Guillermo Zúñiga
Martínez
Por Alfredo Bielma
Villanueva
CAMALEÓN
27/04/2015
Si rendirle homenaje a un ser humano una vez
que ha partido de esta dimensión es un asunto de carácter cultural o forma
parte de la condición humana pasa a segundo término cuando media la reflexión
sobre el tránsito finito del hombre en esta vida. En México es costumbre
reconocer los méritos de quien destaca positivamente entre sus conciudadanos
cuando le llega el último hálito de vida, la excepción es cuando se le festeja
en convivencia. Quizá sea el producto de una herencia de la Roma Clásica, la
que en su transitorio esplendor hizo trascender en mármol la grandeza de sus
héroes, esa costumbre que nosotros adoptamos para inmortalizar en piedra pulida
o alabastrina la síntesis inmóvil de una vida de provecho.
En México acostumbramos a desgranar loas sin
medida para enmarcar los méritos de quien emprendió el viaje sin regreso, todos
positivos sobre quien ha pasado a “mejor vida”; es vigente el refrán que
recuerda al muerto como el mejor. Hay sin embargo, en el ámbito social de todos
los círculos que componen un conglomerado humano, quienes sobresalen del común
denominador, los que por su acción en diferentes ramos de la actividad destacan
e imponen conductas, acciones que orientan el pensamiento de su época y en el
concurso de las generaciones entreveradas van dejando su huella inmarcesible.
Es de esta manera en que se proyectan en el
tiempo y logran trascender aquellos que imprimieron la huella de sus pasos;
pero en el ancho e insondable mar del egoísmo humano existe el riesgo de que la
inexorable marcha de los meses y de los años borre de la memoria selectiva
aquellas estampas expuestas a la fatalidad de Cronos, el insaciable y cruel
Dios que devoraba a sus descendientes. De allí la necesidad humana por erigir
nichos para quienes por su perfil emblemático son acreedores de un permanente
reconocimiento.
Tal es la reflexión que despierta en mí la
despedida de esta dimensión de nuestro amigo Guillermo Zúñiga Martínez, un ser
humano cuyo tránsito por la vida terrenal no ha sido en vano; por el contrario,
hizo camino en su andar y en lo propositivo de su conducta cimentó fama y
prestigio. Al privilegiar la palabra hablada y escrita como ariete para abrirse
paso por
el berenjenal de la política, con talento para
intentarlo, no fue menor el grado de su impulso para esculpirla en la cultura y
la educación.
En dos ocasiones solicité a “Memo” su amable
participación para presentar sendos libros de mi autoría, aceptó la solicitud
de inmediato con la generosidad propia de una bonhomía inherente a su personalidad,
por ese desinteresado gesto que mucho le reconozco “El Ocaso del Camaleón”,
publicado por la Universidad de Xalapa en 2005, y “El Fin de una Era”,
auspiciado por el Colegio de Veracruz en 2010, están ligados a Guillermo Zúñiga
en la suerte de su brillante exposición.
No es poco lo que se puede formular en la
semblanza sobre un actor político de la talla de Guillermo Zúñiga Martínez al
calor de su despedida, corresponde a familiares y amigos mantener viva la flama
que él encendió, esa antorcha que deja en la carrera de relevos que es la vida
no debe navegar a la deriva. No sería ocioso recorrer la trayectoria y las
incidencias que durante su desempeño profesional experimentó Zúñiga Martínez,
prefiero sin embargo su faceta más importante: la de Hombre, con mayúscula, no
como expresión de masculinidad sino la índole del testimonio de una existencia
fructuosa. “Luz más Luz” dijo en su postrer momento Goethe, es la antorcha que
orienta el pensamiento de los iluminados, Ecce Homo.
Aunque para dejar de existir basta con tener
vida, y la incógnita de su fin convierte al perecedero viaje en una experiencia
extraordinaria, lo cierto es que en términos generacionales, en la corriente de
la vida, para quienes componemos la “camada” de la que formó parte Guillermo
Zúñiga Martínez, la desembocadura está a la vista, sólo que por avatares del
destino algunos son llevados al recodo, en el remolino que el remanso forma,
desde donde no sin intrigada y amilanada reflexión divisan la poderosa
corriente que irrumpe en el majestuoso océano con su carga de vida, esa que
renace con el eterno retorno; pero en el designio de la inevitable anegación
vendrá la que conduzca las naves que rondan en el remanso hacia la poderosa
corriente que es vía directa al océano de la vida. Vida inagotable, fructífera
y trascendente la de Guillermo Zúñiga Martínez, que en paz descanse.
alfredobielmav@gmail.com
Oterociudadano.org.mx
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