Sociedad
y gobierno catatónicos
Alfredo
Bielma Villanueva
CAMALEÓN
Si se equipara los
fenómenos sociales con el funcionamiento del organismo humano, como quería
Spencer, concluiríamos que de la misma manera en que un virus encuentra campo
fértil en un cuerpo débil, así en el entorno social se producen fenómenos que se
originan con causa en la debilidad del gobierno y/o la actitud pasiva de la
sociedad. Tal ocurre con el caso de la estatua que el alcalde de Orizaba erigió
a la memoria del dictador Porfirio Díaz, un evento de no menor importancia
porque impacta contra concepciones históricas que el ser nacional ha venido
cultivando desde la etapa posterior a la Revolución Mexicana de 1910, ese movimiento
social cuyo centenario no ha mucho celebramos en memoria de quienes lucharon
contra una feroz y longeva dictadura.
El gobierno de
Veracruz, por debilidad política o porque está abrumado por sus problemas
financieros, se ha mostrado ajeno a este
asunto al optar por concederle un bajo perfil, pues ni en el sector educativo
ni en el político se han manifestado para hacer patente la posición del
gobierno respecto de la colocación de la estatua a Porfirio Díaz en territorio
veracruzano. Hubo una tímida opinión de la Secretaria de Educación quien casi a
hurtadillas expresó: “No se trata de satanizar (a Díaz), sino al contrario… Es
importante para que a todos nos dé más por adentrarnos en la historia de
nuestro país y los hombres que tuvieron puestos importantes…". ¿Acaso
quiso decir que a Huerta y Santana que desempeñaron “puestos importantes”, también
habrá que levantarles una estatua “para adentrarnos en nuestra historia”?
No es el nuestro
un trasnochado historicismo contra la referida estatua en Orizaba, tampoco un
desgarre de vestiduras sobre un acontecimiento ya juzgado. Pero no es cualquier
acontecimiento, se trata nada menos de unos de los cimientos sobre el que ha
girado la historia de México de los últimos cien años. En nuestro caso, por lo
menos existe curiosidad inquisitiva por saber qué ocurrirá con la instalación
de una estatua que honra la memoria de un dictador de cuyos actos represivos en
Veracruz y en toda la república existen dramáticas y atroces constancias. Una
de ellas se produjo a escasos kilómetros de Orizaba, en Río Blanco, cuando la
sangrienta represión obrera de 1907, semejante a la de Cananea en 1906. A
partir de ahora ¿Qué significado se conferirá al homenaje en memoria de los caídos
en aquella protesta laboral que figura en los anales de nuestra historia como una
de las acciones precursoras del movimiento que derrocó al ahora homenajeado en
Orizaba?
En el territorio
veracruzano, en 1879, cuando Porfirio Díaz gobernaba al país en su primer
cuatrienio, hubo en la ciudad de Veracruz una manifestación de adeptos a
Sebastián Lerdo de Tejada, y el presidente de la república, homenajeado ahora,
mandó un telegrama de contenido trágico al gobernador Luis Mier y Terán para
que los matara “en caliente”. ¿Eso no objeta los motivos del homenaje en
estatua?
Por si no
bastara, es preciso recordar la terrible persecución que sufrieron los
Tarahumaras durante la dictadura porfiriana, cuando miles de familias
Tarahumaras y Yaquis se desintegraron porque hijos, esposos, mujeres y hasta
niños fueron conducidos a los campos de explotación henequenera en Yucatán de
donde ya no salían porque aquellos hombres de hierro en dos o tres años morían
de cansancio, de sed y de hambre. También aquí cerca, en Paso Nacional existían
esos campos de exterminio, en donde la producción algodonera requería de mano
esclava, que en esa condición llegaban los perseguidos y castigados por el
porfiriato.
En 1892, para
acallar las soliviantadas protestas de la población Tarahumara de Tomóchic, en
Chihuahua, defendiéndose en contra del voraz latifundismo, tropas del gobierno
arrasaron con toda la población para dejar constancia de su “firme voluntad” de
imponer el orden para el progreso.
Cuando en 1867 las
tropas comandadas por el General Mariano Escobedo asediaban la ciudad de Querétaro
con Maximiliano adentro y Porfirio Díaz hacía lo propio con la Ciudad de México,
el general oaxaqueño no resistió su fruición de poder y le propuso a Escobedo
dar un golpe de mano militar para compartirlo entre sí tras despojar a Juárez
de la presidencia de la república.
Sufragio
Efectivo, No Reelección ha sido la divisa del México postrevolucionario, se
adoptó como un repudio subliminal a quienes por gozo de poder intentaran
repetir lo que Díaz protagonizó con excelente actuación, sirvió para recordar
que fue uno de los motivos torales del movimiento armado de 1910 que costó la
vida de millones de mexicanos; y cuando Obregón olvidó que la reelección presidencial
ya era fruta prohibida cayó víctima de sus aspiraciones reeleccionistas. Ese
concepto lo enarboló Porfirio Díaz contra Juárez en 1867 cuando aspiró a la
presidencia de México, lo volvió a ondear en 1871, otra vez contra Juárez, y en
1976 contra Lerdo de Tejada, a quien de plano despojó del poder. Paradójicamente,
aquella obsesión anti reeleccionista se convirtió en seis sucesivas
reelecciones en la presidencia de la república.
Hubo orden y progreso
se dice para laurear a Porfirio Díaz, uno de los héroes de Puebla, continúa el
panegírico, el que puso al país en la vía de su desarrollo económico a costa de
menguar el desarrollo político, citan ferrocarriles, puentes y en un ciego
balance le conceden la extrema unción. Olvidan que en la relación costo
beneficio sale perdiendo ¿cómo evaluar una obra material que se hizo en 30 años
de gobierno en base a los sacrificios del pueblo mexicano sumido en la extrema
pobreza, en beneficio de una clase política corrupta y una burguesía que
prosperó al amparo del poder ejecutando al extremo el darwinismo social? Porque
eso fue el porfiriato, cuya cúpula elitista, la del poder económico y político,
la de “Los Científicos” que enarbolaron el positivismo como fórmula ideológica
que “vistió” una dictadura sangrienta, la misma que ahora enaltecen con una
estatua.
“En política, la
primera concesión es la que cuenta”, decía Venustiano Carranza para referirse a
la necesidad de cambiar de raíz, destruir el viejo régimen y de esa manera
evitar la restauración. Si esa estatua en Orizaba permanece enhiesta gracias a
la actitud ahistórica e indolente de un gobierno, estaremos asistiendo al
inicio de una reconfiguración de nuestros modelos y paradigmas históricos.
“Crecer a costa de lo que sea”, pudiera ser el nuevo paradigma, Porfirio Díaz en
eso es muy buen ejemplo.
alfredobielmav@hotmail.com sociedadtrespuntocero.com
Septiembre 2-2015.
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