EL SENADO

Por Alfredo Bielma Villanueva

Antaño, la escala política en México iniciaba con el cargo de presidente municipal, seguía la diputación local, continuaba con la diputación federal, proseguía con un escaño en el senado y se coronaba en el orden local con el gobierno de un estado, y en el federal, haciendo escala en una secretaría de estado, culminaba en la presidencia de la república. Obviamente, no que para ser gobernador o presidente de la república necesariamente debíase pasar por esas instancias de poder político, pero era una virtual gradería de jerarquías que afinaban el curriculum de los actores políticos del México del siglo XX,  posterior al movimiento armado de 1910.

Por lo menos durante el siglo XX, en la movilidad política de México, lograr un escaño en el senado de la república representaba instalarse en la antesala del gobierno de un estado. Esta observación es posible demostrarla estadísticamente porque hubo legislaturas que se convirtieron en auténticos semilleros de gobernadores y de secretarios de estado. Aunque también fue receptáculo, como ahora, de ex gobernadores con vida política por delante. Queda para el politólogo la tarea de vincular la integración de las legislaturas senatoriales con el régimen presidencial correspondiente, de tal manera de poder precisar fehacientemente si el presidente de la república en turno fue determinante desde el proceso de integración del senado para que de este surgiera buena parte de los gobernadores de su sexenio.

Es sabido que el presidente de la república palomeaba las candidaturas al senado de la república de entre sus amigos o a propuesta de los gobernadores. Algunos de estos obtenían el beneplácito a sus sugerencias porque o representaban factores de poder o eran amigos del presidente en turno, quien los favorecía en vías de fortalecer los grupos de poder.

Las Legislatura XL-XLI de senadores que funcionó de 1946 a 1952 durante el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés es un caso digno de analizarse porque allí se incubaron dos presidentes de la república: Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Por esta circunstancia varios de los senadores que convivieron con ambos llegarían a ser Secretarios de Estado o gobernadores de sus respectivas entidades. Además, esa legislatura congregó a buen número de ex gobernadores políticamente ya de salida y a otros que conformarían la clase política del porvenir.

Por ejemplo; Edmundo Games Orozco, de Aguascalientes, pasó del senado al gobierno de este estado (1950-1953); Eduardo Luque Loyola, de Querétaro, lo gobernó en 1949; Manuel Álvarez sería gobernador de su estado, San Luís Potosí, de 1955-1958; José S. Vivanco gobernaría su estado, Nuevo León, de 1952-55; Raúl López Sánchez gobernaría Coahuila de 1948 al 51; Alfonso Corona del Rosal gobernaría Hidalgo de 1957 a 61; José Limón Guzmán se iría a gobernar Nayarit de 1952 a 1957.

Fue sin duda una legislatura de muy distinguidos políticos porque no pocos de ellos ya habían sido gobernadores: Alfredo Chávez, de Chihuahua (1940-1946); Magdaleno Aguilar, de Tamaulipas (1941-1945); Félix Ireta, de Michoacán 1940-1944); de Morelos, Elpidio Perdomo 1938-1942); Calendario Miramontes, de Nayarit (1942-1945). Fernando Casas Alemán había gobernado Veracruz de 1939 a 40 en sustitución del Lic. Alemán Valdés. El senador veracruzano Fernando López Arias llegaría al gobierno de Veracruz cuando su amigo Adolfo López Mateos era presidente de la república y, para confirmar lo aquí asentado, quien lo sucedió en el gobierno veracruzano fue el Licenciado Rafael Murillo Vidal, impulsado por su amigo el presidente Díaz Ordaz, apoyando a quien se desempeñara como Oficial Mayor de la legislatura en comento.

 Otra legislatura de senadores digna de ser analizada es la de 1964-1970, durante el periodo presidencial de Gustavo Díaz Ordaz. Fue una extraordinaria pléyade de políticos del momento y del glorioso pasado, además de que marcó el arribo de la mujer al senado mexicano: María Lavalle Urbina de Campeche y Alicia Arellano Tapia, de Sonora. Allí volvieron a convivir nada menos que tres constituyentes de 1917: Alberto Terrones Benítez, de Durango, Juan de Dios Bojorques, de Sonora y Jesús Romero Flores, de Michoacán. También estuvo Luís León uno de los fundadores del PNR en 1929 y ex gobernador de Chihuahua. Figuraron hijos de prominentes políticos: Eulalio Gutiérrez Treviño, retoño de quien fuera presidente emergido de la Convención de Aguascalientes en 1914 y Gonzalo Bautista O´Farril hijo del gobernador poblano del mismo nombre que tuviera como Secretario de Gobierno a Díaz Ordaz.

Allí convergieron destacados líderes sindicales: Luís Gómez Zepeda, de los ferrocarrileros, Napoleón Gómez Sada, de los mineros, Jesús Robles Martínez, de la FSTSE, Rafael Galván del SME y Jesús Yurén de los trabajadores del DF- CTM.

De esa cámara salieron para gobernar sus respectivos Estados: Carlos Sansores Pérez a Campeche; Manuel Moreno Moreno a Guanajuato, Carlos Loret de Mola a Yucatán, Manuel Sánchez Vite a Hidalgo, Gonzalo Bautista a Puebla, Rafael Murillo Vidal a Veracruz y, después de servir en el gabinete de Echeverría, Hermenegildo Cuenca Díaz, quien moriría de un infarto siendo candidato del PRI por Baja California, y Manuel Bernardo Aguirre que gobernaría Chihuahua. He aquí la importancia de ser senador.

Pero en México ni antes ni ahora la calidad de Senador otorga en automático la garantía de convertirse en Gobernador, tal y como históricamente se encuentra comprobado en senadores que no han logrado su propósito. En Veracruz, por ejemplo, un caso clásico lo encontramos en el empeñoso esfuerzo de Arturo Llorente González por ser gobernador de Veracruz. Precisamente en 1968 siendo senador perdió la oportunidad porque su colega de escaño Rafael Murillo Vidal sí logró su intento. En aquella ocasión la voz ciudadana de Veracruz señalaba a Llorente como el más popular de los precandidatos, sin embargo un solo voto, el presidencial, bastó para que el PRI se decidiera por Murillo Vidal. En el análisis de aquella sucesión gubernamental se podrá encontrar que realmente, en los hechos, Llorente nunca estuvo cerca de la candidatura pues jamás habló con Díaz Ordaz sobre el tema.

En otra sucesión aconteció algo similar. Fue en 1986, cuando Manuel Ramos Gurrión, senador entonces, pretendió la candidatura priísta al gobierno veracruzano. Mientras acá en el llano su nombre era mencionado como entre los más probables para alcanzar el triunfo, en la cúpula de las decisiones quizás su caso solo fue marginal. La razón es que en los tiempos del autoritarismo presidencial y del monolitismo partidista el único voto que contaba era el del presidente y, ahora se sabe, que Miguel de la Madrid se inclinaba por Fernando Gutiérrez Barrios, a quien el poderoso Secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, apuntalaba con destreza. Y don Fernando gobernó Veracruz.

Apenas alcanza el espacio para esbozar lo mucho que se podría decir sobre el Senado en México, baste lo escrito para comprender algunas de las mil razones por las que Héctor Yunes Landa, José Yunes Zorrilla, Flavino Ríos, Eduardo Andrade, Carvallo, Ricardo Aldana, Nicolás Callejas, Miguel Ángel Yunes Linares, Alejandro Vázquez Cuevas, Julen Rementería, Armando Méndez, Miguel Moreno Brizuela etc., desean convertirse en senadores.

Julio 2011