¿Discurso rupturista o Complaciente?
Alfredo Bielma Villanueva
Atenidos a que la
política es “el arte de lo posible
dentro de lo deseable” ninguna duda cabe que muchos actores políticos intentan
sin sustento alguno convertir lo deseable en realidad sin miramiento a
circunstancias que ya no admiten el discurso lírico como herramienta para el
cambio. Los tiempos del México contemporáneo señalan profundas diferencias con
los del viejo régimen, ese que paulatinamente se fue transformando durante la
década finisecular hasta llegar a la alternancia política en el año 2000.
Entre los
elementos que reflejan la metamorfosis de que se habla están los relativos a
los procesos electorales, a los partidos políticos, al presidencialismo y a un
perfil de actores políticos diferente a los ya conocidos. Nuevas instituciones
suplen a la Comisión Electoral Federal, cuya principal función era organizar
las elecciones propiamente en nombre y bajo la tutela del gobierno; con todas
las imperfecciones que se le pudieran encontrar al INE este es casi antípoda de
la Comisión. El formato de partido hegemónico desapareció por completo, el PRI
ya no es invencible, ha sido derrotado y requiere de alianzas, como muletas,
para permanecer en pie. El presidente de la república ya no es el centro único
del poder, las fuerzas políticas se han diversificado y para decidir
candidaturas al gobierno de las entidades federativas su intervención ha
perdido el férreo autoritarismo que le caracterizaba.
Contemplando este
nuevo panorama es posible intentar una visión sobre lo que ocurre en nuestro
estado, ahora que estamos a punto de elegir a los relevos de los poderes
Ejecutivo y Legislativo de la entidad veracruzana.
Si bien ya no
hegemónico, el Partido Revolucionario Institucional en Veracruz sigue siendo
referencia fundamental porque es la fuente del gobierno en funciones y porque
no ha habido alternancia, salvo en el ensayo legislativo de 2004 cuando el PAN
dominó eventualmente el Congreso local e irrumpió en el Orfis con resultados poco
significativos y conductas nada diferentes. De la elección de 2010 nadie ignora
que el PRI postuló una candidatura prohijada desde la cúpula del gobierno y
obtuvo un triunfo electoral apenas superando al PAN, a pesar de la capacidad
operativa de quien gobernaba la entidad y de los enormes recursos que se
destinaron para obtener el voto, todo con la complacencia del IEV. Tampoco es
posible olvidar las connivencias de actores políticos al interior del PAN que
jugaron las contras al candidato de su partido. Finalmente, urgía ganar y se
ganó.
La experiencia
histórica enseña que cada elección es irrepetible, y que los actores aun siendo
los mismos actúan en enclaves diferentes
en cada ocasión, como es el caso de Veracruz en donde el candidato priista de
2010 es el actual gobernador y los precandidatos del PRI más competitivos son
los senadores Yunes Zorrilla y Yunes Landa, sin demérito de los que impulse el
gobierno duartista. Entre los precandidato del PAN figura Miguel Ángel Yunes
Linares y Juan Bueno Torio, pero ahora, aleccionado por experiencias
anteriores, el PAN busca alianza con el PRD para potenciar su proyecto. MORENA
es fuerza emergente y pudiera aliarse con Movimiento Ciudadano; respecto a las demás
organizaciones no es difícil imaginar el rumbo que seguirán.
En este
escenario, ya al cuarto para las doce el gobierno del estado inició el desarrollo
de su proyecto, es el mismo que diseñó Fidel Herrera Beltrán con propósitos
transexenales. En esa lógica, se procedió a ubicar a uno de sus alfiles en la
presidencia del PRI estatal y prefiguró al diputado Erick Lagos, como “amigo y
compañero de proyecto” para subliminalmente proyectarlo e incluirlo en la lista
de aspirantes; en seguimiento y para apuntalar esa estrategia el coordinador de
la bancada priista en el Congreso aportó su cuota declarando que sería “ofensivo”
para la militancia priista suponer sólo dos precandidatos, y al unísono en la
prensa se acomodan los boletines encapsulados en columnas políticas para inducir
hacia esa ruta. Para condimentar el ambiente se ha establecido la hipótesis que
postula la posibilidad de que el presidente de la república incline su opinión
a favor de una propuesta del grupo en el poder, y colateralmente se siembra la
idea que sugiere dificultades para quien o quienes disientan del gobierno local
pues esto, insinúan, limita oportunidades de acuerdos de unidad.
Frente a esta
nuestra realidad, conociendo los resultados electorales de Sonora, Nuevo León y
Querétaro ¿sobre qué bases operará el presidente Peña Nieto su decisión y cuál
sería el discurso de campaña más recomendable para el candidato priista en
Veracruz? En Nuevo León es obvio que Peña Nieto se equivocó de candidatura pues
ya se vio que Cristina Díaz hubiera representado mejor opción; además, la
candidata priista manejó un discurso tibio, mientras el candidato independiente
enfilaba sus críticas contra la corrupción atribuida al gobierno estatal, un
discurso que vendía y le atrajo votantes. Cuando el PRI se percató tardíamente
de la omisión en el discurso ya era inútil pues faltaban dos semanas para concluir
la campaña. En cambio, en Sonora la candidata priista actuó con mayor soltura porque
el gobernador era del PAN; su discurso fue frontal, el que la gente quería
escuchar y obtuvo el triunfo electoral. En Querétaro, una administración
estatal priista, exitosa, con economía pujante y elevada generación de empleos
fue derrotada por una ciudadanía acostumbrada a la alternancia, a la que
convenció el discurso rupturista del opositor.
Entonces, ¿cuál
sería el discurso de un candidato priista en Veracruz, rupturista o de
complacencia? Recordemos: en 2007 se produjo la elección intermedia del
gobierno de Fidel Herrera, para ese entonces gran parte de la prensa estatal había
adoptado un oprobioso silencio respecto de lo que verdaderamente ocurría en la
entidad y se orientó a ensalzar al gobernador promoviendo la gran farsa de que
en solo tres años ya había realizado lo proyectado a seis. “Utilicen ese gran
patrimonio del gobierno de Veracruz” recomendaba Fidel Herrera a los candidatos
del PRI y, como haya sido, el resultado electoral fue ampliamente favorable
para el gobierno. Si esa estrategia sería adecuada o no en estos tiempos es
asunto de prospectiva electoral.
Por otro lado, es
acentuada la percepción sobre que el PRI sólo tiene dos precandidatos con rango
de competitivos: José Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa. Pero bordaríamos en
lo insensato si aseguramos que Erick Lagos carece de posibilidades competitivas,
eludiríamos admitir la votación que obtuvo como candidato a diputado, lo que
señala al menos capacidad operativa. La clave aquí estribaría en el fondo del
discurso que cada candidato emplearía para convencer al electorado, sin
demérito de la estrategia para agenciarse el voto, menguar al adversario y
lograr el triunfo. No es cosa menor ¿cómo enfrentar la catarata de informes
sobre la corrupción y expedientes incumplidos que seguramente alimentarán al
discurso opositor?
Finalmente,
todavía hace cinco años fue posible cooptar instituciones electorales, se logró
la complicidad de dirigencias partidistas en base a recursos ilimitados con lo
que se alcanzó el resultado deseado. Sin embargo, no es ocioso apuntar que pretender
armar las premisas de una candidatura competitiva y victoriosa solo en base a
la manipulación del voto produciría un silogismo cuyas conclusiones podrían ser
erróneas. Y en último caso, lo peor que pudiera ocurrirle a Veracruz es reducir
la lucha electoral a una contienda del Poder por el poder, al margen del
interés social.
15-noviembre-2015
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