DEFENSA DE CLASE

Por Alfredo Bielma Villanueva

Los actuales son tiempos electorales en los que factores y actores políticos inician intensa actividad, la cual irá en incremento conforme se avance hacia el día de la jornada comicial de Julio próximo. Hasta entonces, no pocos de estos actores, como el Partido Verde Ecologista, por citar uno entre muchos otros, seguirán en su actitud simuladora y emergerán de su prolongado letargo para seguir mintiendo, fingiendo u ofreciendo su mejor perfil en busca de clientela electoral por su propia sobrevivencia en la nómina de las prerrogativas.

No es fortuito traer el caso del Verde Ecologista porque seguramente volverá a plantear, sin concretar, la propuesta de la pena de muerte que en los tiempos que corren tiene buena convocatoria. Pero, en cambio, evade temas como la agresión a la naturaleza, un argumento que originalmente fue la razón de su nacimiento, todo por privilegiar sus negociaciones políticas sin importar los asuntos de vital importancia colectiva. Tal es la razón por la que no han emitido opinión alguna respecto a Tembladeras, en la Ciudad de Veracruz, un tema que sin duda despertará protestas, polémicas y serios amagos de movilización social en el futuro inmediato.

Pero este Partido como entidad pública, de entre las que medran del erario, no es la única que simula. Otros componentes de la clase política mexicana adoptan posiciones propias de su estamento, en defensa de sus intereses, sin importar las conveniencias de la población mexicana. Así lo ha revelado, por ejemplo, la fracción de diputados “peñanietistas” al aprobar en comisiones la propuesta de reforma política enviada por el senado, pero excluyendo la reelección de legisladores y alcaldes, porque bien saben del riesgo que implica someter en caliente los resultados de una gestión política o administrativa al juicio público. No ignoran que la ciudadanía castiga electoralmente al rechazar con su voto las opciones negativas que se le presentan.

De allí que persistan en la práctica de dejar que transcurran uno o dos periodos para después presentar al electorado la misma candidatura, confiados en que la memoria colectiva es porosa y olvida pronto. El tiempo, el Partido y la propaganda política, acompañados por los apoyos “logísticos” harán el trabajo sobre una población sumergida en la extrema pobreza, más ocupada en conseguir el diario sustento que en impedir el regreso de los indeseables. Para esta clase lo importante es la permanencia en el poder no el interés general.

No obstante, se reconoce que aunque en menor número hay actores políticos cuyas intenciones presentan mayores coincidencias con el interés general; pero son los menos y el entorno en el que se mueven constituye una permanente amenaza de convertirlos a su modo, y en no pocos casos son absorbidos por la clase política y las prácticas que esta sigue para mantener el monopolio del poder. Esto seguirá aconteciendo hasta que la ciudadanía se decida, por fin, a participar intensamente en pos del verdadero cambio. Por lo pronto, seguiremos asistiendo al manido espectáculo del trapecismo, por el que los maromeros de la política saltan de un puesto a otro, sin más mérito que los identifique que la arraigada vocación de vivir del presupuesto.

Por la práctica de la acrobacia, la clase política mexicana presenta casi siempre el mismo rostro, aunque cada vez más avejentado. El actual síndico, regidor, tesorero o secretario del ayuntamiento anhela el cargo inmediato superior. El diputado local aspira a alcalde o a diputado federal; este último buscará la senaduría para desde allí escalar al gobierno del estado. De entre ellos, pocos tienen los méritos suficientes para pretender pero, para mala fortuna de este sufrido país, aquí las cualidades de suficiencia no cuentan porque se privilegia el interés de grupos y sociedades de ayuda mutua, apegados al sistema de botín, el antiguo Spoil Systems de los estadounidenses.

No obstante este síndrome, hay constancias que muestran avances en nuestro sistema político. Al menos ya no existe la hegemonía de un solo partido, como la hubo en tiempos de la presidencia imperial y autoritaria. También, a falta de la figura presidencial como referencia de autoridad superior, al interior del PRI las discrepancias se ventilan públicamente, aunque no sin riesgo de rupturas. Empero, persisten tentaciones autoritarias, que en el PRI es un fenómeno con raíces genéticas pues allí se insiste en recrear la figura de un Tlatoani, que en este caso lo protagoniza Peña Nieto. Al exgobernador mexiquense lo han convertido en el centro de consulta de lo que ejecuta la bancada priísta en la cámara de diputados y de todo lo que se decide en el PRI, no pocos gobernadores han entrado en esa orbita.

El amplio diferendo entre Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto es más de contenido que de forma y por lo mismo trasciende a su condición de precandidatos, se puede advertir en el posicionamiento de cada quien respecto a la reforma política. Al interior del PRI se requerirá de una operación política de primer orden para evitar rupturas que dañen la unidad; solo que para evitar divisionismos caen en burdas medidas como las de encomendar tareas de partido a exgobernadores con larga cola que les pisen. De allí que sea fácil advertir que proseguirán en la inveterada costumbre que los predispone a la “cargada”, una de las características negativas no erradicadas en este partido.

En tiempo de definiciones siempre habrá diferencias. Las vive el PAN, que tiene que cargar con el deterioro que provoca el ejercicio del poder. No siempre estar en el poder beneficia a un partido, lo sufrió el PRI en el 2000; lo puede experimentar el PAN en 2012. La lucha contra el delito que ha provocado miles de muertes es un expediente difícil de desentrañar en la brevedad de los tiempos electorales. Si bien históricamente Calderón podría figurar como el presidente que tuvo los arrestos y la voluntad política suficientes para combatir al crimen y detener el creciente deterioro del Estado, la pasión de lo coetáneo obnubila los juicios de valor. Ningún otro presidente lo hizo, con diagnóstico o sin él, con estrategia equivocada, como algunos refieren quizás con razón, pero por esa decisión ahora sabemos hasta qué grado estaba carcomido el espacio para gobernar.

Voto duro tiene el PRI, también el PAN, igualmente las izquierdas. Si el PRI mantiene su unidad puede que con Peña Nieto alcance la presidencia. Pero este país requiere de cambios sustanciales y en esa lógica las condiciones apuntan hacia la izquierda. Esta tiene en Marcelo Ebrard a un prospecto con buen perfil, que sin duda convocaría con éxito a buena parte de la geometría política del país; atraería indecisos y al voto útil, siempre y cuando-condición sine qua non- Andrés Manuel López Obrador desista de su propia candidatura e impulse a Marcelo. De otra manera ni buscarle, porque si bien el tabasqueño es una rara Avis en nuestro sistema político que combina congruencia con trabajo de proselitismo, con él como candidato buena parte del electorado de clase media buscaría opciones ajenas a la izquierda.

El Partido del Trabajo, Convergencia o Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, Verde Ecologista, son franquicias de manejo personal y familiar que están expuestas al riesgo de perder su registro si presentan candidatos propios. De allí que el PT y Convergencia defiendan su porcentaje al amparo de López Obrador. Nueva Alianza seguirá en el tablero mientras el SNTE figure en la imaginaria patrimonialista apoyado en el presupuesto de Educación; el Verde ecologista seguirá como rémora junto al PRI.

Pero, en todo esto, ¿Qué hará la ciudadanía, que es la actora principal de todo proceso electoral, sin cuyo concurso simplemente nada es válido? ¿Seguirá asumiendo el papel pasivo del espectador dejando que la clase política se siga despachando a su antojo el futuro de México? No es lo deseable, por lo que a ese Leviatán ciudadano hay que levantarlo para que ande.

alfredobielmav@hotmail.com   Otero Ciudadano.

Octubre 2011