado del CEN priista, ya no de bajo perfil sino con la autoridad
suficiente para imponer directrices y que sirva como genuino árbitro durante el
proceso electoral, a la vez que inspire confianza a quien resulte el candidato
al gobierno veracruzano. Además, nunca como ahora el PRI estatal comparece con
una estructura desvinculada de las bases pues está comprobado que la anacrónica
organización por sectores ya no funciona porque fue producto de un
corporativismo ahora en desuso, nada lo refleja mejor que la repartición de
posiciones electorales que antaño se hacían en base a distribución por sectores,
y ya nadie los consulta. Y sin embargo el PRI gana elecciones, sería un lógico
aserto, pero ¿cuánto han costado las victorias, ahora hay recursos para
alcanzarla?
El
adversario cuenta, y mucho. En procesos anteriores desde el gobierno estatal se
ha logrado debilitar cooptando a dirigencias partidistas “de oposición” y a
conocidos cuadros directivos de esos partidos, del PRD y PAN principalmente,
convertidos en nuevos ricos por el asalto al recurso público. De los partidos
satélites ya ni hablar, cuando el dirigente formal del “AVE” anunció supuesta
alianza con el PAN fue “criminal” la forma en que se exhibió su subordinación,
una foto bastó para situarlo en el lugar que le corresponde. Con un antídoto
efectivo contra las infidencias, anulados los cuadros proclives a la
“negociación”, un PAN unificado y una candidatura competitiva, lo convertiría
en serio rival en busca de la alternancia.
Allí
aparecen los apodados como “independientes”, sobre los que poco de bueno es
posible señalar, porque difícilmente pueden convencer de su “independencia”
pues ser candidato sin partido no es garantía cuando se arrastran antecedentes
que comprueban todo lo contrario. Ni Buganza, ni Moreno Brizuela, ni Valencia,
juntos, alcanzarían por sí solos un triunfo municipal, pero su misión,
canonjías aparte, no es ganar sino distraer y confundir al elector, pegarle al
más competitivo de la acera de enfrente y al final dispersar el voto opositor.
En
resumen, en el PRI no hay de otra: a Pp Yunes Zorrilla y a Héctor Yunes Landa
los avalan trayectoria política, vocación y compromiso social, no se vislumbra en
ellos la atávica fruición de poder porque sólo un auténtico aventurero no
revestido de ánimo de servicio querría someterse a una contienda electoral como
la que se avecina y ascender a un sitial en el que solo encontrará ingentes
problemas que resolver. Eso sí, quien gane la rifa del tigre tendrá la primicia
histórica de establecer la transición en Veracruz, con todo lo que esto
implica. Así son los tiempos del cambio, estamos en camino a una transición en
la entidad veracruzana, con alternancia o sin ella pues, como escribiera Luis
Spota: “El cielo presagia tormenta, no cerremos los ojos a la luz del relámpago
que viene”.
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